AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO
Moisés ben Mendel nació en 1729 en Dessau, Alemania. Su infancia en el ghetto fue la misma que la de muchos jóvenes de escasos recursos, dedicados al estudio del Talmud, con la esperanza de convertirse en rabino, tal como fueron algunos de sus antepasados. Estudiaba en hebreo y en la casa hablaba en yiddish. En 1743, su maestro, el rabino David Frankel, fue nombrado rabino principal de Berlín y Moisés decidió seguirlo a esa ciudad.
Con la ayuda de su maestro, Moisés pudo quedarse en Berlín. Después de algunos años de vivir en la pobreza y dedicado al estudio, finalmente consiguió ser el tutor de los hijos de Isaac Bernhard, un acaudalado fabricante de telas de seda. Esto le permitió comer de forma regular y lo más importante, el poder desarrollar nuevos círculos de amistades fuera de la comunidad judía. En cinco años, Moisés ben Mendel había aprendido alemán, francés, griego y latín. Al romper la barrera del lenguaje, también había roto la mentalidad del ghetto.
Empezó a escribir sobre filosofía y pronto destacó en los círculos intelectuales de Berlín. Fue entonces cuando cambió su nombre a Moisés Mendelssohn. En ese tiempo participó en un certamen filosófico organizado por la Academia Real de Berlín, donde ganó el primer lugar. En el segundo lugar había quedado Immanuel Kant.
Cualquiera que llegase a Berlín, el reunirse con Mendelssohn era un requisito indispensable para ser aceptado en los círculos intelectuales. Uno de esos recién llegados fue Johann Kaspar Lavater, un suizo de habla alemana. En 1769, Lavater tradujo al alemán el libro “Palingenesis”, de Charles Bonnet. Lavater dedicó su traducción a Mendelssohn, pero más que una dedicatoria, fue un reto. Le pedía a Mendelssohn que leyera el libro y que refutara públicamente los argumentos del autor, que básicamente sostenía que el cristianismo era la única religión válida, y si no lo podía refutar, que hiciera lo que debería ser lo correcto, convertirse al cristianismo.
Para Mendelssohn el reto fue un acontecimiento terrible. Rompía uno de los paradigmas de su vida. Para él, la manera que cada persona se acerca a Dios era un asunto privado y que además implicaba el respeto por la religión del otro. Ahora estaba expuesto a los ojos y comentarios de todos. Mendelssohn le contestó: “Llega un momento en la vida de una persona cuando tiene que decidir sobre algunos temas fundamentales. Esto me pasó a mí hace algunos años en relación a la religión. He leído, he comparado, he reflexionado y he tomado una decisión: no hay nada que me haga cambiar mi creencia en el judaísmo. Tengo amigos extraordinarios que no profesan mi fe y en ningún momento los he oído decir que es una lástima que mi alma se vaya a perder por no pertenecer a su iglesia.” Sin ofender a los cristianos, Mendelssohn fue fiel a sus convicciones.
Mendelssohn no solo enfrentó con sabiduría el reto de Lavater, sino también el reto mayor de salir del ghetto e integrarse a la sociedad civil y lo hizo sin perder para nada sus raíces judías.
Adaptado y traducido por Marcos Gojman de “Emancipation” de Michael Goldfarb, “Encyclopaedia Judaica” y otras fuentes.
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