AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – En una historia interesante en Bloomberg titulada “El encantador en jefe de Irán gana nuevamente”, Eli Lake discute el “encanto” del principal negociador nuclear y Ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Mohammed Javad Zarif.
Es peculiar, la forma en que portavoces encantadores de los peores regímenes pueden ganar fanáticos en el Occidente. Como explica la historia de Lake, Zarif no es un tomador de decisiones y a menudo no puede cumplir las promesas que hace. Pero conoce bien a los estadounidenses—habiendo estudiado aquí, y vivido en Nueva York durante cinco años desempeñándose como embajador de Irán ante la ONU. La vez que lo vi en acción, claramente, era muy astuto, tiene perfecto inglés, y es un maestro en decir lo que los estadounidenses quieren escuchar.
Zarif tiene muchos fanáticos, y uno de ellos parece ser el Secretario de Estado Kerry. Pero debemos recordar que Kerry también fue un fanático de Bashar al-Assad, quien en esos días estaba tomando esencialmente la misma línea de Zarif con los estadounidenses: Quiero cambio, quiero reforma, ayúdenme a modernizar. Zarif sin dudas está diciendo (a Kerry, y a los europeos también) que este acuerdo nuclear le ayudará a él y a otros reformistas a cambiar a Irán, a abrir el país, y a comenzar la transformación de la República Islámica en un país normal.
El problema es que no hay alguna prueba que Zarif sea un reformista, en vez de un defensor inmensamente habilidoso del régimen, así que es notable que los diplomáticos occidentales sean conmovidos por él como individuo. Esto es predecible, y sucede con regímenes buenos y malos. Recuerdo cuando la administración Reagan envió a un muchacho bastante intransigente a representarnos ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, y él comenzó a argumentar contra las posiciones duras que quería asumir Washington. ¿Por qué? Se había puesto amistoso y muy respetuoso con el aristócrata ingles que era el embajador de Reino Unido, Lord Alguien-u-Otro, y no quería decepcionar al muchacho. Recuerdo a nuestro hombre diciendo por teléfono que si persistíamos en nuestra posición reaganista, “Lord X estará tan molesto”. Esa es una reacción humana normal, pero es asombroso que la influencia personal pueda superar a la política y los hechos cuando el otro diplomático no representa al Reino Unido sino a alguna tiranía espantosa.
Yo prefiero mucho más al Ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, que a los del tipo Zarif. Lavrov fue también embajador de su país ante la ONU (durante diez años, dos veces más que Zarif) y conoce bien Estados Unidos; el también habla perfecto inglés y es muy inteligente. Pero no es el mismo tipo de encantador, y su conducta y estilo negociador a menudo reflejan una cáscara mucho más dura, un tipo de enfoque “tómalo o déjalo, somos Rusia, hacemos lo que queremos”. Como Zarif, él no es un tomador de decisiones de alto rango; al final el poder reside en Putin en Moscú, como en el ayatolá Jomeini en Teherán.
Lo que es asombroso no son los enfoques y personalidades diferentes, sino la reacción occidental. La ofensiva de encanto funciona, mucho más a menudo que lo que debiera. La realidad del país—la Rusia soviética, la China comunista, la República Islámica—se desvanece y en su lugar el país llega a ser visto como un fondo vago para el hombre adorable y alegre sentado frente a nuestro negociador. Sería grosero, incluso crudo, seguir recordándole los crímenes cometidos por el régimen que el representa; lo pondría triste. Estaría decepcionado de nosotros. Pareceríamos mucho menos sofisticados de lo que somos. Hay un peligro particular aquí cuando el negociador de un país es su Ministro de Relaciones Exteriores Cuando un negociador menor cae en la trampa, el ministro puede simplemente decir “ya basta” y retirarlo; eso es lo que sucedió en el caso de Reagan mencionado más arriba. Cuando el ministro es el negociador, como Kerry lo es por nosotros en Lausana, ¿qué empleado humilde dirá, “Jefe, él está haciéndolo retorcerse alrededor de su meñique, ¡despierte!?”
La lección quizás sea enviar a negociadores más desagradables, personas despreocupadas por sus relaciones personales, con los representantes de regímenes malvados. Que “el Encanto del Sr. Zarif” deba afectar el resultado de nuestras negociaciones nucleares con Irán es una lección sobre cómo no se debe conducir la diplomacia.
Elliot Abrams
Traducción: Marcela Lubczanski
Fuente: The Weekly Standard
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