6 de abril 2015
GABRIEL ALBIAC
Irán será potencia nuclear. Con beneplácito de Washington. ¿Hay algo bueno en la política exterior de Obama? Sí. Que no tendrá continuidad. El presidente de los Estados Unidos ha concitado un consenso transversal: el mundo que su debilidad contribuyó a alzar es inviable. Sea Hillary Clinton quien le suceda, sea el aún ignoto candidato republicano, será tarea primera del próximo presidente recomponer un mundo al borde del estallido.
Los retóricos llaman «profecía autocumplida» al recurso que trueca en realidad una ficción al enunciarla. W. I. Thomas le daba, en 1929, forma axiomática: «si los hombres definen situaciones como reales, éstas serán reales en sus consecuencias». Proclamado «pacificador» por la ficción menos verosímil, el premio Nobel de la paz, Obama ha ido dando realidad a lo que ese premio enmascara: las peores matanzas. No es nuevo: de Le Duc Tho a Arafat, siempre fue así.
La paz vende. Siempre. Sencillamente, porque cuando decimos «paz» no solemos saber lo que estamos diciendo. Es algo que anotaba Spinoza hace más de tres siglos: «una sociedad cuya paz depende de la inercia de los sujetos merece más el nombre de desierto que el de sociedad». Paz, sin otra determinación, no significa nada. ¡Si lo sabremos los que tenemos bastante edad para haber sufrido el martilleo de servidumbre con que esa palabra nos aniquiló anímicamente bajo la dictadura…! Y bajo todas las dictaduras. Paz fue lo que Daladier invocaba cuando, en 1938, selló el acuerdo que iba a posibilitarle a Hitler la mayor carnicería de la historia. Se cuenta que, a su retorno a París, en donde temía ser linchado tras la deshonrosa firma, dio de bruces con una enorme manifestación de entusiasmo popular para acogerlo. Y susurró al oído de Alexis Leger quien, bajo el seudónimo de Saint-John Perse, iba a ser el mayor poeta de su generación su muy poco elegante: ah, les cons! O sea, «¡pobres gilipollas!».
No será fácil corregir el destrozo internacional que han producido las dos legislaturas de Obama. A las que da broche un acuerdo nuclear con el Irán teocrático que profetiza lo peor. No sólo para Israel. No sólo para Europa. A tiro, por igual, de los misiles iraníes, Israel se ha dotado de un blindaje antimisiles eficiente; Europa, no. Pero, antes que con Israel y con Europa, Irán tiene cuentas que ajustar en el golfo. Cuentas en las cuales se juega una primordial guerra santa de siglos: la que enfrenta a chiitas y suníes por el legado del Profeta; y por la jefatura de la yihad, por tanto. Arabia Saudí y los emiratos son el primer objetivo de los misiles iraníes. Y la estrategia estadounidense de ceder el control del norte de África a los saudíes antes de abandonar un Mediterráneo sin interés ya ni estratégico ni económico, contribuirá a acelerar ese choque devastador entre los dos «islames». Una explosión de la cual es difícil que salga indemne Europa.
Irán será potencia nuclear. Con beneplácito de Washington. ¿Hay algo bueno en la política internacional de Obama?
Fuente:abc.es
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