Irán, la obsesión de Obama

MICHEL COLOMÉS

 

Desde el año 2008, Obama ha hecho del acuerdo sobre el programa nuclear iraní su objetivo principal. Este podría ser su único logro en política exterior.

El 30 de marzo, en Boston, al inaugurar el instituto dedicado al Senador Edward Kennedy, el presidente Obama ha recordado esta frase de su predecesor JFK : “No negocies jamás bajo el miedo, pero nunca tengas miedo de negociar.” Al anunciar la noche del 2 de abril, con una rapidez asombrosa – apenas pocos minutos después del fin de las discusiones con Irán, en Lausana – que “ha sido obtenido un acuerdo histórico que, si es confirmado – yo, su comandante en jefe, les digo – hará más seguro nuestro mundo”, Barack Obama se congratuló de forma un poco enfática. Para destacar mejor que su enfoque del problema de la desnuclearización de Irán ha rendido frutos, contra la opinión de los que, en Israel, en Arabia Saudita y en el Congreso, sostienen que para evitar que Teherán obtenga el arma nuclear, no hay como la forma difícil: sanciones económicas más duras, y ver una acción militar.

La obsesión del presidente estadounidense de impedir que Irán obtenga armas nucleares a través de la negociación, su insistencia en exigir “que los ayatolás abran su mano y no cierren su puño”, le han valido antes de las primarias demócratas del 2008 los sarcasmos de su adversaria de entonces (y futura secretaria de Estado), Hillary Clinton, quien lo ha tratado de “irresponsable y gran ingenuo”.

No banalizar la bomba

En el otoño del 2013, durante la primera ronda de discusiones en Lausana, hizo falta que Laurent Fabius pusiera todo el peso de Francia para evitar que John Kerry, el nuevo jefe de la diplomacia estadounidense, empujado por Obama, firmara un acuerdo que manifiestamente no ofrecía garantías suficientes. Esto que ha valido a París, en esta negociación de los 5 + 1 (los miembros del Consejo de Seguridad más Alemania), ser luego considerado como el perturbador de turno en la ronda. Hoy inclusive, si bien se felicita por “el acuerdo provisional” alcanzado, Laurent Fabius matiza siempre su satisfacción de algunos condicionales: “Nada está registrado hasta que todo no esté registrado”, ha declarado a Europe 

Además de otras que él mismo expresó el 2 de abril, hay al menos dos razones principales por las que Obama ha hecho de este éxito de las negociaciones con Irán el punto cúlmine de su presidencia. La primera es una frase que pronunció durante un viaje a Praga en abril del 2009: “Admitir que la proliferación nuclear es inevitable, es aceptar la idea que es inevitable también el uso del arma nuclear.” Y Obama declaró que al decir eso no pensaba solamente en los estados, sino también en las organizaciones terroristas. Evidentemente no se puede más que aplaudir este esfuerzo por evitar banalizar la bomba.

Dejar su marca

La segunda razón es menos altruista. Desde que está en la Casa Blanca, este presidente no ha obtenido ningún éxito verdadero de política exterior (a excepción del acercamiento, todavía no finalizado, con Cuba). La mitad de Afganistán está con los talibanes; una guerra nueva en Irak; la incapacidad de impedir que la organización Estado Islámico reduzca a la nada a la oposición moderada en Siria; un enfrentamiento de alto riesgo con Rusia en Ucrania; la imposibilidad de relanzar el diálogo entre israelíes y palestinos, las vacilaciones de Obama, con Putin, con Bashar el-Assad, con Netanyahu, hacen pensar en los peores años de la presidencia de Jimmy Carter. Aquellos justamente de la humillación en Teherán, hace 35 años, con la toma de rehenes de la embajada estadounidense.

Si el acuerdo, concluido esta semana, es finalizado en todos sus detalles técnicos antes del 30 de junio, Obama puede esperar dejar su huella en la historia por algo aparte de ser el primer presidente negro de los Estados Unidos. Al empujar el riesgo de un conflicto nuclear en Medio Oriente, el habrá merecido al fin ese premio Nobel de la paz que le fue dado en el año 2009 e inclusive él mismo reconoció que era por lo menos prematuro. Nuevamente hace falta que el Congreso, cuyo trabajo se reanuda a mediados de abril, renuncie a bloquear la firma del acuerdo. Eso no está ganado.

 

 

Fuente: Le Point

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

 

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