Crónicas Intrascendentes. Parte CLVII

LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

El Festival del Centro Histórico en el Anfiteatro Simón Bolívar       

El domingo pasado mi esposa y yo tuvimos una jornada muy placentera; a las 10:30 A.M. tomamos el metro en el Sur de la ciudad para dirigirnos al Concierto de una camerata (orquesta pequeña) de cuerdas, en esta ocasión constituida por dos violines, dos violas y dos violonchelos, en el Anfiteatro Simón Bolívar del antiguo Colegio de San Ildefonso, ubicado en el corazón del Centro Histórico, como indiqué en la Crónica previa, la figura sobresaliente de los concertistas fue Philippe Quint, considerado como uno de los mejores violinistas del mundo.

Por ser parte de las celebraciones de la Semana Santa el metro no estaba abarrotado como sucede en los días laborales, así que el trayecto fue tranquilo, empero, no exento de vivencias que conforman la realidad de México, como el subempleo que se manifiesta a través de un desfile de folclóricos vendedores  ambulantes, que ofrecen libros infantiles de chistes, adivinanzas y cuentos, cargadores de teléfonos, conexiones diversas y un sinnúmero de productos de diferente índole, cuyo periodo de uso es muy breve. En 25 minutos llegamos a la estación Zócalo, donde nos bajamos para dirigirnos al Concierto distante a pocas cuadras, el ascenso de la estación a la superficie de la Plaza de la Constitución no es sencillo para personas de la tercera edad o incapacitados, porque en algunas partes no hay escaleras eléctricas; salimos frente a la monumental Catedral Metropolitana, que siempre causó un fuerte impacto a propios y extraños. En el breve recorrido para llegar al antiguo Colegio de San Ildefonso resalta la extraordinaria belleza de las casonas e iglesias remodeladas que no advertí en el lustro que asistí a la Secundaria (1953-1957) y a la Escuela Nacional Preparatoria No. 2, muy próxima a San Ildefonso, donde se ubicaba la Preparatoria Nacional No. 1; no me percaté en aquél entonces porque ese era mi hábitat cotidiano y yo formaba parte de él; con el tiempo, cuando me alejé, entonces lo extrañé y aprecié en todo su valor y riqueza arquitectónica.

El Colegio de San Ildefonso fue el escenario ideal para el Concierto de cuerdas; esta imponente construcción alberga un importante acervo arqueológico, histórico y artístico. El edificio fue fundado por la orden de los jesuitas en 1588 como seminario donde residían los estudiantes de la Congregación y se convirtió en una de las instituciones educativas más importantes de la Nueva España; el inmueble actual fue reedificado a principios del siglo XVIII. Tras la expulsión de los jesuitas de México en 1767 decretada por el Rey Juan Carlos III, el edificio tuvo varias funciones: Cuartel, Colegio Administrado por el gobierno Virreinal y dirigido por el clero secular, sede de la Escuela Nacional Preparatoria después de la Reforma Educativa de 1867 promovida por el Presidente Benito Juárez. En1910 la Escuela Nacional Preparatoria pasó a formar parte de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fundada por Justo Sierra hasta 1978, año en que dejó de ser el plantel número uno de la Escuela Nacional Preparatoria. De 1978 a noviembre de 1992 permaneció cerrado al público.

El antiguo Colegio de San Ildefonso es actualmente recinto patrimonial universitario y funciona como sede para exposiciones temporales. El Colegio tiene murales de Diego Rivera, Jean Charlot, Fernando Leal, David Alfaro Siqueiros, Ramón Alba del Canal, Fermín Revueltas y José Clemente Orozco. Diego Rivera pintó su primer mural en el Colegio dentro del Anfiteatro Simón Bolívar en 1922, justo donde se realizó el Concierto de cuerdas. El mural, de 100 m2, hace alusión a temas sobre la formación de la Raza Mexicana. El Anfiteatro Simón Bolívar, replica la forma ovalada o circular con gradería para el público que construyeron los antiguos romanos para espectáculos visibles en todo su perímetro, combates de hombres o de fieras entre otros. La gradería del Anfiteatro Simón Bolívar es de cómodas butacas.

En el contexto del Concierto la estrella fue Philippe Quint (FQ) que como anticipé en la Crónica pasada, nació en Rusia en 1974; FQ proviene de una familia de músicos: su madre, Nora, es una destaca compositora y su tío, Mischa, es chelista. FQ estudió en la Escuela Especial de Música de Moscú para niños dotados con el violinista ruso Andrei Korsakov; hizo su debut orquestal a la edad de 9 años. Emigró a EUA en 1991 y se graduó en la famosísima Escuela de Música Julliar de Nueva York en 1998.

Otros músicos que participaron en el Concierto fueron Shari Mason, originaría de la Ciudad de México a quien he escuchado durante varias temporadas de la Orquesta Sinfónica de Minería de la cual es concertino (primer violín) al igual que en la Orquesta Sinfónica Nacional. Paul Howard tocó la viola, es originario de EUA y también lo conozco por sus participaciones en la Sinfónica de Minería; Asaf Kolesrstein nacido en Israel, tocó de manera sobresaliente el violonchelo; destaca que se tituló en matemáticas en la Universidad de California en Berkely, obtuvo su maestría en música en la Universidad de Boston y en 1998 la Escuela de Música Longy en Cambridge, Massachusetts, le confirmó su diploma en violonchelo, actualmente es el violonchelista principal de la Orquesta Sinfónica del Estado de México; Ani Aznavoorian, violonchelista, también realizó estudios de licenciatura y maestría en Música en Juilliard, se ha presentado con las más importantes orquestas del mundo; Vicki Powell toca la viola, se graduó en Julliard, ha sido invitada principal de la Sinfónica de San Diego y la Filarmónica de Chicago y colabora frecuentemente con la Filarmónica de Nueva York.

Se interpretaron obras de Anton Arensky, Wolfgang A. Mozart, y Antonin Dvorak. Los seis artistas recibieron repetidos y prolongados aplausos del público por su maestría; sin embargo, PQ con su violín Stradivari arrancó las notas musicales que cautivaron a la audiencia del Anfiteatro Simón Bolívar. Fue una buena decisión no llevar automóvil, porque antes y después del Concierto se desplaza uno con libertad y sin preocupación de que maltraten tu vehículo en el estacionamiento; empero, además, no me vi afectado, como muchos de los concurrentes, que a mitad del Concierto les anunciaron que se apresuraran a recoger sus automóviles que habían dejado con el Vallet Parking en la calle por que se los estaban llevando las grúas de tránsito.

A la salida del evento nos encontramos con una amiga de mi esposa y con ella nos encaminamos por la Calle de Donceles, al Colegio Nacional donde había una “barata” de libros. El Colegio Nacional fue fundado por el presidente Ávila Camacho en 1943, como una institución que agruparía a los científicos, artistas y literatos más destacados, con el propósito de preservar y dar a conocer lo más importante de las ciencias, artes y humanidades que México puede ofrecer al mundo. Entre los miembros fundadores estuvieron Alfonso Reyes (escritor), Diego Rivera (pintor), José Vasconcelos (escritor); José Clemente Orozco (pintor), Alfonso Caso (filosofo); Ignacio Chávez (cardiólogo), Carlos Chávez (músico), Mariano Azuela (escritor), principalmente. El Colegio Nacional es un imponente recinto virreinal del siglo XVIII. Fue un convento, hoy renovado, donde se fundó una de las primeras instituciones novohispanas dedicadas a la instrucción de las mujeres; para que las internas asistieran a misa sin abandonar el Convento, se construyó la Iglesia de la Enseñanza, obra maestra del Barroco. El Colegio Nacional es de gran dimensión, planta baja y dos pisos y una azotea, tiene varios patios, en el posterior tiene unos naranjales. Del Colegio Nacional nos encaminamos al café la Blanca, sobre la Calle de Cinco de Mayo, pasando la Calle Isabel la Católica, este establecimiento tiene 99 años de fundado, se sirve básicamente comida mexicana; es ampliamente concurrido por su sabrosa comida y precios razonables. Disfruté de unas ricas enchiladas verdes, no picosas y una milanesa con papas, acompañadas por una cerveza obscura y para rematar, un café americano muy fuerte, tipo exprés.

Pasamos un domingo muy agradable, redescubriendo las raíces de México en el Centro Histórico, alimentando nuestro espíritu con las extraordinarias ejecuciones de maestros de la música clásica.

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