La 8ª plaga de Egipto: “Arbé” – “Langostas”

“Un viento sofocante sopló aquel día y toda la noche, y cuando amaneció, el viento había traído la langosta.

Y el faraón no dejó salir a Israel”

Fuente: Hagadá de Pesaj


¿Sabías qué, según la tradición, las langostas no sólo consumían los árboles y la hierba, sino incluso entraban dentro de las casas de los Egipcios y devoraban su joyería, ropas, y artículos preciados?


Hashem ordenó a Moshé advertir al Faraón acerca de la octava Plaga que El causaría a los Egipcios.

“Di al Faraón,¿No suele alguien que invita a un huésped esforzarse él mismo para asistirlo en toda forma posible? A pesar de ello después de que tú invitaste a los Judíos como huéspedes a tu país, los disuadiste a servirte y finalmente los hiciste tus esclavos y los oprimiste amargamente. ¡Yo juro que tú probarás esa mismísima amargura por haber cambiado tan vergonzosamente tu conducta hacia los Benei Israel!”.

Moshé y Aharón transmitieron el mensaje de Hashem al Faraón. Ellos le advirtieron, “Así dice Hashem, Di-s de los Hebreos, ‘Sí tú aún rehúsas dejar ir a Mi pueblo, Yo traeré langostas dentro de tus fronteras mañana. Ellas devorarán el trigo y el espelta que fueron eximidos del Granizo. Las langostas llenarán tus casas y las casas de tus sirvientes y todo Egipto. ¡Será una plaga cuyo parecido nunca fue experimentado por tus padres y los padres de tus padres!”’.

Moshé comunicó el mensaje y notó que los sirvientes del Faraón se echaban miradas entre si- aparentemente creían sus palabras esta vez. El se retiró por algún tiempo para darles la oportunidad de discutir la situación entre sí mismos y hacer teshuvá. “Sed sensato,” los sirvientes aconsejaron al Faraón. “¿Cuánto tiempo debe este hombre continuar siendo una amenaza para nosotros? Si la Plaga de Langostas nos golpea, nosotros estamos destinados a morir de hambre. Poned a todos los Judíos en libertad para que ellos adoren a su Dí-s; ¿No os dais cuenta de que Egipto está perdido?”.

El Faraón despachó un mensajero para traer a Moshé y Aharón de regreso al palacio.Les dijo, “¡id servid a vuestro Di-s! ¿Quiénes serán las personas que irán?”. Moshé respondió, “Nosotros iremos con nuestros jóvenes y nuestros ancianos, con nuestros hijos y nuestras hijas, nuestras ovejas y nuestro ganado. Al igual que todos nosotros os servimos a vos, así nosotros todos serviremos a Hashem.”

“Sólo hombres ofrecen sacrificios,” objetó el Faraón. “¿Para qué propósito vosotros necesitáis a los niños? Debéis estar planeando escapar, y Yo no puedo escucharos. No penséis que vuestro plan de llevar a los Judíos al desierto tendrá éxito. Soy un experto astrólogo, y veo a la estrella Ra ‘á cerniéndose sobre el pueblo Judío en el desierto. Esa estrella significa sangre. ¡Vosotros todos pereceréis miserablemente en el desierto!”.

Cuando los Benei Israel escucharon las ominosas palabras del Faraón, temblaron.

De hecho, el Faraón estaba acertado al predecir que la estrella Ra’ásimbolizaba sangre para el pueblo Judío. Mas él no sabia que Hashem convertiría la Sangre de Muerte en la Sangre del brit milá comandando a los Benei Israel a círcuncidarse a si mismos antes de entrar a Eretz Israel.

El Faraón previó cuál sería la suerte de K’lal Israel de acuerdo con las leyes de la astrología las cuales son las leyes de la naturaleza. En verdad, Hashem elevó el destino de K’lal Israel sobre las estrellas y los condujo a través del desierto con milagros.

El Faraón dio órdenes de arrojar a Moshé y Aharón fuera del palacio.

Hashem entonces ordenó a Moshé extender su mano. Inmediatamente, un poderoso viento del este comenzó a soplar. Continuó soplando el día entero y la noche. Al fin de la noche, trajo enjambres de langostas sobre Egipto. Hashem demoró la Plaga hasta el fin de la noche en la esperanza de que los Egipcios pudieran aún cambiar su opinión.

La visión de nubes de langostas descendiendo sobre Egipto no entristeció a los Egipcios sino, por el contrario, los alegró. “¡Estas langostas harán alimentos deliciosos de conservas de langostas!” se regocijaron. “¡Nosotros las pondremos dentro de barriles, las salaremos, y nos las comeremos!”. La razón por la cual estaban tan felices era que estaban al borde de la inanición. La Pestilencia había exterminado sus animales para que no se pudiera obtener carne, y la Plaga del Granizo había destruido toda provisión de fruta y vegetales.

Estas langostas no eran insectos ordinarios. Eran un ejército de insectos maravillosos, milagrosamente equipados con órganos especiales para herir y matar a los Egipcios. Poseían dientes como el acero, cuernos semejantes a aquéllos de bueyes, garras como leones, alas como águilas, y colas sibilantes como culebras. Saltaban a los rostros de los Egipcios y taladraban sus ojos con sus garras. Su saliva era veneno mortal; cuando quiera que ella se derramaba sobre un Egipcio, él inmediatamente moría.

Las langostas eran literalmente insaciables. No sólo consumían los árboles y la hierba, sino incluso brincaban dentro de las casas de los Egipcios y devoraban su joyería, ropas, y artículos preciados. Había tantas de ellas que oscurecieron el cielo, cubrieron la superficie de la tierra y obstruyeron los pozos. Ellas devoraron todo en Egipto de modo que para el fin de la Plaga, ni una sola hoja o brizna de hierba fue dejada en la tierra entera.

¿ Por qué fueron los Egipcios afligidos con esta Plaga?

Hashem los estaba castigando midá- kenegued- midá por haber forzado a los Benei Israel a sembrar sus cosechas. Ahora las langostas devoraron todo lo que los Benei Israel habían sembrado. Además, luego de la Plaga del Granizo, los Egipcios creyeron que ellos se beneficiarían de las frutas que cayeron al suelo cuando las piedras de granizo destrozaron los árboles. Hashem por consiguiente envió a las langostas a consumir cualquier cosa comestible que había sido arrojada al suelo por el Granizo.

El Faraón apresuradamente convocó a Moshé y Aharón, confesando, “¡Yo pequé contra Hashem vuestro Di-s y contra vosotros! ¡Perdonadme ami sólo esta única vez, e implorad a Hashem que El me alivie de las Langostas que nos causan a nosotros muerte por inanición!”.

Cuando Moshé oró, Hashem trajo un fuerte viento del oeste. Con una sola ráfaga, él se llevó todas las langostas y las arrojó en el Iam Suf. Aún aquellas langostas que los Egipcios habían logrado reunir y conservar en barriles, desaparecieron junto con las otras. Pero una vez que la Plaga acabó, Hashem permitió que el corazón del Faraón se endureciera, y él rehusó dejar ir a los Benei Israel.

Fuente: Chabad.org


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