El camino hacia la maldad absoluta puede ser retorcido. Adolf Hitler quiso ser pintor antes que genocida, pero fue categóricamente rechazado por la Academia de Arte de Viena como alguien “totalmente inadecuado” para la pintura. Más tarde, como Führer, se tomaría su venganza personal contra toda forma de arte no-aria, a la que llamaría “degenerada”. En 1949, el joven Pol Pot obtuvo una beca para estudiar en Paris y residió allí hasta 1953, año en que Camboya se independizó de Francia. Su retorno no se debió a ese acontecimiento político; sino a que tras desaprobar su curso tres años seguidos se vio forzado a regresar a su casa. La tiranía del socialismo agrario que impondría tiempo después en su país ocasionaría la muerte a un millón de personas. Idi Amín Dada fue campeón de boxeo nacional en Uganda por ocho años y también incursionó en el rugby en su vida pre-totalitaria. Oficiales británicos que lo trataron entonces dijeron que “necesita que le expliquen las cosas en palabras de una letra”. Una década después, este mentecato asesinaría a cerca de quinientos mil ugandeses.
Estos casos aportados por Sean Braswell ofician de introducción a otro personaje polémico que ha sabido cultivar un costado más ameno. Además de haber transformado a una gran nación persa en una teocracia asfixiante, el Ayatolá Ruhollah Khomeini abrazó las letras prolíficamente. Escribió artículos y tratados sobre el Corán, la ley islámica, la filosofía, el agnosticismo y la política, llevando “a la crítica literaria a nuevas extensiones” en la opinión de Daniel Kalder en The Guardian.
Quizás haya sido su curiosidad literaria lo que lo haya empujado a leer Los versos satánicos, de Salman Rushdie a finales de la década del ochenta, aunque con seguridad fue el Ayatolá que vivía en él quién condenó al escritor indio-británico-musulmán-sunita a muerte por ello. Casi una década antes de este incidente que presagió la intolerancia contemporánea contra la libertad de expresión de Jyllands Posten a Charlie Hebdo, Bantam Books compiló un muestrario de dichos de Khomeini tomados de tres escritos suyos: El reinado de los ilustrados, Llave a los misterios y La explicación de los problemas. Según Kalder, “el sabor inmensamente vengativo, tedioso, deprimente, obsesivo, paranoico, supersticioso, reaccionario, autoritario, misógino y antisemita del pensamiento del Ayatolá” brilla en el texto.
Pero la verdadera rareza literaria adjudicada a Khomeini surgió en 1989, cuando uno de sus poemas fue publicado tras su fallecimiento en el diario iraní Kahyan. Patrick Clawson, un experto norteamericano en economía persa lo halló en la prensa iraní y lo envió a la revista The New Republic. Unos días antes, con autorización de The New Republic, The New York Times publicó la primicia en Occidente, con traducción de William Chittick, profesor de estudios religiosos en la State University at Stony Brook.
“I have become imprisoned, O beloved, by the mole on your lip! I saw your ailing eyes and became ill through love. Delivered from self, I beat the drum of ”I am the Real!” Like Hallaj, I became a customer for the top of the gallows. Heartache for the beloved has thrown so many sparks into my soul That I have been driven to despair and become the talk of the bazaar! Open the door of the tavern and let us go there day and night, For I am sick and tired of the mosque and seminary. I have torn off the garb of asceticism and hypocrisy, Putting on the cloak of the tavern-haunting shaykh and becoming aware. The city preacher has so tormented me with his advice That I have sought aid from the breath of the wine-drenched profligate. Leave me alone to remember the idol-temple, I who have been awakened by the hand of the tavern’s idol”.
Aventuro una traducción:
“Me he convertido en prisionero, oh amada, ¡por el lunar en tu labio! Vi tus ojos enfermos y enfermé a través del amor. Liberado de mí mismo, golpeo el tambor de ´¡Yo soy el real!´ Al igual que Hallaj, me convertí en un cliente de la parte superior de la horca. La angustia por la amada ha lanzado tantas chispas en mi alma que se me ha impulsado a la desesperación ¡y me he convertido en la comidilla del bazar! Abre la puerta de la taberna y vayamos allí día y noche, porque yo estoy enfermo y cansado de la mezquita y del seminario. He arrancado el atuendo del ascetismo y la hipocresía, poniéndome el manto del jeque inquieto por la taberna y tomando conciencia. El predicador de la ciudad me ha atormentado tanto con su consejo que he buscado la ayuda de la respiración del libertino empapado de vino. Déjame solo para recordar el templo-ídolo, yo, que he sido despertado por la mano del ídolo de la taberna”.
Seguramente en el proceso de traducción del farsi al inglés el poema original no permaneció intacto. Pero el tono es inconfundible. ¿Romance, sensualidad, femineidad, alcohol y libertinaje en la misma oración que Líder Supremo de Irán? ¿Repudiar la religión por los labios de una mujer? ¿Trocar la mezquita por la taberna? ¿Semejante herejía de la pluma del Ayatolá? ¡Con razón lo publicaron póstumamente!
O no. En su momento, los expertos interpretaron el poema en clave mística, como una alegoría religiosa que buscaba honrar a Fátima, la hija del profeta del islam, y como una simbólica afirmación de la fe, donde la taberna es la presencia divina en la que el amante bebe el vino del amor de Dios.
El veredicto de la historia sobre el Ayatolá Khomeini ya es claro. Quizás la historia sea más benigna con el poeta Khomeini.
Fuente e imagen: Letras libres
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