AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO
Por Guy Millière
Lo que significa no solo que el presidente americano confirma el no reconocimiento de la existencia de Israel por parte del régimen iraní, sino también que al hacerlo, confirma todo el discurso del régimen iraní concerniente a Israel.
Y es un hecho que Obama no ha dicho nada cuando el comandante de los Basij, la Guardia pretoriana al servicio directo de Ali Khamenei, ha dicho que «la destrucción de Israel es no-negociable»; declaración que no puede haber sido pronunciada más que con el aval de Khamenei. Obama no ha expresado la mínima reserva tampoco cuando Ali Khamenei gritó, frente a una masa de gente fanatizada, «muerte a Israel». Su portavoz no ha expresado la más mínima objeción ni crítica. El pensionista de la Casa Blanca no ha reaccionado tampoco ante los gritos de «muerte a América» acto seguido a los de «muerte a Israel». Se puede deducir que Obama detesta tanto a América como a Israel, pero esto no cambia en nada su actitud hacia Israel.
¿Estados Unidos puede firmar un acuerdo nuclear con un Estado cuyo líder supremo acaba de gritar «muerte a América»?
Esta peripecia indica, más allá de toda duda sensata, que Obama está a punto de firmar un acuerdo con un régimen que quiere borrar a Israel del mapa del mundo y que lo expresa públicamente. Debemos tomar buena nota de que la voluntad declarada de destruir el Estado judío no constituye un obstáculo a los ojos de Obama.
Él está dispuesto a firmar un acuerdo con un régimen que quiere dotarse del arma nuclear con la finalidad de entronarse y de poder financiar acciones terroristas y actos de guerra convencionales perpetrados por grupos con intenciones anti-judías y anti-israelíes no disimuladas, sin que estos proyectos constituyan un obstáculo a sus ojos.
En base a las constataciones que preceden, es necesario deducir que Barack Obama constituye, más que nunca, un peligro mortal para Israel, y que, viendo acercarse el final de su mandato, multiplica las iniciativas que acentúan esta amenaza.
Lo que parece estar a favor de Israel, en este contexto, es el hecho de que el acuerdo del cual no se para de hablar no es en realidad ningún acuerdo. Tal como anunció la agencia de noticias MÉNA en sus columnas al día siguiente de su publicación, el «acuerdo» de Lausanne no es en realidad más que un documento de trabajo que no impone ninguna obligación a las partes que participaron en las negociaciones.
Es cada vez más flagrante: cualquiera puede constatar que el texto presentado por la Administración estadounidense en inglés, debería corresponder literalmente al texto comunicado en farsi por la teocracia iraní, pero resultan ser muy diferentes. Por su extensión el texto propuesto por Washington es tres veces más largo que el otro, y por su contenido: la «versión Obama» anuncia compromisos firmes y definitivos por parte de Irán que no existen absolutamente en la versión en farsi.
Contra Israel, se observa que, en este baile de hipócritas, todos los participantes en las negociaciones afirman que se trata realmente de un acuerdo. Ello implica el riesgo de ver aplicar la versión farsi en Irán, y la versión en inglés en Occidente.
Sin duda los occidentales respetarían lo que esta en inglés mientras que los iraníes realizarían lo que está escrito en farsi. Irán poseería la bomba, se entronaría, financiaría acciones terroristas y actos de guerra de grupos anti-judíos y anti-israelíes en tanto que los occidentales cerrarían los ojos afirmando que no pasa nada.
Lo que parece jugar en favor de Israel es también que el Congreso, y un buen número de demócratas, quiere denunciar rápidamente, en los próximos días, el proyecto de acuerdo y recordar firmemente la Constitución de los Estados Unidos, que estipula que el presidente firma los tratados pero que no tienen ningún valor sin la aprobación del Senado. Si una mayoría de dos tercios (67 senadores) por lo menos vota contra el acuerdo, la resolución que habrían puesto a voz sería a prueba del veto presidencial, y el proyecto de acuerdo con Irán sería rechazado sin que Obama pudiese hacer nada.
En detrimento de Israel notamos que Obama parece querer someter el proyecto de acuerdo al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, instancia en la cual el Congreso de Estados Unidos no tiene ningún poder. El proyecto no sería entonces de responsabilidad de los Estados Unidos sino que tendría de todas formas el apoyo del presidente de Estados Unidos y del resto del mundo. El rechazo del Congreso sería así burlado a escala mundial. Sería algo sin precedentes pero con Obama todo es posible. La Casa Blanca de hecho no puede someter al Consejo de Seguridad más que un acuerdo en buena y debida forma, y no un proyecto de acuerdo no vinculante para las partes, que no bastarían probablemente para levantar las sanciones previamente adoptadas por el Consejo de Seguridad. No está claro, de hecho, que el Consejo cancele las sanciones mientras Teherán todavía ha asumido ningún compromiso. (NdR)
Lo que parece ser a favor de Israel es también el hecho de que los países sunitas se sienten tan amenazados como Israel por lo que se trama. Ven que Irán no solo quiere la destrucción de Israel sino también la suya. Durante la última Cumbre de la Liga Árabe, se decidió formar una fuerza árabe conjunta. Su puesta en marcha ya ha comenzado. Desde hace varias semanas se llevan a cabo bombardeos contra las fuerzas huthíes en el Yemen, armadas y formadas por Teheran.
En detrimento de Israel, los países árabes sunitas están aislados. Los Estados Unidos no les otorgarán más apoyo del actual; Europa tampoco.
Obama quiso cambiar radicalmente el orden del mundo, tal como lo heredó al acceder a la Casa Blanca, hacia una dirección hostil al mundo occidental. Lo menos que se puede decir es que lo ha logrado.
Después de haber intentado instalar a los Hermanos Musulmanes en el poder en Egipto, después de haber transformado Libia en campo de entrenamiento para grupos yihadistas, después de haber dejado que se instalara en Siria una guerra civil que ha producido más de 200 mil muertos, luego de haber abandonado Irak a merced de Irán, el Libano a Hezbollah, el régimen de Assad a Khamenei, después de haber dejado que Erdogan dirija Turquía hacia el islam radical. Después de haber empezado a devolver Afganistán a los talibanes, de dejar que el Yemen se lo repartan entre Al Qaeda y los Huthíes, y el Estado Islámico crece como un enorme tumor canceroso que disemina sus metástasis en tres continentes, y después de haber intentado desestabilizar de mil y una maneras a Israel, espera terminar su mandato en apoteosis.
Lo que para este abominable […], antisemita e islamófobo convertido en «chiitófilo», sería una apoteosis, para quienes viven en Oriente Medio, se parece más a una pesadilla que se les viene encima que a otra cosa.
Fuente: Metula News © Metula News Agency
Traducción: Silvia Schnessel
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