AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Su nombre verdadero es mantenido en reserva para preservar su seguridad. Y su testimonio es uno de la veintena que recogió la investigación de la organización Human Rights Watch (HRW), que desarrolló entre enero y febrero pasados en la ciudad kurda de Dohuk, en Irak. El extenso informe fue divulgado este miércoles en Nueva York.
Renzo Rossello
Si bien las noticias y los videos difundidos por la propia organización yihadista han asociado sus acciones con las prácticas más bárbaras y repulsivas, el informe de HRW revela una escala de horrores aún más aberrante.
Según los datos proporcionados a los defensores de los derechos humanos por el gobierno del Kurdistán —una región autónoma de Irak, cuya población ha sido blanco particular de la persecución del Estado Islámico (EI)— hay 974 yazidíes que lograron escapar de los yihadistas. De ellos 513 son mujeres y 304 son niños.
En sus conclusiones, HRW sostiene que estos casos pueden constituir graves crímenes de guerra por los que el EI debería ser sometido a la Justicia.
Por la fuerza.
“Diversas jóvenes y niñas dijeron a Human Rights Watch que combatientes de Estado Islámico primero las separaron de hombres, niños y mujeres mayores. Los combatientes trasladaron a las mujeres y niñas varias veces de manera organizada y metódica, a distintos lugares en Irak y Siria. Si bien la mayoría de los combatientes de Estado Islámico eran aparentemente de nacionalidad siria o iraquí, diversos sobrevivientes contaron que algunos de los hombres que perpetraron los abusos les dijeron que provenían de otros países de Medio Oriente y África Septentrional, incluidos Libia, Argelia, Arabia Saudita y los territorios palestinos ocupados, así como de Europa y Asia Central”, señala el informe de HRW.
El EI mantiene secuestradas a más de 3,000 personas, en su mayoría yazidíes, según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas. En septiembre del año pasado una organización yazidí informó a HRW que el total de secuestrados o asesinados por el EI ascendía a 3,133, de los que facilitó nombres completos.
La violación sistemática de las mujeres jóvenes y niñas secuestradas, así como los castigos y torturas, la esclavitud sexual y la venta de cautivas ha sido una práctica estatuida por el EI. El testimonio de Jalila ilustra, a través de su propia historia, cómo es esta práctica. La niña contó que fue interceptada junto a su familia cuando huían de los yihadistas que estaban tomando su aldea el 3 de agosto de 2014. Hombres árabes de su aldea la capturaron y la entregaron a combatientes del EI, los que la llevaron junto a otras jóvenes a Tal Afar. Más tarde las trasladaron a Mosul, donde, por entonces se habían asentado. Luego la separaron de su hermana y la llevaron a una vivienda en Siria, donde se hallaban otras cautivas.
“Los hombres venían y nos elegían. Al llegar, nos decían que nos pusiéramos de pie y luego examinaban nuestros cuerpos. Nos pedían que mostráramos nuestro cabello, y a veces golpeaban a las jóvenes que se negaban. Vestían dishdashas (túnicas hasta los tobillos) y usaban la barba y el pelo crecido”, contó Jalila.
Jalila agregó que finalmente un hombre la “eligió”, le dio una bofetada y la arrastró fuera de la vivienda. Como la niña intentó resistirse y le rogó que no la tocara, el hombre la forzó y mantuvo relaciones sexuales durante los tres días siguientes.
Durante su cautiverio Jalila le “perteneció” a siete combatientes distintos del Estado Islámico. “A veces me vendían. Otras me entregaban como un obsequio. El último de los hombres fue el más abusivo, me ataba las manos y las piernas”, relató.
Otra niña de 12 años, que HRW nombró como Wafa, contó una peripecia similar: violada reiteradas veces, vendida u obsequiada, sometida a castigos. Wafa escapó luego de tres meses de cautiverio.
Un calvario similar atravesaron mujeres jóvenes que, además de tratos similares, fueron ofrecidas a matrimonios forzados. Algunas contaron que eran vendidas por $ 2,000 dólares entre los propios combatientes del Estado Islámico para estos fines.
Como objetos.
Dilara, una joven yazidí de 20 años, contó que tras capturarla la llevaron a una gran sala en Siria donde vio a otras 60 mujeres en su misma condición.
Los yihadistas las reunieron en la sala y les advirtieron que a partir de ese momento “se olvidaran de sus familiares, ya que en adelante contraerían matrimonio con ellos, tendrían a sus hijos, se convertirían al islam y rezarían”.
A partir de ese momento comenzó el terror para Dilara y las otras jóvenes.
“Desde las 9:30 de la mañana, llegaban hombres para comprar jóvenes con el propósito de violarlas. Vi con mis propios ojos cuando soldados de Estado Islámico tiraban del cabello y golpeaban a jóvenes, y propinaban fuertes golpes en la cabeza a quienes se resistían. Se comportaban como animales…”, contaría luego Dilara a HRW.
Otras sobrevivientes contaron cómo era el trato que recibían una vez entregadas a sus “dueños”. Dos hermanas de 25 y 21 años contaron cómo fue entregada de ese modo su hermana menor de 16 años. Al cabo de varios meses se les permitió visitarla y la adolescente contó que el hombre, de origen europeo, la había violado varias veces, que la golpeaba, y que la esposó y le aplicó descargas eléctricas, además de negarle los alimentos. Luego fue vendida a otro yihadista que la violó durante un mes y más tarde a un argelino que la retuvo durante otro mes. Las hermanas la vieron por última vez cuando la habían entregado a un yihadista de origen saudita. “No sabemos nada de ella desde entonces”, contaron.
De acuerdo con los testimonios reunidos por HRW la aplicación de castigos físicos, incluso de torturas, es frecuente por parte de los yihadistas.
“Zara, de 13 años, contó que milicianos de Estado Islámico la acusaron a ella y a otras dos jóvenes de profanación del Corán mientras estuvieron cautivas en una hacienda agrícola. Nos castigaron a las tres llevándonos al jardín y atándonos las manos con alambre, dijo. Nos vendaron los ojos y nos dijeron que nos matarían si no decíamos quién lo había hecho. Nos golpearon durante 10 minutos y dispararon al aire”, señala el informe de HRW.
Las presiones de todo tipo se llevan a cabo, según los testimonios, para que las cautivas se conviertan al islam. La misma niña, Zara, contó que fueron arrastrada hasta una vivienda donde la encerraron junto a otras niñas y adolescentes donde las obligaban a repetir oraciones del Corán.
“Nos juntaron en un mismo lugar y nos hicieron repetir luego de él. Una vez que pronunciamos la shahada,nos dijeron que habíamos sido convertidas a su religión y que esa religión era la adecuada”, recordó Zara.
Las mujeres y niñas que han logrado escapar continúan siendo víctimas, según pudo confirmar la organización. Intentos de suicidio, problemas médicos, cuadros de depresión profunda. Su estado muchas veces excede la capacidad de atención médica del gobierno del Kurdistán. Todas están convencidas de que la pesadilla no ha terminado.
Las “leyes” que rigen a yihadistas.
Un documento del Estado Islámico citado por HRW, informa de cómo se instruye a los yihadistas: Se permite comprar, vender o entregar como obsequio a mujeres en cautiverio y esclavos, en tanto constituyen meros objetos de los cuales se puede disponer libremente(…) Se admiten las relaciones sexuales con esclavas de sexo femenino que no hayan alcanzado la pubertad cuando por su estado físico puedan mantener relaciones; sin embargo, cuando no estén en condiciones de mantener relaciones, se podrá gozar de su cuerpo sin penetración… Se permite propinar golpes a mujeres esclavas como golpizas disciplinarias.
Fuente: Comité Central Israelita del Uruguay.
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