AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO
Por Adrian G. Duer
Tuve la inmensa suerte, a pesar de haber ido por mi cuenta, de lograr un pase de acceso ya que dicha manifestación de paz era con gente que en su gran mayoría judíos llegados de todo el mundo, iba a ser muy controlada por la seguridad local de Polonia y el propio Mossad.
Todos lo que estaban allí ya conocían el museo de Auschwitz-Birkenau por haber estado el día anterior o en esa semana previa. Lo cual hacía la gran diferencia conmigo que llegué de colado en un bus con americanos, casi sobre la hora del inicio.
Mis ojos iban de un lado al otro. La emoción era muy fuerte. Envuelto en mi bandera de Israel caminaba casi en primera fila… si, de puro caradura que soy. Estaba en la fila de las autoridades con los altos rabinos a la cabeza, y atrás venía yo con embajadores, alcaldes, presidentes de entidades judías, etc.
El camino era de tres kilómetros, desde el Campo de Auschwitz al de Birkenau. Desbordaba la energía de los jóvenes y los adultos por igual. Fotos, lágrimas, abrazos, contenciones… abundaba la camaradería y la alegría de estar más allá de los idiomas o procedencias.
Así, en un momento me vi tentado a salir de la marcha y acercarme a una barraca donde escuché era la de mujeres. Total, yo iba delante de todo, y si perdía unos momentos igual me alcanzaba para incorporarme otra vez en la mitad de la gran columna.
Al entrar solo me encontré primero con el frio eterno… y luego con la soledad más absoluta. Piso de barro y paja. Camastros anchos de madera dura. El corazón y las lágrimas me estallaban. Toqué, acaricié los tablones de una cama donde muchas mujeres judías, en tiempos diferentes, habían dormido allí.
Hubiese dado mi propia vida para salvar alguna niña de aquel entonces.
-“¡Perdón!, dije. No quise hac… pero… ¿quién habla? Pregunté mirando en mi rededor sin hallar a nadie.
(Silencio)
Miré hacia arriba como buscando cámaras, parlantes, algún artefacto de control… pero nada.
-“¿Acaso ud. me oye? Logré oír apenas en una voz finita y tímida.
-“Sí, yo te oigo, ¿donde estás?” pregunté
(de nuevo un silencio)
-“Perdón, ¿dónde estás? Repetí… “No es lugar para bromas”
-“Acá, frente a ud. lo estoy mirando a los ojos. Pero no puedo creerlo, en todo este tiempo es la primera vez que alguien me escucha”.
-“¿Esto es un chiste?” alcancé a balbucear casi tiritando sin saber si era por miedo, desconcierto o el frío.
-“Bueno, si ud. no sabe yo menos, pero broma no es… yo y ud estamos acá solos, junto a mi cama. La única diferencia parece ser que ud a mí no me ve, solo me oye. En cambio yo lo veo y lo oigo”.
-“Pe… pero…. Qui.. qui.. ¿quién sos?” pregunté tartamudeando.
-“Me llamo Maria Krajewska …. Prisionera 34.425. ¿Y ud?
-“Yo soy Adrian y vengo desde Argentina”.
-“Eso lo supe al instante, los acentos son tan simples de reconocer… “
-“Por qué lo sabes?”
-“Porque de tanto caminar junto a los guías aprendí muchos idiomas… es fácil, todos dicen más o menos lo mismo, y como sé lo que dice el guía polaco fui aprendiendo. Cuando les hacen preguntas es donde sumo nuevas palabras”.
-“¿Y porque será que a mí me escuchas y a otros no?”
-“No puedo siquiera imaginarlo, pero deduzco que ud. está muy sentido de lo que pasa aquí, sus lágrimas son muy emotivas, hace rato lo vengo observando. Acá viene todo tipo de gente, ¿sabe? Pero ud. está realmente dolido, puedo sentirlo.
-“Y vos, Maria, ¿de dónde venís?”
-“Todos nosotros, mi familia y yo, somos de acá, de Polonia, y fuimos de los primeros en llegar desde el Guetto de Varsovia”.
-“¿Pero acaso no han intentado escapar? ¡Había señales de que esto podía pasar!”
-“Ni me lo recuerde, mi padre intentó todo, recorrió muchos consulados, muchas oficinas, nadie otorgaba una visa, ni siquiera a los niños por quien finalmente mi madre imploraba sin importarles su propia suerte. Todo era burocracia y mentiras. -Somos la peste del mundo-, así nos llamaban. Ningún país quería recibirnos, ¿me entiende? ¡¡¡Ninguno!!! Decían que manejábamos todos los bancos… ¿podría yo estar aquí si fuese cierto?” No hubo modo de escapar, créame… y además, ¿quien sabía que esto terminaría así? Ahora es fácil saberlo, pero en aquella época ninguna mente humana se hubiese imaginado este desenlace fatal.”
-“¿Y que haces acá, Maria, después de tanto tiempo?”
-“Ay, por favor, ¡qué pregunta más ingenua! Estoy prisionera señor, ¡¡¡soy prisionera!!!”
-“No entiendo, Maria, ¿prisionera de quién?”
-“De los nazis, hombre, de los alemanes! Perdón, ¿es ud tonto?”
-“No puede ser lo que escucho, María, la guerra ya terminó, hace ya 70 años la guerra términó”.
-“¿Cómo que terminó?, ¿ya mataron a todos los judíos del mundo?”
-“No, Maria, la guerra terminó y ellos han perdido, los nazis perdieron”.
-“¡Esto es una trampa! ¿Me descubrieron? ¡¡Me lo temía!! Eso me pasa por confiar. Ya mismo me voy a mi escondite. Ud me parecía buena gente pero ahora veo que es un espía.”
-“Espera, María, no te vayas… déjame aclarar algo: ¿qué edad tienes?
-“Y dónde están tus padre y hermana, Maria?”
-“Me da vergüenza decirlo, pero me abandonaron. Un día ya no los vi más, se han marchado”.
“¿Qué es lo último que recuerdas con ellos?”
“Recuerdo que nos enviaron a todos los de nuestro grupo a un baño higiénico, después de tantos meses donde los piojos eran grandes como la uña de mi dedo. Y las pulgas saltaban como grillos. Quienes ya no tenían más fuerzas, estos insectos lo terminaban de matar. Por eso la ducha fue algo muy esperado. Pero se ve que me quede dormida porque al salir ya no había nadie, todos se fueron, todos, y yo quedé sola. No vi a nadie más, y mi familia también se fue. Algún día espero encontrarlos. ¿Ud. qué cree?”
-“Creo, Maria, que vos estas en otra dimensión, que no sabés lo que ha pasado en realidad. Tus padres jamás te hubiesen abandonado, sin conocerlos puedo jurarlo. Que han corrido la misma suerte que el resto… incluso que vos también. Es a la inversa Maria, ellos te están esperando a vos.
-“Qué alivio me da, Ud. no sabe lo que he pasado hasta que dejé de sentir dolor. No tiene idea, Adrián. Robar migas para comer al menos eso. Estar muertos de hambre y guardar unas migajas para el día siguiente. Trabajar con el frío desabrigada y no sentir más mis dedos morados. No poder jugar más… con mi hermana melliza siempre jugábamos y nos reíamos a carcajadas, de todo… eso se terminó en el mismo Guetto, nunca más pude jugar, y la extraño tanto.
-“Czeslawa Krajewska, número de prisionera 34.426. ¿Puede buscarla? Quizás también está aquí, no? Pero si quiere, hay fotos nuestras en un pabellón, así ve lo idénticas que somos. Como nos burlábamos de todos con eso. Ya ni se cuántas veces una tomó el lugar de la otra en la escuela o con amigas. Nos divertíamos tanto. La única que nos reconocía de inmediato era mamá.
-“¿Y dónde debo estar si no es aquí? ¿Cómo voy a huir si todo está electrificado? ¿Acaso no vio los guardias? No llegaría ni a acercarme a los alambrados que me dispararían, Adrián. Yo no voy a hacer como esos que en la desesperación corrieron buscando irse y quedaron pegados al alambrado al instante pareciendo más un suicidio que un escape… yo me mantengo alejada y oculta de todos.”
-“Si yo te cuento quién sos, Maria, y para que has esperado tantos años aquí, luego ¿me harías un favor?”
-“¡¡¡Hecho!!!”
-“Vos ya no sos una prisionera, querida y dulce amiga, sos un espíritu, un alma. Tu cuerpo no está entre nosotros, pero por algo no nos has abandonado del todo. Estás mitad aquí y mitad en otro mundo… y te contaré cosas que no imaginas: SOMOS LIBRES MARIA, LIBRES!!! Vos y y yo. Han muerto muchos como vos y tu familia, miles, millones, pero no nos han acabado, no pudieron. Siempre quedará al menos uno de nosotros para decir:
“SHEMA ISRAEL ADONAI ELOHENU ADONAI EJAD, BARUJ SHEM KEVOD MALJUTÓ LEOLAM VAED”.
-“Me ha dejado muda, Adrián… ¿quiere decir que soy libre?”
-“Así es, mi amor, eres libre de cuerpo y alma”.
-“¿Y qué favor debo hacerle ahora?”
“ NUNCA MAS UN JUDÍO MORIRA ASÍ. “
-“Vamos, Maria, recuerda todo lo que te conté y corre a decirles… vamos, dame tu mano, eres libre….. ”
-“Adrián, ¿me muestra una vez más la bandera de Israel cuando me esté yendo? No sabe lo que significa verla para mi”
Texto y fotos: Adrián G. Duer
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