Locura estratégica en el acuerdo marco con Irán

 

 YAAKOV AMIDROR

Sólo una incomprensión profunda de la naturaleza del régimen iraní podría llevar a alguien a creer que el acuerdo propuesto del P5+1 terminará por satisfacer las ambiciones nucleares de Teherán. Estados Unidos es capaz de frenar  el programa nuclear de Irán. Lamentablemente, Estados Unidos simplemente ha elegido no hacerlo. Israel tendrá que decidir ahora si accede a la búsqueda nuclear de Irán o prepararse para enfrentarlo.

El acuerdo marco nuclear firmado entre Irán y las potencias mundiales, a saber Estados Unidos, Rusia, China, Inglaterra, Francia y Alemania, el 2 de abril, fue definido por el presidente estadounidense Barack Obama como un “entendimiento histórico”, mientras que para el Primer Ministro Benjamín Netanyahu fue un mal  acuerdo.

Ambos líderes están en lo correcto: El acuerdo ha cambiado radicalmente la posición de Irán en la escena mundial a cambio que Irán lentifique temporalmente su búsqueda de armas nucleares, y en este sentido es de hecho “histórico.” Pero, el acuerdo otorga a Irán el status de una potencia regional y lo legitima como un estado en el umbral nuclear. Ahora depende de Irán decidir cuándo cruzar este umbral, y en este sentido es un acuerdo “malo.”

Estados Unidos cambió su política en medio de las negociaciones, demandando al principio que Irán fuera despojado de sus capacidades de producción de armas nucleares pero aceptando luego colocar sólo limitaciones y supervisión sobre estas capacidades.

El acuerdo marco indica claramente que Estados Unidos ha llegado a aceptar que Irán poseerá  un día capacidades nucleares militares, y que al final del período de supervisión no habrá nada  que impida a la República Islámica realizar este potencial.

Así lo dijo Obama  al pueblo estadounidense en una entrevista radial, antes que sus portavoces se apresuraran a decir que fue mal entendido. Pero incluso si fuera así, las declaraciones de Obama reflejaron la realidad que puede surgir de cualquier acuerdo final con Irán.

Esta realidad conlleva tres situaciones. La primera puede ver a los iraníes renunciando a sus campañas nucleares, en forma voluntaria o no. Algunos en el gobierno estadounidense creen que esta es una opción viable, y que fomentar a las fuerzas moderadas dentro de Irán finalmente producirá el cambio.

La segunda situación puede ver a los iraníes seguir con el acuerdo en forma diligente, mientras estabilizan su economía, reforzando su condición regional, fortaleciendo a sus aliados, tales como Hezbollah, y realzando su experiencia nuclear. Luego, una vez que entre en efecto la cláusula de expiración del acuerdo, los iraníes reanudarán los aspectos militares de su programa con celo renovado.

Durante las negociaciones, Estados Unidos ha tratado de prolongar el período durante el cual Irán sería incapaz de buscar las capacidades nucleares diciendo que si Teherán cumple con el acuerdo, eso daría más tiempo al Occidente, al menos una década. La excusa del gobierno fue que un aplazamiento del tema era preferible a la alternativa de una operación militar que puede no darle al Occidente la misma cantidad de tiempo, haciendo del acuerdo una mejor opción.

La tercera situación puede ver a los iraníes ganando tiempo y esperando el momento correcto para violar el acuerdo. Esto sucederá probablemente sólo después que sean levantadas todas las sanciones, y después que suficientes países hayan invertido intereses financieros en Irán, lo que podría disuadirlos de apuntar a su economía.

Estados Unidos, por su parte, ha prometido poner en vigencia prácticas rigurosas de inspección, lo que garantizaría al Occidente al menos un año para detectar cualquier violación del acuerdo.

Un Medio Oriente nuevo y violento

¿Garantizaría tal acuerdo, en alguna medida, un cambio en las aspiraciones nucleares de Irán? Parece que lo contrario es cierto. En el futuro cercano, el acuerdo sólo alimentará el deseo de Irán de realizar el potencial esbozado y legitimado por el acuerdo. La esperanza de que el acuerdo producirá de alguna forma un proceso positivo en Irán no tiene asidero en la realidad.

El presidente iraní Hassan Rouhani parece ansioso de que su país obtenga armas nucleares. De hecho, no hay debate dentro del liderazgo iraní sobre si tales capacidades son o no necesarias, tan sólo se busca la mejor forma de lograrlas.

Sólo una profunda incomprensión de la naturaleza del régimen iraní podría llevar a alguien a creer que este o cualquier acuerdo satisfacerá en cierta forma las ambiciones nucleares de los ayatolas, al punto de convertirse en un elemento que cambie el  juego.

¿Realmente no hay alternativa militar alguna que pudiera resultar en un revés mayor para el programa nuclear de Teherán, una que pudiera pesar más que el retraso esbozado en el actual acuerdo?

Después de todo, fue bajo las órdenes de Obama que Estados Unidos desarrolló un arma que podría comprometer seriamente las plantas nucleares de Irán. El argumento que cualquier ataque militar resultaría sólo en un revés de corto plazo en las empresas nucleares de Irán es errado, porque el cálculo estadounidense aparentemente profesional sobre el tema es puramente técnico.

Este cálculo es deficiente porque no logra tomar en cuenta el efecto que tendría un ataque exitoso sobre la voluntad de Teherán de invertir en rehabilitar un programa que podría ser destruido en cuestión de varias noches,  que es lo que Estados Unidos dijo que tomaría atacar todas las plantas nucleares de Irán.

Creo que Irán, sometido a sanciones paralizantes, no se apresuraría a resucitar su programa nuclear en el caso que este fuera destruido por Estados Unidos. También es razonable que la capacidad real de Irán de tomar represalias por tal ataque, en vez de poner en juego a Hezbollah, estaría limitada.

Un ataque estadounidense podría hacerle ganar al Occidente más que apenas algunos años, pero su reticencia para asumir los riesgos involucrados en una operación militar es comprensible. No obstante, la realidad es clara: Estados Unidos puede poner un alto por la fuerza al programa nuclear iraní; simplemente elige no hacerlo.

El argumento que el acuerdo marco daría al Occidente tiempo suficiente para detectar cualquier violación es infundado también.

Los iraníes no son estúpidos. No tienen intención de violar abiertamente acuerdos importantes, y su búsqueda de un arma nuclear simplemente se lentificará a un arrastre en cierta forma vago.

La información posterior al acuerdo sobre el programa iraní no será tan precisa, a medida que Estados Unidos imponga sanciones sobre la reunión de información a lo largo de la República Islámica, la que ya no será más un estado enemigo, sino más bien una nación con la cual Washington busca mejorar las relaciones.

Cuando la información ambigua surja finalmente, nadie se apresurará a declarar que el acuerdo ha fracasado. Al contrario, hasta el momento en que la inteligencia clara ordene una respuesta estadounidense, la mayoría de la ventana de represalia de un año habrá transcurrido. Restablecer las sanciones internacionales en ese momento sería casi imposible, volviéndose más una razón para evitar un ataque militar.

Los objetivos establecidos por Estados Unidos para esa ventana de un año – detectar cualquier violación y tomar represalias, ya sea a través de sanciones o un ataque militar – no aprobarán la prueba de la realidad. Los iraníes son muy inteligentes como para cometer un error de ese calibre.

Irán ha estado engañando al mundo durante 20 años, y el acuerdo hará eso mucho más fácil, sería más fácil para el Occidente creer las mentiras de Teherán que admitir que cometió un error histórico y montar una operación militar.

Además, el acuerdo va a tener repercusiones geopolíticas serias. El acuerdo con Irán es probable que lleve a una carrera por armas nucleares en el Medio Oriente sunita, tanto como a beligerancia incrementada por parte de Irán y sus aliados, tales como Hezbollah, los huzíes, el presidente sirio Bashar Assad y Hamas.

En el largo plazo, el acuerdo podría comprometer potencialmente la poca estabilidad que queda en la región, lo que a su vez daría nuevas y terroríficas dimensiones a la lucha entre chiítas y sunitas, haciendo aún más volátil a un escenario ya violento.

Irán tratará de capitalizar la superioridad regional que Estados Unidos le ha concedido al primer cambio que obtenga, sabiendo que las declaraciones estadounidenses sugiriendo que todas las opciones que están sobre la mesa no son más que un discurso vacío.

Una Decisión Difícil

El logro estadounidense más importante en el acuerdo marco fue el compromiso de Irán en quitar todo el material enriquecido que tiene actualmente, o los planes de producir, excluyendo una cantidad simbólica de uranio enriquecido.

Es importante comprobar este compromiso y ver a través de el. Según el concepto estadounidense, la diferencia entre las considerables capacidades de enriquecimiento de Irán, que permanecerán intactas, y la cantidad de material enriquecido que retiene de hecho es un factor crucial en el acuerdo.

Sin embargo, en el largo plazo, es el número de centrifugadoras en operaciones el que importa – no el monto de material enriquecido retirado a Irán. En virtud de la cláusula de expiración del acuerdo, las centrifugadoras de Irán le permitirían reanudar las actividades de enriquecimiento rápido tan pronto como las busque.

El hecho que Irán haya aceptado cesar el enriquecimiento de plutonio es trivial. El reactor de Arak no es totalmente operativo, entonces fue fácil para los iraníes renunciar a algo que nunca tuvieron.

El concepto de tiempo es un punto de discusión fundamental entre EE.UU. e Israel y otros países de la región. Una década puede parecer un largo tiempo para los líderes que son electos por un período de tiempo limitado, pero para los líderes con perspectivas de seguridad nacional históricas, 10 años no es nada de tiempo.

La elaboración del acuerdo final entre la República Islámica y el Occidente permitirá a Irán las conveniencias de perfeccionar su experiencia nuclear, dándole la capacidad de producir armas al cabo de una década.

Los iraníes comprenden que este acuerdo les hará ganar tiempo, y su precio es el reconocimiento futuro de Irán como una potencia nuclear. Ese es un precio imposible de pagar para Israel y otras naciones en el Medio Oriente.

La alternativa más viable debió haber sido el seguir imponiendo y agravando las sanciones, mientras se deja en claro a Irán que cualquier empresa nuclear por su parte sería limitada por líneas rojas claras y duras, y que si alguna de ellas es cruzada alguna vez, Estados Unidos reaccionará enérgicamente.

Agotado por las sanciones en curso, Teherán estaría cauto de violar el acuerdo. Esto podría hacer que Irán renuncie a su programa nuclear, especialmente enfrentado con una amenaza militar viable, pero dada la política estadounidense, la cual ya no parece querer más despojar a Irán de sus capacidades nucleares, deben ser presentados otros conceptos.

Si el acuerdo marco madura en un acuerdo final, Israel se enfrentará a apenas un puñado de opciones: Vivir con el acuerdo, queriendo significar preparación para el día en que Irán se convierta en nuclear mientras intenta generar disuasión. O Israel puede intentar detener por la fuerza a Teherán, contrariamente a los deseos de otras potencias mundiales. Ninguna opción es buena, conformando una decisión muy difícil.

Fuente: The Begin-Sadat Center for Strategic Studies

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

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