AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Un ex guardia admite alguna responsabilidad pero no culpa penal. ¿Qué pensará el tribunal?
Daniel Suleiman
En el día de inicio de su juicio penal en Lüneburg, Alemania, el pasado 21 de abril, por complicidad en las muertes de aproximadamente 300,000 judíos, la mayoría húngaros, el ex oficial de las Waffen SS, Oskar Gröning, de 93 años, explicó que tiene la responsabilidad “moral” por el rol que desempeñó en Auschwitz, el campo de concentración donde estuvo de 1942 a 1944, pero no admitió que es culpable de crímenes.
“Sin lugar a dudas soy moralmente cómplice en el asesinato de millones de judíos a través de mis actividades en Auschwitz, pero en cuanto a la pregunta de si soy culpable penalmente, eso lo deben decidir ustedes”, dijo al tribunal.
La estrategia del Sr. Gröning de conceder una batalla en un intento por ganar una más importante es una táctica común en defensa penal. Dzhokhar Tsarnaev, quien fue condenado por un jurado el pasado 8 de abril por su rol en los bombardeos en la Maratón de Boston, está intentando algo similar.
En el primer día de la fase de culpabilidad de su juicio, el abogado de Tsarnaev admitió que Tsarnaev y su hermano fueron responsables por los bombardeos y el asesinato de un oficial de policía universitaria. ¿Por qué? Porque al entregar una victoria al gobierno en la fase de culpabilidad, Tsarnaev espera fortalecer su argumento en la fase de sentencia para ser salvado de la pena de muerte.
A veces esta estrategia funciona. Pero a veces es meramente todo lo que tiene un acusado. ¿La declaración del Sr. Gröning referente a que él carga con la responsabilidad moral por las muertes en Auschwitz debe salvarlo de un veredicto de culpabilidad?
La respuesta corta es no. Claramente hay situaciones en las cuales las fallas morales no se igualan, y no deben hacerlo, con la culpa penal. El adulterio es considerado comunmente una falla moral en Estados Unidos, pero los estadounidenses ya no son enjuiciados por ello. No hacer nada mientras se incendia totalmente la casa de un vecino podría resultar en sentimientos de culpa moral, pero casi con seguridad no es un crimen. En un ejemplo más cercano a la situación del Sr. Gröning, alguien que se negó a ocultar a un amigo o vecino cuando los judíos estaban siendo arrestados en Budapest podría sentirse “cómplice moralmente” en sus muertes consiguientes, pero no se le consideraría responsable penalmente.
Supongamos que los hechos son como sostiene el Sr. Gröning—que él recogía las pertenencias de los prisioneros que llegaban a Auschwitz, y fue testigo de atrocidades, pero que no participó personalmente en gasear a víctimas inocentes o, en su propio ejemplo horripilante, golpeó hasta la muerte a un bebé que había sido dejado atrás. No tenemos forma de saber si estos hechos ocurrieron como él los ha contado, o si hubo otros casos en los cuales el Sr. Gröning participó en forma directa en actos de asesinato. Pero es indiscutible, aparentemente incluso para el propio Sr. Gröning, que él tiene alguna responsabilidad moral por las muertes que ocurrieron mientras estaba en Auschwitz.
¿Entonces él es también culpable de crímenes? Los campos no fueron su idea, tampoco envió, hasta donde sabemos, a nadie a la cámara de gas. Tal vez, incluso en privado, llegó a rechazar la ideología nazi.
Reconozco que mi juicio podría estar empañado por el hecho que mi madre, quien nació en Budapest en 1939, podría haber sido una de las víctimas de Oskar Gröning, de no haber sobrevivido ella y sus padres a la guerra bajo identidades falsas. O debido a que otros miembros de mi familia perecieron en campos de concentración, tal vez mientras el Sr. Gröning observaba. Pero estoy entrenado para examinar las cuestiones legales en forma analítica y, como una cuestión puramente legal. No acepto el argumento del Sr. Gröning, porque no encuentra apoyo en los conceptos comunes del derecho penal.
A modo de ejemplo, todos los días a lo largo de Estados Unidos, los acusados son inculpados por ayudar a otros a cometer crímenes, servir como un cómplice, o participar con otros en una empresa criminal. Estos conceptos son básicos, y elásticos. Si yo aborrezco el robo bancario, pero llevo a una persona a un banco local donde, vestido con una máscara, sale y roba la institución bancaria, tanto él como yo hemos cometido un delito. Si ayudo a enrutar llamados telefónicos para una red de traficantes de drogas, pero nunca toco las cosas, aún así soy un delincuente.
Y si despojo de sus últimas monedas a las víctimas del Holocausto en su camino a la cámara de gas, porque, como testificó el Sr. Gröning, “ellas ya no lo necesitaban más”, soy culpable. Soy un cómplice de asesinato, un participante en una empresa criminal. Atrapado en las actividades de los planes de otros, quizás, pero culpable.
Hombres de 93 de edad no son los acusados penales ideales porque su fragilidad les da un brillo simpático. El Sr. Gröning, con su andador, se parece apenas al oficial y contador de dinero de las Waffen SS que fue una vez. Pero no hay estatuto de limitaciones sobre la atrocidad, y su declaración de culpa moral no debe confundir a nadie en pensar que él no comparte tampoco responsabilidad penal por lo que ocurrió en Auschwitz.
*Daniel Suleiman, es abogado en la práctica privada en Washington, D.C., fue funcionario principal en la división penal del Departamento de Justicia de 2010 a 2013.
Traducción: Marcela Lubczanski
Fuente: The Wall Street Journal.
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