RAQUEL SCHLOSSER STAVCHANSKY
¿Cómo le explico a mi hija que la humanidad fracasó el 10 de mayo?
Que los nazis en Alemania en 1933 ordenaron la “Quema de Libros”.
Se calculan más de 250,000 volúmenes ( no libros) sino colecciones, quemadas. No había copias, ni resguardos electrónicos. Quemaron originales de premios nobeles, de literatura, ciencia, poesía, arte, historia, política…. Cuánto conocimiento perdido.
Al celebrar a las madres, que traen al mundo a los nuevos seres a la humanidad, celebremos ese mismo día las ideas humanitarias que los nazis quisieron acabar. Regalemos libros de las y los autores a quienes quemaron, y celebremos a las madres y la educación humanitaria en este día.
Santayana lo dijo en una frase sabia:
Aquel que no recuerda el pasado esta condenado a repetirlo.
Debemos conocer la historia para poder cambiar el futuro.
En este sentido, el “hubiera”, más que un tiempo verbal, es un concepto que permite que el pasado sea el maestro del presente.
El “hubiera”, se transforma en la posibilidad de repensar lo que podría haber sido, y permite formular nuevas preguntas para educar la conciencia. Desnudar el lado oscuro significa reconocer y aprender de manera profunda para aprehender las lecciones de la historia.
El Holocausto nos proporciona una de las enseñanzas del fracaso más grande de la humanidad, siendo el peor genocidio del mundo moderno. Planificado, estructurado, pensado, medido, organizado por uno de los pueblos más desarrollados intelectualmente, los alemanes. Los nazis incrustaron y potenciaron la deshumanización del pensamiento a través de la creación de armas psicológicas. Usaron toda su inteligencia para la destrucción: imponer como verdad la discriminación, ejercer la humillación sistemática en las calles, despersonalizar, separar familias. Una de sus armas más potentes fue sembrar miedo.
Cuando el corazón y el intelecto no miran en la misma dirección, la compasión y la comprensión no tienen espacio. Intelectualidad sin alma es una fórmula peligrosa para la convivencia humana.
Theodor Adorno, uno de los grandes exponentes de la Escuela de Frankfurt que emigró a Estados Unidos durante la guerra, en 1966 dictó una memorable conferencia por la radio, que posteriormente se publicó en un libro titulado La educación después de auschwitz (Nota mía: minúsculas intencionales, no merece el honor de las mayúsculas).
Adorno dice: No creo que sirviese de mucho apelar a valores eternos, pues, ante ellos, precisamente quienes son proclives a tales crímenes se limitarían a encogerse de hombros; tampoco creo que ayudara gran cosa una tarea de ilustración acerca de las cualidades positivas de las minorías perseguidas. Las raíces deben buscarse en los perseguidores, no en las víctimas, exterminadas sobre la base de las acusaciones más mezquinas. En este sentido, lo que urge es lo que en otra ocasión he llamado el “giro” hacia el sujeto. Debemos descubrir los mecanismos que vuelven a los hombres capaces de tales atrocidades, mostrárselos a ellos mismos y tratar de impedir que vuelvan a ser así, a la vez que se despierta una conciencia general respecto de tales mecanismos. No son los asesinados los culpables, ni siquiera en el sentido sofístico y caricaturesco con que muchos quisieran todavía imaginarlo. Los únicos culpables son quienes, sin misericordia, descargaron sobre ellos su odio y agresividad. Esa insensibilidad es la que hay que combatir; es necesario disuadir a los hombres de golpear hacia el exterior sin reflexión sobre sí mismos. La educación en general carecería absolutamente de sentido si no fuese educación para una autorreflexión crítica. Pero como los rasgos básicos del carácter, aun en el caso de quienes perpetran los crímenes en edad tardía, se constituyen, según los conocimientos de la psicología profunda, ya en la primera infancia, la educación que pretenda impedir la repetición de aquellos hechos monstruosos ha de concentrarse en esa etapa de la vida.
El legado maldito de las guerras parece interminable. Los sobrevivientes nunca dejan de mirar la última imagen de un hermano inocente asesinado, la historia de un amor que no aprovechó la oportunidad de salvarse por no abandonar a su amada, familiares desaparecidos que son fantasmas de insomnio para quienes no pueden cerrarse los duelos, madres separadas de sus hijos llevados a los hornos crematorios en el nazismo que viven muertas, y desgraciadamente muchos más ejemplos.
Maurice Halbwachs explica la trascendencia del dolor y sus consecuencias a través del tiempo, con la teoría sobre la memoria colectiva. Es la que migra con las familias; no tiene ni lugar ni tiempo fijo, tampoco fronteras. Allí habitan las memorias de los traumas sociales vividos o provocados, los duelos inconclusos de inocentes y de culpables. Se hereda a pesar de no tener lugar, se escribe en la familia a pesar de no tener documentos. También la lucha contra la adversidad se graba, así como la resiliencia. Por eso el Nunca Jamás y el No Olvidar, tiene que enseñarse.
Se acarrea el dolor indecible de las injusticias por generaciones y viaja en el tiempo a los inocentes. Las familias de los victimarios también sufren las consecuencias. En el caso de los hijos y nietos de nazis, los secretos familiares forman parte de su cultura y de sus torturas silenciosas de vergüenza y culpa que los persigue. No son responsables los descendientes de los actos directos de sus familiares cómplices del nazismo, pero la memoria colectiva se hace cargo de transmitir al futuro. He escuchado sus historias secretas en mi consulta de Psicología Transgeneracional® y los talleres de Constelaciones Familiares y Psico-históricas© que hace 16 años realizo. He observado dinámicas muy diferentes de hijos y nietos de sobrevivientes y las de hijos y nietos de victimarios. Padecen el pasado en sus síntomas, en sus relaciones familiares torturadas.
Entre los horrores del nazismo encontramos también a quienes iluminó la frase del Talmud: Salva una vida y es como salvar al mundo. Personas comunes y corrientes que se transformaron en heroínas de la esperanza dentro de la gran oscuridad. Sobre ellas es necesario enseñar. En el infinito de nubes azules se encuentra Oscar Schindler, Irena Sandler y Nicholas Winton, y otros Justos entre las Naciones reconocidos por el Museo Yad Vashem de Jerusalém.
Hay quienes hicieron resistencia intelectual. Un escritor importante de la época, James Joyce, ayudó a conseguir la visa de Hermann Broch, quien nunca habló de lo que vivió cuando lo mandaron por un mes a prisión. En su libro de prosa poética La muerte de Virgilio (que es uno de mis favoritos), describe el nazismo. También salvaron al escritor Thomas Mann que en su libro Dr. Faustus, habla de la terrorífica noche del kristallnacht (la noche de los cristales rotos del 9 al 10 de noviembre de 1938) y crea al personaje de Adrián, terrible e insensible que dibuja la des-alma nazi, inspirado en el Fausto de Goethe.
Inolvidable en la historia del conocimiento la quema de libros. Más de 250,000 volúmenes, quemados el 10 de mayo de 1933 en las universidades alemanas, los centros del conocimiento. ¡Cuántos poemas, canciones, enseñanzas, investigaciones se perdieron!
Hagamos un día especial para estos autores. Les propongo a las y los lectores/as que celebremos cada año el mensaje humanitario, de libertad y dignidad de los autores que quemaron, y regalemos sus libros con la lista de quienes ardieron en la insensibilidad de las casas de conocimiento. Ese puede ser un acto de memoria de la historia para No Olvidar.
LAS LETRAS QUEMADAS RENACERÁN DE LAS CENIZAS CON EL MENSAJE DE AMOR A LA HUMANIDAD QUE NUNCA JAMÁS PODRÁN BORRAR.
Entre los autores cuyos libros los líderes estudiantiles quemaron esa noche se contaban socialistas famosos como Bertolt Brecht y August Bebel; el fundador del concepto de comunismo, Karl Marx; escritores críticos “burgueses” como el dramaturgo austriaco Arthur Schnitzler, así como “influencias extranjeras corruptoras”, entre ellas el autor americano Ernest Hemingway. Los fuegos consumieron también varios escritos del autor alemán Thomas Mann, que ganó el premio Nobel en 1929 y cuyo apoyo de la República de Weimar y critica del fascismo provocó la ira de los nazis, y los trabajos del autor de éxito internacional Erich María Remarque, cuya descripción impávida de la guerra, Sin novedad en el frente, los ideólogos nazis vilipendiaron como “una traición literaria a los soldados de la Guerra Mundial”. Erich Kästner, Heinrich Mann y Ernst Gläser, denigrados en la retórica devastadora de Goebbels, representaban los primeros críticos literarios alemanes del régimen nazi, aunque Heinrich Mann había ganado fama como el autor de Professor Unrat, que apareció en los cines alemanes en 1930 como “El Ángel Azul”; y Kästner era primariamente conocido por su literatura para niños y jóvenes. Otros escritores incluidos en las listas negras eran los autores americanos Jack London, Theodore Dreiser y Helen Keller, cuya creencia en la justicia social la animó a abogar por los discapacitados, el pacifismo, mejores condiciones para los obreros industriales, y el derecho al voto de las mujeres. (Esta lista es de United States Holocaust Museum). También Stephan Zweig y muchos más.
Si ellos los nazis los quemaron, seguro que su mensaje de paz y amor por la humanidad estaba presente. Eduquemos a nuestros niños y niñas para la paz.
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