CLIFFORD D. MAY
El ministro del exterior de Irán tiene a los estadounidenses comiendo de su mano.
El cementerio más grande de Teherán, Behesht-e Zahra, contiene las tumbas de miles de iraníes muertos en batalla. Hay también un monumento en piedra lustrada llevando esta inscripción: “A la memoria de dos jóvenes libaneses musulmanes que en la mañana del domingo 23 de octubre de 1983, en dos operaciones de martirio simultáneas, con camiones que cargaban explosivos, atacaron el cuartel general de los ocupantes estadounidenses (en Beirut Occidental) matando a 241 marines y 48 paracaidistas franceses. Sus nombres no los conocemos, pero seguiremos su camino.”
Conocemos el nombre del hombre que planificó esos asesinatos en masa – no contra “ocupantes” sino contra fuerzas de paz internacionales trabajando bajo los auspicios de la ONU a pedido del gobierno libanés. Imad Mugniyeh era un comandante de Hezbolá, el satélite terrorista de Irán con base en Líbano. Entre otros ataques por los cuales fue responsable: el secuestro del Vuelo 847 de TWA y la tortura prolongada y asesinato final del jefe de la estación de la CIA en Beirut, William Buckley.
En el año 2008, Mugniyeh fue asesinado. El año pasado, el ministro del exterior de Irán depositó una ofrenda floral sobre su tumba en Beirut.
Y la semana pasada, en la Universidad de New York, hubo este evento: Una Conversación con “Su Excelencia, el Dr. Mohammad Javad Zarif, Ministro del Exterior de la República Islámica de Irán.” ¿Qué dijo él en respuesta a preguntas sobre el tributo que rindió al Sr. Mugniyeh?
Ni una palabra. Nadie pensó preguntar.
En cambio, al Dr. Zarif se le dio una oportunidad de disertar sobre una variedad de temas. El New York Times quedó impresionado por su “suave fluidez en inglés” y “familiaridad con la historia y derecho estadounidenses.” Lo encontró “tranquilo y sonriente, cumpliendo con su imagen como un encanto diplomático ante un público que fue educado y respetuoso.”
El más alto diplomático de Irán asumió “un tono más llano” cuando discutió el Congreso de Estados Unidos donde hay escepticismo bipartidista sobre el acuerdo que va a ser finalizado para el 30 de junio. En particular, “dio algunos toques verbales” al Senador Tom Cotton, el republicano de Arkansas que redactó una carta firmada por 47 senadores republicanos advirtiendo al liderazgo de Irán que la validez de la firma del Presidente Obama sobre un acuerdo podría ser deshecha por el próximo gobierno.”
“Pienso que Estados Unidos, ya sea que ustedes tengan un presidente demócrata o ya sea que tengan un presidente republicano, está obligado por el derecho internacional”, instruyó, “les guste o no a algunos senadores. Y el derecho internacional requiere que Estados Unidos cumpla con los términos de un acuerdo en el que entra este gobierno.”
Sólo para que nos quede claro: “Este gobierno” significa el Presidente Obama, quien está planificando “entrar en” un acuerdo aun cuando la mayoría de los miembros del Congreso lo consideran en detrimento de la seguridad de Estados Unidos y sus aliados. Obama planea hacer esto no llamando tratado al acuerdo – lo cual requeriría una votación del Senado para ratificación – sino más bien un “acuerdo ejecutivo” no vinculante que él puede entregar al Consejo de Seguridad de la ONU que emitirá lo que Zarif llamó una “resolución obligatoria” que vinculará a Estados Unidos. “Le guste o no al Senador Cotton.”
Esa última broma provocó risas del público. “No pude evitar (decir) eso”, concedió juguetonamente el Dr. Zarif. “Estoy tentado de decir que usted pagará por eso”, respondió el moderador, el columnista David Ignatius del Washington Post.
Yo estoy tentado de decir que no lo hará — así como no está pagando por el hecho de que el gobierno que él representa está ahora mismo encarcelando a cuatro estadounidenses, entre ellos el corresponsal Jason Rezaian del Washington Post. Cuando el Sr. Ignatius le preguntó por eso, el Dr. Zarif dijo que esperaba que el Sr. Rezaian pudiera “limpiar su nombre” en un tribunal iraní.
En The New Yorker, Dexter Filkins – un periodista por quien tengo enorme admiración — informó que el Dr. Zarif “es el ministro del exterior de un estado que ha matado a cientos de estadounidenses (en Irak, en Líbano), y es posiblemente el patrocinador del terrorismo más activo del mundo.
El Sr. Filkins agregó: “Él no se disculpa o siquiera reconoce, algo de eso. Ustedes tienen la sensación, observando a Zarif, que su tarea más difícil no es regatear por los detalles de un acuerdo nuclear con el Occidente tanto como mantener a raya a las fuerzas más oscuras en su propio gobierno.”
Esa es la sabiduría convencional. Pero si fuera cierto, ¿habría depositado una ofrenda floral en la tumba del Sr. Mugniyeh? ¿Eso fue parte de su estrategia para mantener a raya a las fuerzas más oscuras?
Dos de mis colegas en la Fundación para la Defensa de las Democracias, Reuel Marc Gerecht, un ex agente de la CIA, y Ali Alfoneh, un profesor iraní de nacimiento, han estado estudiando hace mucho tiempo al Dr. Zarif –leyendo su biografía publicada hace poco y casi todo lo demás que ha escrito.
Su conclusión: El “afable ministro del exterior resulta ser tan religiosamente ideológico como el activista estudiantil radicalizado que fue a finales de la década de 1970” cuando los revolucionarios islámicos de Irán capturaron la embajada estadounidense en Teherán — “a la cual Zarif todavía llama la ‘Cueva del Espionaje'” — manteniendo como rehenes a los diplomáticos durante 444 días. El objetivo del Dr. Zarif es “preservar la revolución islámica, no transformarla.”
Esta declaración parece especialmente reveladora: “Tenemos un problema fundamental con el Occidente y especialmente con Estados Unidos. Esto se debe a que somos demandantes de una misión, la que tiene una dimensión global. No tiene nada que ver con el nivel de nuestra fuerza, y está relacionado con la fuente de nuestra razón de ser”, la República Islámica, agregó, tiene una “vocación global definida, tanto en la Constitución como en los objetivos finales de la revolución islámica. Creo que no existimos sin nuestros objetivos revolucionarios.”
¿Qué dijo el Dr. Zarif sobre eso durante la conversación en la Universidad de New York la semana pasada? Ni una palabra. Nadie pensó preguntar.
Fuente: The Washington Times
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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