THELMA KIRSCH PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Mientras en Monterrey preparamos un festejo para las madres de la comunidad, en la que todas las señoras son agasajadas con una merienda y otras actividades, y que es organizado por el Grupo Wizo Raya Jaglom desde hace más de 30 años, con el fin de ayudar a mantener un maternal en Israel creado por la comunidad, envío el siguiente texto de parte de la Comunidad de Monterrey recordando el valor de ser madres, madres capaces de darlo todo por un hijo. ¡Feliz Día de las Madres!
A lo largo de la historia de la humanidad, el papel de la mujer en este mundo ha tomado distintos matices y muchas veces ha sido mal interpretado y despreciado; sin embargo, mediante un estudio auténtico, basado en nuestras fuentes, podremos llegar a obtener una visión clara del rol de la mujer en este mundo, y especialmente en la vida del hogar judío.
La creación de la mujer
La Torá nos cuenta que después de que Di-s creó al primer hombre, lo durmió y creó a quien sería su esposa, Javá (Eva), pues él había visto que estaba solo y necesitaba una compañía. A Javá la Torá la llama “ézer kenegdó” – es decir, una ayuda para él. Dicen los Sabios que Adan no llegó a ser íntegro y completo hasta el momento en que Javá fue creada, es decir, que el concepto de ser “una ayuda para él” significaba complementarlo.
De aquí aprendemos que para que el hombre pueda cumplir correctamente su función en este mundo, necesita a la mujer. Y por eso se debería categorizar al hombre como el “sexo débil”, pues fue él quien necesitó de la ayuda de su mujer, y no al revés. Por otro lado, la Torá dice en el libro del Génesis 2:23: “Adan dijo: Esta vez, este es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Esto nos enseña que también la mujer necesita del hombre para estar completa.
Toda mujer, así como Javá, es “la madre de toda vida” (3:20). Ella es la renovadora eterna de la humanidad, la que da a luz a nuevas vidas y da forma a su relación con el hombre. Y es por esta razón que la mujer necesita al hombre para poder llevar a cabo su función y cumplir junto con él, el propósito de la vida. En definitiva vemos que uno sin el otro no pueden llegar a ser íntegros ni completos. Más aún, a pesar de que las diferencias físicas que existen entre el hombre y la mujer nos muestran sus diferentes roles, puesto que ambos fueron creados a imagen de Di-s, así como está escrito en Génesis 1:27: “Entonces Di-s creó al hombre a su imagen y semejanza; a imagen de Di-s, Él los creó; hombre y mujer, Él los creó”, esto nos debería enseñar que, de hecho, la mayor parte de sus funciones en este mundo son similares. Los dos fueron creados con la suprema función de servir a Di-s, y este concepto de espiritualidad es la que le da propósito y significado a sus vidas.
Transmitiendo nuestros valores
En la vida judía, la mujer es la base de nuestra existencia como pueblo y la encargada de transmitir nuestros valores de generación en generación. Esta función le ha sido encomendada a la mujer en la revelación de Di-s en el Monte Sinai, así como está escrito en la Torá: “Moshé ascendió a Di-s y Él lo llamó desde la montaña diciendo: Así dirás a la casa de Iaacov y relatarás a los hijos de Israel” (Shemot 19:3). Los Sabios nos enseñan que al decir “la casa de Iaacov”, el versículo se refiere a las mujeres, y al decir “los hijos de Israel”, se refiere a los hombres.
Además, al referirse a la casa de Iaacov la Torá dice “así dirás”, mientras que respecto de los hijos de Israel, el texto dice “y relatarás”. Y esto nos enseña que a ellas se les debe hablar con una voz suave, y no en forma dura y firme (como a los hombres), pues ellas son más sensibles. En verdad, no es necesario hablarle a la mujer con un tono de voz fuerte o estricto pues ella es delicada y agradable, y es por eso que puede entender las cosas de esta misma manera, y un tono de voz suave es suficiente para que ella capte el mensaje. Pero si todo el propósito de Moshé al hablarle a las mujeres fue pedirles que acepten la Torá, ¿por qué fueron mencionadas primero? La respuesta es que estas palabras no se refieren sólo a la aceptación de la Torá sino que tienen un significado mucho más profundo, ya que lo que se le transmitió a las mujeres fue su misión, es decir, su propósito en la vida.
A ellas se les dijo que serían las que transmitirán el mensaje al pueblo judío y tendrían que hacerse cargo siendo las maestras del pueblo judío. Y esta es la razón por la cual se les habla primero a ellas, dándoles prominencia, pues las enseñanzas de la madre significan mucho más para el niño que las del padre.
Sin embargo, nosotros sabemos que la mujer no está obligada a enseñarle a su hijo, entonces, ¿por qué aquí se le dice a ella que lo haga? La razón es porque la enseñanza a la cual nos referimos aquí es la que precede a todas las demás: la enseñanza del jesed (benevolencia). Es la benevolencia de la madre más que la firmeza del padre la que le dará al niño un hermoso e ideal amor por la Torá. Entonces, el niño tendrá un amor natural por la Torá, por la belleza y por el jesed que ésta contiene. Torá sin jesed no es Torá. La Torá de la madre es el jesed, y esta Torá debe ser transmitida primero – antes que la del padre.
Grandes mujeres de nuestra historia
Esta importante función que la mujer desempeña, es vista en los grandes momentos de la historia judía, donde la mujer muchas veces ha jugado un rol destacado. De hecho, los Sabios nos enseñan que por el mérito de la rectitud de las mujeres fuimos redimidos de Egipto. Además, del Talmud aprendemos que siete mujeres de nuestro pueblo han llegado al nivel de la profecía: Sara, Miriam, Debora, Jana, Avigail, Juldá y Ester.
En muchos relatos bíblicos se nos muestra a la mujer actuando con inteligencia, modestia, diligencia, hospitalidad, humildad, compasión, etc. Sara, aconsejó a su marido Abraham. Rivká, percibió al verdadero merecedor de las bendiciones de Itzjak. Rajel, entregó la palabra clave a su hermana Lea en la noche de su casamiento, para no avergonzarla delante de la gente de la ciudad. Lea, suplicó a Di-s para no tener que casarse con el malvado Esav. Y muchas historias más. Pero a pesar de que las mujeres forman y han formado parte de los momentos más cruciales de nuestra historia, nunca buscaron reconocimiento, sino que se comportaron de manera recatada, a pesar de sus grandes logros.
El rey David compara a las hijas de Israel con los ladrillos de las esquinas de una pared, y el Malbim explica: cuando una pared es construida, primero se construyen las dos esquinas. Luego, una soga se desliza de una esquina a otra para asegurar que los dos ladrillos centrales están ubicados a la altura correcta. Entonces, los ladrillos de las esquinas constituyen el punto de referencia, pero a pesar de que las esquinas cumplen un rol tan importante, después de construida la pared, ellas quedan a los costados pasando desapercibidas. Y este es el comportamiento de la verdadera mujer judía, pues mediante esta cualidad de modestia ella obtiene todas las bendiciones de Di-s en su hogar.
Una joya valiosa
El judaísmo resalta la importancia de la mujer, su delicadeza y nobleza, mediante ciertas obligaciones. Y más allá de las razones elevadas y profundas que éstas puedan tener, podemos ver cómo ellas se ocupan del cuidado y la protección de la mujer en la vida familiar y comunal.
La tzniut – El recato
El recato protege la intimidad y privacidad de la mujer, resalta su autoimagen y ayuda a desarrollar su ser interior al darle la importancia adecuada a su verdadero ser: su alma. Así como un diamante debe ser protegido del robo y del daño – y para eso debe estar bien recubierto en un lugar seguro – así también la vestimenta y la conducta refinada, agradable y digna protegen a la mujer y le garantizan la preservación de su pureza.
La ketuvá – Contrato Matrimonial
En el día de su casamiento la mujer recibe bajo la jupá una “ketuvá” en la cual están escritas y especificadas las obligaciones del hombre para con ella. Aquí vemos cómo los Sabios se han ocupado de proteger a la mujer incluso respecto de sus necesidades materiales, como una casa para vivir, ropa, comida, etc.
Taharat hamishpajá – La pureza del hogar
Todas las leyes relacionadas con la pureza familiar nos demuestran, entre otras cosas, la gran sensibilidad que nos transmite la Torá respecto de la mujer y su vida matrimonial. La mujer judía sabe que la función más importante de su vida es crear un hogar feliz y agradable. Mediante sus refinadas cualidades y bondad, ella trae luz no sólo a su familia sino al mundo entero. La mujer judía está orgullosa de tener la responsabilidad de ser un “ezer kenegdó” – una ayuda para su marido y su meta es poder llegar a mantenerse fiel a ese honor y responsabilidad. Para lograr esa tan elevada ambición ella se dirige a Di-s – su fuente de ayuda – en todo momento.
En nuestras manos está la elección de trabajar para llegar a ser “una verdadera mujer judía” – Qué Di-s nos ilumine con sabiduría y claridad!
#DiaDeLasMadres
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