AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – La mayoría de los europeos aún no se han dado cuenta de que sus estructuras nacionales y soberanas ya se han disuelto en el multilateralismo y el multiculturalismo. Creen que todavía pueden actuar sobre su propio destino nacional permaneciendo en la esfera democrática que han creado. En realidad, el poder de la toma de decisiones a nivel nacional en términos de política interior y exterior, ya se les ha escapado de las manos.
¿Qué es la OCI? Se trata de una organización centralizada creada en 1969 para destruir a Israel. Agrupa a 56 estados miembros (musulmanes o de mayoría musulmana) y la Autoridad Palestina. Estos estados se encuentran en Asia, África y Europa, con Albania, Bosnia Herzegovina y Kosovo. Hoy las poblaciones de la Unión Europea son gestionadas por organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, la Fundación Anna Lindh, la Alianza de Civilizaciones, la Organización de la Conferencia islámica (OCI) y su filial, la ISESCO (Organización Científica y Cultural de la Educación Islámica, por sus siglas en inglés), redes interconectadas, que actúan para la gobernanza global en la que la influencia de la OCI es dominante en la ONU.
La transferencia de poder a través de las fronteras nacionales de un Estado miembro de la UE a las organizaciones internacionales se realiza a través de instrumentos llamados “diálogo” y “multilateralismo”, vinculados a las redes designadas por los Estados: Diálogo Euro árabe, Medea, Proceso de Barcelona, Unión por el Mediterráneo, Fundación Anna Lindh, Alianza de Civilizaciones, Parlamento Euromediterráneo (PEM), etc. Estas redes transmiten directivas a subredes, miríadas de organizaciones no gubernamentales, así como a representantes de la “sociedad civil”, activistas de la inmigración y el multiculturalismo, que ellos mismos eligen.
La red de instituciones políticas, con sus “centros de pensamiento” [think tanks], a menudo financiados por la Comisión Europea, transforman esas directrices en opinión pública confundiendo a la prensa, en publicaciones y películas, verdaderos engullidores de millones. Las poblaciones europeas están encerradas en un juego de espejos que reflejan mutuamente a todos los niveles y hasta el infinito, opiniones prefabricadas de órdenes políticas y culturales que a menudo ignoran y desaprueban.
Esta transformación de una “Europa de las Naciones” en una Europa unificada e integrada con las organizaciones internacionales como la ONU, la UNESCO, la OCI, etc., responde a la estrategia de la UE, en particular en su dimensión mediterránea. Semejante óptica sirve de base tanto a la política de la UE como a la de la OCI, las dos unidas – aunque por intereses divergentes – en su lucha contra los nacionalismos culturales e identitarios locales en Europa.
Este movimiento promueve el multiculturalismo y el internacionalismo de una población europea destinada a transformarse y desaparecer bajo la unión de las dos orillas del Mediterráneo y una inmigración desde África y Asia animada por la Declaración de Durban II. Esta afirmación es coherente con la política de la OCI para la protección de la emigración hacia Occidente.
Con este fin, la noción y consciencia misma de una civilización europea que fue característica y específica durante milenios, se desintegran, mientras continuamos combatiendo las identidades culturales europeas, asimiladas al racismo.
La OCI sigue una trayectoria similar a la de la UE, organizándose como fuerza transnacional, pero contrariamente a la UE, se impone gracias al afianzamiento de la Ouma en la esfera de la religión, la historia y la cultura coránicas.
La OCI es la segunda organización intergubernamental después de Naciones Unidas y representa a un billón trescientos millones de musulmanes. En la 11ª Cumbre Islámica en Dakar del 13 y 14 de marzo de 2008, la OCI adoptó una carta que define los principios y objetivos, el primero de los cuales consiste en la unificación de la Ouma (comunidad islámica mundial) a través de sus raíces en el Corán y la Sunnah, y la defensa y la solidaridad de los intereses musulmanes en el planeta.
Esta política explica el resurgimiento de la religiosidad musulmana en general, Europa incluida, y el odio hacia Israel y Occidente. Sus principales elementos son:
1. La Conferencia Islámica, que es el órgano decisorio supremo y se compone de reyes y jefes de Estado.
2. El Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores.
3. La Secretaría General, que es el órgano ejecutivo de la OIC.
4. La Corte Islámica Internacional de Justicia, que se convertirá en el principal órgano jurídico de la organización (artículo 14) y juzgará, en conformidad con los valores islámicos (artículo 15).
La OCI está dotada de una estructura única entre las naciones y las sociedades humanas. De hecho, ni el Vaticano ni las diversas iglesias tienen poder político, aunque, en la práctica, están en la política, ya que en el cristianismo como en el judaísmo, las funciones religiosas y políticas deben mantenerse estrictamente separadas. Las religiones asiáticas ya no tienen un sistema unificador que implica una única instancia en la organización de la religión, la estrategia, la política y el poder judicial.
La OCI, por contra, no sólo goza de un poder ilimitado, gracias a la unión y la cohesión de todos los poderes, sino que también añade la infalibilidad conferida por la religión.
Al reunir bajo una misma dirección a 56 países, entre ellos algunos de los más ricos del mundo, la organización controla la mayor parte de los recursos energéticos del mundo. La OCI es una organización religiosa y política que forma parte de la esfera de influencia de los Hermanos Musulmanes, con los que tiene en común, de todos modos, la visión estratégica y cultural de una comunidad religiosa universal, la Ouma, anclada en el Corán, la Sunna y el canon ortodoxo de la Sharia.
Que la religión es un factor prioritario para la OCI, se manifiesta evidente en su lenguaje y en sus objetivos. Así es como la Conferencia de Dakar (marzo de 2008) ha adoptado el título de “Conferencia de la Cumbre Islámica, Sesión de la Ouma islámica del siglo XXI”. En el preámbulo de la Carta de la OCI, los Estados miembros confirman su unión y solidaridad, inspirada por los valores islámicos, para fortalecer sus intereses comunes y promover los valores islámicos en el ámbito internacional.
Ellos trabajan para reactivar el papel pionero del Islam en el mundo, el desarrollo de la prosperidad en los Estados miembros, y, a diferencia de los países europeos a defender su soberanía nacional y la integridad territorial. Ellos argumentan que la verdadera solidaridad implica necesariamente el fortalecimiento de las instituciones y de la profunda convicción de tener un destino común, basada en valores comunes definidos en el Corán y la Sunnah (§ 4), que establecen los parámetros de un buen gobierno islámico.
Recomiendan la contribución de los medios de información en la promoción y defensa de las causas de Ouma y los valores del Islam. Ellos afirman la solidaridad de la OCI con las minorías musulmanas y las comunidades de inmigrantes en países no musulmanes, y recomienda la cooperación con las organizaciones internacionales y regionales para garantizar sus derechos en el extranjero con el fin de preservar su dignidad, su identidad y sus derechos culturales y religiosos.
La OCI busca estimular aún más los nobles valores del Islam para conservar los símbolos y el patrimonio común y la defensa de la universalidad del Islam; en términos más claros, es la propagación universal del Islam (da’wah). Se trabaja para inculcar los valores islámicos a los niños musulmanes. Proclama su apoyo a Palestina, con su capital Al-Quds Al-Sharif, el nombre arabizado de Jerusalén.
La OCI apoya a todos los movimientos musulmanes que luchan, como los de la población turca en Chipre, Sudán, los palestinos; condena la ocupación por Armenia de los territorios de Azerbaiyán, y condena la opresión de musulmanes en Grecia, Myanmar [Birmania], el Cáucaso, Tailandia, India y Filipinas.
A nivel internacional, la OCI ha establecido varios comités para coordinar sus iniciativas y su política en el ámbito estratégico, económico, social, religioso, medios de comunicación, educación y ciencia, el nivel interestatal de los países musulmanes e internacionalmente. Los objetivos estratégicos de la Carta tienen por objeto “garantizar la participación activa de los Estados miembros (OCI) en la toma de decisiones a nivel mundial en cuestiones políticas, económicas y sociales para garantizar sus intereses comunes” (I- 5); y “promover y defender posiciones unificadas sobre cuestiones de interés común en los foros internacionales.”
Entre sus objetivos, la Carta de la OCI cita la difusión, promoción y preservación de las enseñanzas y valores islámicos, la propagación de la cultura islámica y salvaguardar el patrimonio islámico (I-11); la lucha contra la difamación del Islam, la preservación de los derechos, la dignidad y la identidad religiosa y cultural de las comunidades y minorías musulmanas en los Estados no miembros de la OCI (I-6). Este punto asegura una tutela de los inmigrantes musulmanes provenientes del extranjero y las presiones ejercidas por la OCI, por medio del diálogo y la Alianza de Civilizaciones, sobre los gobiernos del país anfitrión no musulmán. Como organización religiosa musulmana, tal como se autodefine, la OCI dice ser el órgano representativo del mundo musulmán. Reivindica su solidaridad con todas las minorías musulmanas que viven en Estados no miembros de la OCI (en otras palabras, los países no musulmanes).
Para estas minorías, la OCI exige el beneficio de los derechos humanos fundamentales, incluida la protección de la identidad cultural, el respeto a sus leyes para proteger contra cualquier forma de discriminación, opresión y exclusión; también exige la preservación del patrimonio cultural de los musulmanes en los estados no musulmanes. La OCI considera su deber proteger el derecho a la cultura, la religión y la identidad cultural de los inmigrantes musulmanes y promoverlos en las esferas de poder, autoridad e influencia. Estos mismos derechos se consideran racistas y sin embargo islamófobos cuando son reclamados por los europeos.
Para asegurar la protección de las minorías musulmanas inmigrantes establecidas en Occidente y para preservar la identidad, la OCI ha decidido internacionalizar su lucha contra la islamofobia, gracias a su cooperación con otras organizaciones internacionales como Naciones Unidas, Unión Europea, el Consejo de Europa, la OSCE, la Unión Africana, y así sucesivamente.
También en este caso, la política de la UE, cuyo objetivo es apoyar a la “legalidad internacional” de la ONU, refuerza, en realidad, el control mundial de la OCI, que predomina en todos los foros internacionales. Pero la prioridad política de la OCI es, naturalmente, la destrucción de Israel y la islamización de Jerusalén. La OCI prevé trasladar su sede de Jeddah (Arabia Saudita) a Al kods, la Jerusalén islamizada. Como la OCI tiene las características de un califato universal, la Jerusalén judía y cristiana convertida en Al-kods, será el lugar donde gobierne la Sharia, como [ya lo hace] en La Meca, en Gaza y en lugares controlados por los talibanes.
Esta estrategia se desarrolla en asociación con muchas iglesias, así como con Europa.
La OCI quiere que la eliminación de Israel se consiga con un profundo odio por todo el mundo, sobre todo Occidente. En otras palabras, quiere que sean los propios cristianos los que destruyan las raíces de su espiritualidad. Sería otra parricidio después del Holocausto. La propaganda de odio universal contra Israel, que se manifiesta en los canales occidentales por el sesgo de la victimización y la inocencia palestina, es obra de la OCI. La palestinizada Europa, se siente culpable y voluntariamente, sigue proporcionando apoyo financiero, diplomático, político y mediático a Palestina y promover el surgimiento de un califato universal en Al-kods, sobre las ruinas de la antigua Jerusalén.
Bat Ye’or
© Informazione corretta
Texto original en italiano: «Come l’Europa è diventata complice del Califfato in arrivo, l’analisi di Bat Ye’Or» – Traduction française: D. Elinor Guez
Traducción del francés: Silvia Schnessel
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