Nosotros, los seres humanos realmente no rezamos para cubrir nuestras necesidades; sino que tenemos necesidades para poder rezar.
Por Rav Irwin Katzof
El rezo no es una recitación ritual de palabras; es un desahogo del corazón. Antes que nada, el rezo es una expresión de nuestra relación con Dios. ¿Qué tipo de relación es esta?
Dios es nuestro Padre y nosotros somos Sus hijos. Como tal, dependemos de Él. Por lo tanto, es una relación de dependencia.
Esta es la historia de los cielos y la tierra cuando fueron creados, en el día en que Hashem hizo la tierra y el cielo. Todas las plantas de la tierra estaban en este momento en el suelo y toda la vegetación de la tierra todavía no había salido puesto que Hashem, Dios, no había traído lluvia a la tierra ya que no había un ser humano que trabaje la tierra (Génesis 2; 4-5).
Rashi, el famoso comentarista bíblico del siglo XI, explica que Dios no había traído lluvia porque quería que el primer ser humano rece por ella. De hecho, cuando Adam reconoció la necesidad de lluvia en el mundo, rezó por ello.
Esta es la primera señal que nos muestra que la relación básica entre la humanidad y Dios está expresada a través del rezo.
Cuando Adam reza, se da cuenta de que crea una relación con Dios, que es dependiente de Él, y que debe pedirle por aquello que necesita. En cuanto Adam reza, Dios empieza a relacionarse con él directamente y por supuesto, que responde a su rezo. De hecho, reza y toda la vegetación empieza a surgir.
La Verdadera Razón del Rezo
Nosotros, los seres humanos realmente no rezamos para cubrir nuestras necesidades; sino que tenemos necesidades para rezar. Esta es la manera en la cual recordamos que Dios existe; esta es la forma en la cual construimos una relación con Él. La Torá nos enseña que lo que nos pasa es una consecuencia directa de nuestra relación con nuestro Creador, puesto que es Dios quien está a cargo de todo lo que pasa en el mundo físico.
Y como cualquier adulto sabe por su experiencia de vida, para que cualquier relación tenga oportunidad de tener éxito, tiene que ser real. Uno puede escoger rezar a través de la recitación de bendiciones y salmos — de hecho, los Sabios lo aconsejan — pero el rezo nunca puede ser una “formalidad”. No es escupir un conjunto de palabras en una secuencia predestinada. Es hablar con Dios — con nuestro Creador, con nuestro Padre, al Todopoderoso — desde la profundidad más interna de nuestro ser.
El rezo más corto recordado en la Torá es el rezo que hizo Moshé cuando descubrió que su amada hermana Miriam había sido afligida con lepra. Le lloró a Dios desde la profundidad de su ser: “Por favor, Dios cúrala ahora”. Su rezo fue tan profundo como simple, pero capturó su angustia y su fe completa en Dios en que su rezo puede y va a ser contestado. Y lo fue.
Mi amiga Helena tuvo una experiencia así cuando aprendió que su hijo David había sido diagnosticado con un tumor maligno en el cerebro. Los doctores le dijeron que no había mucha esperanza. Pero Helena se rehusó a creerlo. Dijo que empezó a rezar por un milagro con todas sus fuerzas: “Mi intensidad era del nivel más elevado que podía haber en este mundo. Desahogué mi corazón no sólo una sino cien veces al día. Si estaba en la cama le rezaba a Dios, si estaba sentada le rezaba a Dios. Estaba rezando cada minuto y no paraba de rezar“.
No sólo eso, le pedía a todos los que podía que recen también. Y funcionó – Dios contestó su rezo. David pasó una operación exitosa y un tratamiento de radiación exitoso. Ahora está en el camino de recuperación, pero Helena no ha parado de rezar.
Por supuesto, las emociones que depositamos en nuestros rezos cuando pedimos por la recuperación de
Uno de los maestros jasídicos más renombrados, Rabi Najman de Breslav, abogó por encontrar un lugar separado para rezar, tratando de dirigirse a Dios desde el corazón, sin preocuparse demasiado por las palabras en un principio.
“Cuanto más frecuentemente puedas, tómate un paseo a los campos a rezar. Toda la vegetación te va a acompañar. Va a entrar a tus rezos y darte fuerza – cuando las palabras no vengan, no te desesperes. Ven al día siguiente a tu lugar separado y espera. Sólo querer hablar con Dios ya es una gran cosa. Inclusive si lo único que puedes decirle es: ¡Ayúdame! – sigue siendo bueno. Repite esto una y otra vez hasta que Dios abra tus labio y las palabras empiecen a salir de tu corazón”.
El mensaje de Rabi Najman es tan simple y profundo: Se verdadero frente a Dios y siempre te encontrará a la mitad del camino.
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