Nuestra Torre de Babel

ARNOLDO KRAUS

Con frecuencia me tropiezo conmigo mismo cuando inicio un artículo. Casi siempre borro, enmiendo y escribo de nuevo. Al reflexionar sobre Nuestra Torre de Babel me auto tropecé varias veces. ¿La razón? Escribo sobre la desesperanza que lanza al mar y al desierto a incontables seres humanos. Quienes lo hacen, familias enteras con sus pequeños hijos, apuestan por la vida, apuestan por la esperanza aunque todo sea desesperanza. La vida se entrega a quien sea y se camina sin rumbo con tal de huir de una muerte segura. Ese es el destino de millones de personas. Esa es la realidad del mundo contemporáneo. Menguo mis tropiezos con tres preámbulos.

Primero. John Rawls, al abordar sobre la justicia enfatizó la necesidad de considerar a cada persona como responsable de los asuntos sobre los cuales tiene control. En contraste, explica Rawls, las personas que no tienen la capacidad de modificar determinadas situaciones, como ser hijo de padres ricos o pobres, o ser blanco o negro, no son responsables de esa situación.

Segundo. Recién se publicó en España la biografía de Wislawa Szymborska, Premio Nobel de Literatura. En Trastos, recuerdos, las autoras, Anna Bikont y Joanna Szczesna, rescatan, gracias a las amigas de la poeta, algunos de sus primeros escritos. Escribe Szymborska: “Nada es nuevo, todo ha ocurrido antes,/ igual que el sol salía,/ ha vuelto a salir./ La gran guerra no es tampoco nueva; / Caín comenzó la escabechina por Abel. / Siempre alguien muere y alguien nace.

Tercero. Siempre me han gustado las leyendas. En estos tiempos enfermos acudo a ellas; las leo con otros tiempos, con otros ojos: los de la cruda realidad. De la realidad sólo escapan los políticos (por eso son políticos). En cambio, creer en leyendas o en mitos, depende de la persona. La leyenda de la Torre de Babel es una de las más conocidas. Tras el Diluvio Universal, los habitantes de Senaar decidieron erigir una ciudad y una torre cuya cúspide pretendía llegar al cielo. Dios, enojado, bajó del cielo. Gracias a sus poderes confundió los lenguajes. Surge el caos: Sin idioma, imposible comunicarse. La torre nunca acabó de construirse.

Algunos periódicos, sobre todo europeos, muestran, casi a diario, fotografías de seres humanos apilados en barcazas que intentan surcar los mares desde África y Asia hacia Europa. Publican también imágenes de refugiados, sirios, ex sirios, yazidis, que caminan hacia “dónde sea” con tal de salvar la vida. Quienes se embarcan en lanchas atestadas, tan frágiles como sus vidas, al igual que las personas que cargan consigo a sus hijos y un poco de alimentos, saben que de no hacerlo, la muerte es la única certeza. ¿Por qué lanzarse a la mar sin saber de ella y confiar en quienes comercian con las vidas, mientras negocian con sus esperanzas? Abandonar el terruño de toda la vida, e iniciar una marcha sin rumbo seguro, con tal de no someterse a vejaciones inimaginables, a violaciones y decapitaciones, es signo ominoso de nuestros días.

Observo en algunas fotografías los rostros de migrantes africanos y asiáticos. Los retratos provienen de centros de detención o de las embarcaciones. Huyen en botes. El mar es camino y destino: La muerte o Europa aguardan. Observo otras de refugiados sirios, yazidis o iraquíes. La tierra es camino y destino: Buscan lugar en campos de refugiados. Familias enteras, con sus pequeños vástagos en brazos se entregan al destino y a los caprichos del mar y de los desiertos. ¿Por qué lo hacen?

Lo hacen por lo que explica Rawls: Los desposeídos no tienen la posibilidad ni de elegir ni de modificar. Son víctimas de sus padres. Quienes nacen donde no hay justicia, cargan su condena desde el útero. ¿Cuántos hijos de padres condenados por sus credos o por su situación económica dejan de serlo?

Lo hacen por lo que escribe Szymborska: El Mal está determinado ontogénicamente, imposible escapar de él.

Lo hacen porque la realidad sepulta las leyendas: La incomunicación entre los seres humanos no es castigo divino, es la condición humana.

Notas insomnes. Y a pesar de todo, como dice Elie Wiesel, “Tenemos que creer en el hombre, a pesar del hombre”.

*Médico

Fuente:eluniversalmas.com.mx

 

 

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