ALEXANDRE MATO
Un año después del ataque al Museo Judío, suena con fuerza la frase de una campaña: “Soy belga, soy judío: ¿debería irme?”. La comunidad se siente más amenazada y ha iniciado un exilio hacia Israel.
Un año después del atentado contra el Museo Judío de Bruselas, en el que murieron cuatro personas, dos de ellas israelíes, en Bélgica vuelve a sonar con fuerza la frase de una campaña lanzada hace pocos meses. “Soy belga, también soy judío: ¿debería irme?”, se preguntan varias personas en el vídeo de la plataforma laica Dialogue et Partage (Dialogar y Compartir).
El alcalde de la capital, Yvan Mayeur, declaró durante el acto de homenaje a las víctimas que “Bruselas es judía porque todos los judíos tienen cabida en Bruselas”, palabras de solidaridad con una comunidad que se siente más amenazada que nunca. Y que ha iniciado un largo exilio de no retorno hacia Israel. Las cifras son claras: el doble que hace 10 años, más de 250 personas en 2014.
“Somos como los canarios de las minas, que sienten la presencia del gas grisú”, declara a El Confidencial Maurice Sosnowski, del Comité de Organizaciones Judías de Bélgica, el CCOJB. Una minoría en alerta que denuncia el auge del antisemitismo y que, pese al apoyo político, critica la dejadez de las autoridades para frenar este creciente éxodo.
¡El año que viene en Jerusalem!
El periodista austrohúngaro Theodor Herzl expresaba a finales del siglo XIX este deseo. En su libro El Estado judío, lanzamiento del movimiento sionista, escribía: “Los judíos no han cesado de soñar, a través de la noche de su historia, este sueño real: ‘¡El año que viene en Jerusalem!’. Es nuestra antigua frase”. La que cada vez más judíos belgas ponen en práctica.
Hasta 260 en 2014 y un número similar en 2013, son cien más que en 2012, reflejo del temor e incertidumbre con los que viven, que suponen cifras el doble de altas que hace una década. El Gobierno israelí de Benjamín Netanyahu les ayuda a que emprendan este viaje hacia la orilla oriental del Mediterráneo, la ‘Aliyá’, con una partida presupuestaria de 35 millones de dólares para ayudar a los exiliados voluntarios de Bélgica, Francia o Ucrania.
Pese a los recursos que Tel Aviv dispone para los judíos de la diáspora, los problemas económicos lógicos de esta huida son inevitables más allá de buscar un trabajo y crear un nuevo hogar en el país de acogida. “Anteriormente, los judíos ahorraban parte del dinero en previsión de una salida precipitada; hoy en día, compran su casa o pagan las facturas mensuales como todos”, explica Sara Brajbart-Zajtman, cofundadora de Dialogue et Partage, para ejemplificar el problema económico que deben afrontar.
De manera lenta pero inexorable, las familias abandonan Bélgica, tal como reconocía ante la prensa Joel Rubinfeld, presidente de la Liga Belga contra el Antisemitismo, quien ya había denunciado para El Confidencial los ataques que sufre a diario su comunidad, y asegura conocer a tres familias que este verano partirán para Israel. No es de extrañar que en marzo se celebrase por primera vez en Bruselas el Salón del Aliyá.
Los jóvenes lideran la huida
“Las salidas han aumentado, aunque no de forma gigantesca”, señala Henri Gutman, presidente del Centro Comunitario Laico Judío (CCLJ), “pero el problema existe sobre todo entre los jóvenes, así que, ¿quién se va a quedar”. La tendencia preocupante que destaca Gutman encontraría, también, un acicate o incentivo en el contexto de odio que dicen sufrir los judíos. Como dice el presidente del CCLJ, “es la primera vez en la historia judía que los jóvenes tienen una opción, no se les obliga a irse”.
El aumento en los últimos cinco años de los actos de antisemitismo ha sido paralelo al incremento de las medidas de seguridad en las sinagogas, escuelas talmúdicas u organizaciones judías del país. En este clima, según el CCOJB, la mitad de las parejas jóvenes de entre 30 y 40 años estaría pensando en mudarse a Israel y la otra mitad contemplaría la posibilidad de vivir en países como Estados Unidos o Canadá. “Una hemorragia de fuerzas vivas” para Maurice Sosnowski, del CCOJB, ante el rechazo que provoca en las parejas jóvenes “llevar a sus hijos a escuelas protegidas por soldados”.
¿Lucha Bélgica contra el antisemitismo?
El número es igual a la cifra récord de 2009, cuando comenzó un “aumento drástico de las medidas de seguridad que, justo después del atentado contra el Museo Judío, el 24 de mayo de 2014, se ha constatado en la presencia militar frente a los edificios”, según el informe. Pese a este refuerzo de la protección, los colectivos judíos, laicos o religiosos, denuncian que la clase política belga no es consciente del problema.
El Centro para la Igualdad de Oportunidades denunciaba hace meses en conversación con El Confidencial la discriminación social que sufre en el país la población judía, debido a su creencia, y la musulmana, principalmente la norteafricana, en el mercado laboral por motivos étnico-religiosos.
Gutman, del Centro Comunitario Laico Judío, cree que “el antisemitismo no deriva del Estado y de la población predominantemente cristiana, sino de una minoría musulmana víctima así mismo del racismo y la discriminación”. Y se pregunta, ¿tendrá una minoría que expulsar a otra?”. En Bélgica viven en torno a 40,000 judíos y más de medio millón de musulmanes, aunque sólo una minoría sería la causante de las agresiones e incidentes antisemitas.
El Comité de Organizaciones Judías de Bélgica explica que, a diferencia del Gobierno francés, una gran parte del mundo político belga rechaza el aumento del antisemitismo en su país. Lo ejemplifican con la reticencia de la mayoría de los representantes a considerar como ataque antisemita los asesinatos del Museo Judío. El propio primer ministro, Charles Michel, reconoció tras un incidente antisemita en el Ateneo Emile Bockstael de Laeken, en un barrio de Bruselas, que la política del país al respecto “había fracasado”.
“Francia sin judíos no es Francia”
Son palabras del primer ministro francés, Manuel Valls, para denunciar una situación aún más preocupante que la belga. Porque al otro lado de la frontera belga, en territorio francés, más de 7,000 judíos se marcharon en 2014 en dirección a Israel, el doble que en 2013. En total, en Francia viven cerca de medio millón de judíos, diez veces más que en Bélgica, por eso la cifra total de salidas es más alarmante.
Si en términos absolutos el problema de Francia es aún peor que el belga, también lo es en porcentajes y en episodios violentos como los del último año. En 2014, más del 1% de los judíos abandonaron Francia. La mayor comunidad judía de Europa occidental ha sido sacudida por el atentado contra la revista Charlie Hebdo y el posterior ataque en un comercio kosher.
Las palabras del primer ministro Valls trataban de tranquilizar a una comunidad que, recientemente, ha visto también cómo se profanaba el cementerio judío de Estrasburgo. A falta de cifras oficiales sobre qué está ocurriendo este año, las previsiones de colectivos como Diaogue et Partage hablan de 10,000 judíos saliendo de Francia rumbo a Israel. Quizás, como vaticinada Herzl hace más de un siglo, no sólo en busca de la Tierra Prometida, sino como “la huida de una Europa enferma de antisemitismo”.
Fuente: elconfidencial.com
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