Hija del sanguinario nazi que dirigió Auschwitz, supermodelo en España

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Ingebirgitt Hannah Hoss, que pasó su infancia viviendo cerca de campos de concentración, consiguió rehacer su vida tras la contienda.

Por M.P.V.

Rudolf Höss

Se llama Ingebirgitt Hannah Hoss y, aunque se hizo famosa por trabajar como modelo para Balenciaga en España tras la Segunda Guerra Mundial, su pasado la delata. Y es que, esta alemana es hija del tristemente famoso Rudolf Höss, comandante (desde 1940 hasta 1943) del campo de concentración de Auschwitz, el terrible recinto en el que fueron asesinadas en las cámaras de gas 1.200.000 personas (unas cifras discutidas por no pocos historiadores, que las consideran mucho mayores). Su corta edad durante los trágicos crímenes perpetrados por su padre, no obstante, hicieron que viviera su infancia ajena a los miles de asesinatos que se producían a pocos metros de su casa.

A pesar de que la historia de esta mujer fue desvelada hace algunos años, ha salido a la luz de nuevo debido a una entrevista que ha concedido a la revista «Stern». En ella, ha explicado por primera vez que, durante años, sufrió migrañas al recordar lo acaecido en los campos de concentración y exterminio en los que fue destinado su padre (entre ellos, Auschwitz, Dachau Sachsenhausen). Sin embargo, afirma que esos intempestivos dolores de cabeza le surgieron cuando supo las atrocidades que había cometido su progenitor en la contienda pues, durante su estancia en aquellos centros de muerte –con ocho y diez años- le veía como un hombre bueno que le solía decir que no hiciese daño a nadie.

Una infancia frente a la muerte

Ingebirgitt vino al mundo el 18 de agosto de 1933 en Alemania. Su vida distaría mucho de ser usual pues, al ser la hija de Rudolf Höss -uno de los principales miembros del partido nazi y un «operario eficiente» de los campos de concentración al servicio de Hitler– pasó sus primeros años de vida moviéndose de un centro de reclusión a otro. En 1940 (con apenas 7 veranos a sus espaldas) tuvo que trasladarse a una vivienda ubicada a pocos metros de Auschwitz (en Polonia) cuando su padre fue nombrado comandante del recinto.

A pesar de lo que ocurría en el lugar–donde miles de reos eran llevados cada día a las cámaras de gas– ella explica que no se percataba de las continuas muertes. «A esa edad no sabes lo que pasa a tu alrededor, tienes la cabeza llena de otras cosas», afirma. De hecho, parece que –por aquel entonces- estaba bastante contenta por vivir en una casa rodeada de lujos como pinturas de un increíble valor (las cuales, por cierto, eran arrebatadas a los prisioneros que llegaban día tras día en inmundos trenes hasta el campo para ser asesinados).

Barracón de mujeres presas donde vivían hacinadas.

Presos en el campo de concentración

Desde el balcón de su casa, según determina, solía ver a menos de 100 metros las columnas de humo que se alzaban jornada tras jornada desde los crematorios. Aquellos eran los restos de miles de personas cuyos cuerpos eran quemados a diario. En sus palabras, su madre la obligaba a asearse con una toalla húmeda antes de acostarse para quitarse los restos de suciedad que podrían haber llegado hasta ella. A pesar de ello, sus padres no tenían problema en que jugara con los niños que estaban presos al otro lado de la valla. A indios y vaqueros, dice (y a pesar de que su padre le decía que ese tipo de pasatiempos no eran buenos, pues fomentaban la violencia y no quería que su pequeña hiciese daño a nadie).

«Yo no supe nada de las atrocidades que estaban teniendo lugar allí. Nunca pregunté por qué había vallas y torres de vigilancia. Además… ¿Habría cambiado algo si lo hubiera sabido? ¿Con aquella edad?», explica la mujer. Según afirma, su padre nunca habló de su labor en los campos de concentración con ellos. De hecho, parece que era un tema tabú delante de sus hijos. «En la mesa, cuando comíamos, a los niños se les prohibía hablar. Sólo podíamos si nos lo mandaban. Siempre hablaba de cosas relacionadas con la familia, lo que íbamos a hacer ese fin de semana (una excursión, por ejemplo), por lo que nunca supimos nada», completa.

Höss, capturado

Así continuó su vida hasta que, con la llegada del final de la Segunda Guerra Mundial y de los aliados hasta la zona, su padre no tuvo más remedio que huir a toda prisa ataviado con el uniforme de un soldado raso (pues los enemigos capturaban y ajusticiaban –en algunos casos- a todo aquel que llevase los ropajes de las crueles SS). Días después, la madre de Ingebirgitt y todos sus hermanos fueron capturados e interrogados violentamente. Sus captores querían saber el paradero de su progenitor.

«Ese fue el peor momento. Los soldados británicos gritaban y nos exigían que les dijésemos donde estaba papá. Lo único que sabíamos es que se había ido. Más tarde nos dijeron que había muerto en la guerra», completa. La realidad era bien diferente, pues Höss había sido capturado y juzgado. En 1947 fue colgado por sus crímenes en Auschwitz, el mismo lugar en el que él había acabado con otros tantos judíos. Antes de fallecer, no obstante, dejó testimonio de las terribles atrocidades perpetradas en aquel lugar maldito.

Una nueva vida en España y EE.UU.

Rechazada por su íntima relación con el régimen nazi, la familia Höss vivió los años siguientes en la más extrema pobreza. Así hasta 1950, época en la que Ingebirgitt viajó a España. Por entonces ya sabía que usar el apellido de su padre era peligroso, así que lo evitaba sobremanera. Una vez en nuestro país, la germana conoció a Cristóbal Balenciaga, a quien debió impresionarle su figura, pues la contrató como modelo. De esta forma, Höss paseó por pasarelas de toda España frente a grandes figuras de la política de entonces como la esposa de Francisco Franco.

Rudolf Höss antes de ser ahorcado

Höss, antes de ser ahorcado

Con el paso de los años se trasladó a Estados Unidos, donde se estableció, se casó con un ingeniero de origen irlandés y tuvo dos hijos. Al otro lado del charco, trabajó durante 35 años en una tienda de ropa (Saks Jandel) propiedad de dos judíos. Allí, llegó a vestir a personajes como Nancy ReaganHillary Clinton Barbara Bush. Todo parecía irle sobre ruedas hasta que los directores de la cadena se enteraron del pasado de su padre. Sin embargo, y según determina, fueron bastante comprensivos en lo que a este tema respecta: «No hubo recriminaciones. Me dijeron: “No podía evitar lo que hizo, solo eras una niña. Tienes que aceptar lo que sucedió”».

Ella es partidaria de esa teoría, aunque también sabe que lo que hizo su familia será imborrable: «Cuando lo supe me dije, “no puede ser”, pero hay que aceptarlo. Ocurrió en mi familia y me pongo muy triste cuando lo pienso […] A pesar de todo, mi padre era el hombre más agradable del mundo. Era muy bueno con nosotros. Pero él hizo lo que hizo».

Fuente: ABC

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Silvia Schnessel: Silvia Schnessel es corresponsal de Enlace Judío en España. Docente y traductora, maneja el español, el hebreo, el francés, el inglés y el catalán. Es amante del periodismo, del sionismo y de Israel.