PERENGANA
La soledad en ocasiones no tiene nada de malo, bien lo decía Buber, en términos más sencillos hay que estar solo para conocerse. En estos tiempos la tecnología y sus cientos de aplicaciones, nos está dando cada vez más herramientas para no estar solos, el problema es que sin ninguna reflexión de uno mismo, surge el efecto de un crecimiento muy drástico de las fantasías del acompañamiento y del éxito personal ficticio.
Muchos siglos atrás no existían los espejos, la historia de Narciso viendo su imagen en el reflejo de un lago, es bien conocido, la apreciación de sí mismo, de uno mismo, es y ha sido un fenómeno mental muy complejo desde que el bebé comienza a entender que existe cuando se ve en el espejo.
En tiempos pasados, las obras de arte ayudaron a dejar plasmada la figura humana, si se contaba con los recursos para contratar a un artista. Llegó después la fotografía, cuánto tiempo se tenía que esperar para el rebelado. Las famosas Polaroid surgieron como una caja mágica que en unos minutos mostraba las sonrisas y los gratos momentos. Ahora basta una décima de segundo para tener cualquier imagen.
Así, uno ya tiene oportunidad de mostrar a una comunidad entera, lo que somos, cómo amanecimos, si tenemos hambre, si requerimos pareja, si viajamos, si comimos un platillo, si disfrutamos con algunos amigos, pues también ahora y cada vez más, las aplicaciones de nuestros móviles se dirigen a que podamos mostrar en qué lugar estamos, quién necesita compañía, con un radar si ese alguien está a unos metros de distancia, se muestra un extenso catálogo de caras, sonrisas y fisonomías que si se encuentran entre los parámetros de nuestros gustos estéticos, se pueden crear relaciones digitales, rápidas, superficiales o íntimas, como queramos, para no tener que esperar.
Ahora sólo basta poner la edad, la selfie tomada con la extensión del brazo en un práctico tripié que aleja la imagen, quizás para que no se vean algunas imperfecciones o los complejos, si uno está solo, buscando el mejor ángulo posible para que en ese momento se pueda recibir el delicioso sabor del narcisismo puro de un like, un me gusta, me gustas, qué haces en este momento.
Todo para saciar la sensación de soledad, la impactante sensación de estar siempre acompañado de alguien y tolerar la existencia, perdiendo la opción de la que hablaba Buber.
La selfie abre los caminos de compartir electrónicamente un instante, que aunque sea fugaz, se alarga tanto para que de la pantalla, surja la sonrisa que el otro en frente, a veces no es capaz de dar.
Fuente: cdi.org.mx
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