A propósito del día del padre escribí este artículo que puede ilustrar nuestras vivencias familiares.
Con Freud y otros psicólogos se reafirma una verdad indiscutible: Hay una pugna o competencia entre el padre y el hijo varón, o entre la madre y su hija que en diferentes grados y de acuerdo a la personalidad de estos personajes puede pasar casi desapercibida o llegar a grandes extremos. Sabemos de padres que por su inmenso amor o problemas emocionales aplastan a sus hijos y los dañan de por vida. Otros consienten y aceptan abusos de sus vástagos que cualquier otra persona no aceptaría jamás. La gran mayoría de los padres no llegamos a asumir actitudes tan radicales pero es un hecho que la dinámica familiar es complicada y también está regida por ciclos de vida, distancia entre edades y otros factores.
Sin hacerla de terapeuta, sino solamente como padre, la experiencia nos enseña que los procesos de crecimiento de nuestros hijos varones nos deparan múltiples emociones, sin menospreciar nuestro propio envejecimiento o estado anímico. Palabras como diferenciación, rebeldía al yugo paterno, el papel del alboroto hormonal de los adolescentes y jóvenes y otros factores hacen muy intensa la relación. Pasada esa época las cosas no mejoran sino sólo cambian de foco. Ahora el “cachorro de león” le disputa al rey de la selva su puesto y liderazgo, estableciéndose una pugna a veces feroz.
Trasladando esto al proceso de sucesión frecuentemente se siente la tensión entre el fundador o líder y su sucesor potencial o incluso ya electo. Ambos quieren tener la voz cantante en alguna junta o toma de decisiones. Se repiten e interrumpen y como en la mayoría de los casos sus opiniones son similares, lo único que buscan, de manera inconsciente es el ver quien tiene la última palabra. En estos casos el refrán de ”Hijo de Tigre, pintito” los define. He asistido a muchas juntas y observado este tipo de enfrentamientos y los considero, con ciertas excepciones, normales dentro de la dinámica y operación de una empresa de estructura familiar. Lo malo son las actitudes radicales de ambas partes, ya sea que el padre minimice o incluso ignore la presencia y opiniones de su hijo, aplastándolo y rebajando su autoestima y moral, o por el contrario que el joven ejecutivo aproveche su situación privilegiada de familiar, y posible sucesor, para atacar abierta o de manera subterránea la autoridad del padre-fundador y sus socios de la misma generación.
Muchas de las razones por las cuales los negocios familiares fracasan se deben a esta falta de comunicación entre padres e hijos. No es de extrañarse que si el patriarca no pudo o quiso capacitar, motivar y en su momento darle las armas a su hijo para tomar el mando retirándose productivamente de la operación, en el momento en que ya tenga que dejar el poder se encuentre a un “cartucho quemado” que no va a tener el carácter para continuar la obra del fundador. Por el otro lado, un hijo extremadamente ambicioso y arrogante que se dedique a atacar a su padre y llegue a extremos de insultar o lastimar a un ser querido, corre el peligro de perder a su familia , empleados y a su negocio por su actitud. Lo ideal, será que padres e hijos dentro del negocio y en su relación familiar bailen “un vals” al mismo ritmo y cadencia para asegurar una transición más productiva y preservar la armonía.
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#DiadelPadre
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