El judaísmo en tiempos de desastre

EDUARDO SCHÑADOWER MUSTRI PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

El judaísmo no solamente está presente en la sinagoga y las fiestas del calendario, sino que es algo que, cuando se entiende correctamente, cubre prácticamente todos los aspectos de nuestras vidas, y esto incluye un evento tan trágico como un desastre natural.

Desafortunadamente, en septiembre del año pasado yo estuve en Los Cabos durante el huracán, y me tocó vivirlo en carne propia. Lo que relataré en este espacio se limitará a la parte judaica, sin embargo, si usted lo desea, puede leer el relato completo de mi experiencia en mi blog personal: https://shinaco.blogspot.mx/2014/09/diario-de-un-turista-en-los-cabos.html

Cuando uno se encuentra ante un evento de tal magnitud, existen dos bendiciones que se pueden pronunciar: La primera “Bendito seas tú señor, nuestro D’s, rey el mundo, que realiza los eventos de la creación” (Baruj ata Ado… Elo… Melej Haolam, Osé maasei bereshit). Es importante notar el hecho de que esta bendición se pronuncia en presente. Es decir, hacemos referencia no solamente a la creación de la que se habla en la biblia, sino a la que continúa ocurriendo aún en nuestros días. Tradicionalmente se dice al ver un rayo, pero solamente la primera vez durante la tormenta. La segunda bendición es “Bendito seas tú, señor, nuestro D´s, rey del mundo, que su fuerza y poder llenan el mundo” (Baruj ata Ado… Elo… Melej Haolam, she kojó hugburató malé olam). Ésta última se dice al escuchar un trueno, igualmente, solamente la primera vez durante una misma tormenta. Al pronunciarlas durante un huracán, la sensación de ser tan solo una criatura diminuta ante el abrumador poder de la naturaleza y del todopoderoso es algo avasallador. A su vez, deja en claro que en ese tipo de situaciones no queda de otra más que confiar en él y esperar lo mejor.

Más allá de la parte ritualista, la parte ética y moral es quizá lo más sobresaliente de todo. Y más que hablar de leyes, normas o fuentes, es el ejemplo de una persona en específico lo que nos mostrará el cómo se debe actuar en una situación así. Y esta persona es el rabino Benny Hershcovich, del centro de Chabad en los cabos.

En el tercer día después del huracán, un miércoles, ya nos habíamos resignado a vivir en lo que solía ser un hotel de lujo bajo un régimen socialistoide. Ese día, por primera vez en lo que llevaba del viaje, me acordé de ponerme mis tefilín en la mañana. Por la tarde, estábamos formados en la larga fila de la comida, la cual era escasa y estaba muy racionada. Decidí ir al lobby a preguntar algo en lo que mi esposa se formaba en la fila. Ahí veo a un individuo con kipá y tzitzit, y sabiendo que no era huésped del hotel, pero sin saber qué decir, me quedé viéndolo fijamente. Benny se percató y me saludó en hebreo, tras lo cual le pude responder y una vez que quedó claro quién era, cambiamos el idioma a español.

Benny había venido a buscar a otra persona, enviado por la embajada de Israel. Me dijo que tenía mucha prisa y me dejó su tarjeta. Yo, pensando que estaba bien bajo el cuidado del personal del hotel, dejé que se marchara.

Sin embargo, minutos más tarde me enteré que esa sería la última comida que nos servirían, que ya no había más y que la evacuación sería hasta el día siguiente. El prospecto de no comer nada hasta llegar a México, sabiendo que nos esperaban largas horas de fila bajo el sol en el aeropuerto, resultó demasiado para nosotros y decidimos partir del hotel y a falta de otro medio para comunicarnos, ir a casa de Benny sin avisar, la cual estaba en el centro de la ciudad, aún con las advertencias que nos daban los soldados de no salir del hotel y de evitar precisamente esa área. Nada nos podría ocurrir peor que pasar hambre.

Tras una travesía que incluyó un aventón, caminar entre barricadas vecinales y preguntar muchas veces acerca del rumbo, logramos llegar a su casa. Él no estaba, pero nos recibieron unos israelíes. Ya estando oscuro, llegó Benny con su esposa y sus hijos, él se alegró mucho de vernos.

Nos prestó agua de su cisterna para bañarnos, la cual tuvimos que usar por medio de garrafones,  ya que no había flujo en las tuberías por falta de electricidad. Nos dio de cenar comida abundante y deliciosa, y su esposa, embarazada de nueve meses y con tres hijos, se portó muy atenta con nosotros.

En la conversación de la cena pudimos enterarnos de sus planes: al día siguiente llevaría a su esposa a La Paz, donde ya se habían restablecido los servicios, para que pudiera ser atendida mejor. Sin embargo, Benny regresaría a los cabos para recibir a los muchachos de CADENA, un grupo de voluntarios que se dedican a ayudar a la población en desastres naturales. Además, tenía que asegurarse que no hubiera ningún otro judío como nosotros varado en Los Cabos. Mientras hubiera uno solo, él, como rabino, se haría cargo de su comunidad.

Al día siguiente, en la mañana antes de realizar todos sus planes, nos pusimos los tefilín y después de eso nos dejó a nosotros en la fila que estaban formando los huéspedes de nuestro hotel para ser llevados al aeropuerto. Su esposa nos dio pan de miel para que lleváramos, y también un par de botellas de agua. Decidimos entonces dejarles unas botellas de refresco que sacamos del servibar de nuestro hotel para que se las dieran a la gente de CADENA. Para ir más ligeros en la travesía por el aeropuerto, y porque nos habían dicho que no iban a permitirnos subir las maletas al avión, Benny nos ofreció cuidar nuestras maletas y hacerse cargo de enviarlas a México en cuanto fuera posible.

En el trayecto, Benny se detenía con frecuencia para agradecer a los soldados que portaban las bandas del plan DN-III y que ayudaban a limpiar las calles. Ellos, ante estos agradecimientos tan sentidos y sinceros, devolvían el gesto con una enorme sonrisa. Nos despedimos finalmente al formarnos en la fila para subirnos a la camioneta que nos llevaría al aeropuerto, no sin antes tomarnos una foto los tres (Benny, mi esposa y yo).

Las acciones de Benny fueron algo sumamente admirable, y es un vivo y real ejemplo de lo que se trata el judaísmo y de cómo la ética y la moral judía pueden estar presentes aún en la peor de las situaciones. En medio de saqueos, desesperación, hambre y sed, se tomó la molestia de atender a un par de turistas desamparados, y más aún, de quedarse a ayudar junto con los de CADENA, a sus vecinos en momentos de necesidad aun cuando su esposa estaba por dar a luz.

Nuestra religión tiene un código moral sumamente complejo, codificado en una gran variedad y cantidad de libros. Algunos no tenemos tiempo para estudiarlos todos, otros lo hacen como su oficio. Y es cuando ese conocimiento se traduce en grandes acciones que uno puede apreciar el valor que éstos tienen. Las acciones de Benny, sin duda, son un grandioso ejemplo de lo que es un verdadero tzadik (justo), y del tipo de comportamiento al que todos los judíos deberíamos aspirar.

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