Se buscan herejes: defendiendo el derecho a ofender

NURIA RICHART

La escritora somalí y holandesa, amenazada de muerte por los islamistas radicales, critica en sus libros la cobardía de Occidente.

“El islam vencerá gracias a la sangre de los mártires, que extenderán su luz por todos los rincones oscuros de esta tierra y expulsarán el mal mediante la espada si es necesario”. Fragmento del Corán que apareció en el año 2004 clavado en el pecho de su compañero de trabajo junto a una amenaza de muerte.

Ayaan Hirsi Ali -para los que la conozcan- a sus 45 años mantiene intactos a sus enemigos: el relativismo moral de Occidente, el totalitarismo, la tribu y la brutalidad. En su último libro cree de buena fe en una Reforma del islam, a pesar de que “no es una religión de paz”.

Ayaan se parió en la adolescencia como una perpetua disidente. Nació en Somalia, vivió en Arabia Saudí, Etiopía, Kenia y Holanda, donde fue diputada por un partido de derechas liberal. En Ámsterdam, bajo la lluvia constante encontró cobijo, la libertad y el derecho civil. Pero también esa clase de cobardía acomodada, que silva cuando hay que dar un paso al frente. Su tierra prometida era EEUU. Sus genitales fueron mutilados y su sexo cosido. Hasta que tuvo 10 años no supo que “estábamos en el año 1980”. Para los saudíes era el año islámico de 1440. Cerca de su casa estaba la “Plaza chop-chop”, donde nadie se cuestionaba la ferocidad de los castigos. Domina seis idiomas y tiene un Cociente Intelectual similar al señor de la lengua -otro que tuvo que salir por patas-, es decir, a Albert Einstein. Los que la conocen y los que no, ya tienen un boceto de uno de los personajes más influyentes del Mundo según la revista Times.

Su último libro hay que empezarlo por el apéndice y ponerse a leer una retahíla de nombres muy árabes y muy disidentes, punteados por Occidente, por el mundo islámico y entre el clero. Todos ellos reformistas “activos”. Unos perfectos desconocidos para nosotros. No como el ISIS, Boko Haram, Al Qaeda, Al Shabab o Hamas. Siempre pasa igual. Somos tan listos que nos cuelan en el buzón toda la propaganda que quieren.

Según Hirsi Ali cada vez son más los musulmanes que piden que no se tome el Corán “como el código de circulación de Massachusetts” sino “en su contexto histórico”. Que adore a Alá quien lo tenga a bien, pero que las leyes religiosas, la sharía, de ningún modo anule las leyes legitimas de los Estados y de los derechos humanos fundamentales. Hemiciclo no es sinónimo de Mezquita. Ni Gobierno de Mahoma. La desventaja del hombre en el islam es clara porque siendo la palabra del Profeta la única verdad, a ver quién es el guapo que pone en duda el mensaje perfecto. En el Islam los hombres, todos a una, pero sin ninguna mujer, que vale “como mucho medio hombre”, se obedecen la sangrienta misión, a fuego y sangre. Por mí, por todos mis compañeros y por mí primero. Recuerdo la escena de la lapidación en la película de La vida de Brian Monty Python, 1979) en la que se lapida a la máxima autoridad judía por pronunciar, sin querer, la palabra Jehová. Violencia con el libro en la mano que no se saltan ni tus propios familiares. Es de lo más triste. No estás seguro ni en tu casa. Con el cristianismo es distinto. Al menos existe un representante humano, el Papa, que puede rectificar a tiempo. Conviene irse al apéndice del libro a oír esas voces. Están convencidas de que el principio del final de la guerra santa pasa por la necesaria separación entre religión y política.

Entre ellos está Abd Al Hamid Al Ansari, el antiguo decano de Derecho Islámico de la universidad de Qatar que se pregunta si esperan que “odie a un científico judío que descubrió la insulina que yo utilizo para tratar a mi madre” o si debería enseñar a su hija a odiar a Edison.

El presidente de EEUU Barak Obama y otros muchos líderes rehúsan identificar a los grupos terroristas con el islam. Hirsi Ali se plantea, “yo creo que cuando un asesino cita el Corán para justificar su crimen, deberíamos al menos debatir la posibilidad de que lo que dice, lo dice en serio. Si cerramos los ojos a las ideas que fomentan la violencia islamista, también haremos oídos sordos a la raíz del problema”. Actores como Ben Affleck llaman islamófobos a los que, en un programa de televisión, osan hacerle la pregunta de por qué no condena el maltrato a la mujer y a los homosexuales en estos países. Ayaan recuerda a todos los vanidosos morales del mundo que “el multiculturalismo no debería significar que toleramos la intolerancia de otra cultura” y que “nuestras libertades no son optativas”.

La situación que dibuja es la del suicidio cultural de Occidente. “Debemos rechazar la idea de que todo examen crítico del islam es, en esencia, “racista”, dice la autora. Y exige que “en lugar de modificar las tradiciones intelectuales occidentales, debemos defender a los disidentes que arriesgan la vida para promover los derechos humanos que nosotros damos por sentado”. ¿Porque, qué favor les estamos haciendo a los musulmanes?

¿Cuándo ETA se ha visto más derrotada? A la mente me viene esa imagen del ertzaina quitándose el pasamontañas en la primera noche sin Miguel Ángel Blanco. La sociedad vasca entendió, creo que no fue un espejismo, cuál era el único nombre de los etarras, asesinos y cuál era el de las víctimas, todos los españoles. Ayaan Hirsi Ali también busca la caída del velo, del muro, del telón de acero.

Comunismo e islam

La autora compara la situación del islam con la Guerra Fría y el comunismo, similar en “barbarie y desdén por los derechos humanos”. “A parte de un puñado de idiotas útiles” en los campus izquierdistas, nadie dijo que el sistema soviético fuera el equivalente moral del nuestro; tampoco proclamamos que el comunismo soviético fuera ideología de paz”. Y recuerda cómo en Berlín, en el año 1950, se creó la institución anticomunista Congreso por la Libertad de la Cultura, dedicado a la batalla de las ideas y a apoyar a los disidentes de Europa oriental. “Destacados intelectuales como Bertrand Russell, Karl Jaspers y Jacques Maritain aceptaron el cargo de presidentes honorarios. Muchos de los miembros eran antiguos comunistas que advertían de los peligros del totalitarismo. Revistas como Encounter (Reino Unido), Preuves (Francia), Der Monat (Alemania) y Quadrant (Australia) se convirtieron en beneficiarias del apoyo estadounidense. Free Europe Press envió muchos libros a disidentes de Europa Oriental. A finales de la guerra fría se calculó que más de diez millones de libros y revistas occidentales habían pasado” al otro lado.

Ayaan se lamenta de que “aquellos que luchan por una auténtica Reforma son difamados y marginados”. No son representativos. En los años 80, “en la Guerra Fría, Occidente elogió a disidentes como Aleksandr Solzhenitsyn, Andréi Sajarov y Václav Havel. Reformistas como Tawfiq Hamid, Irhad Manji, Asra Nomani, Maajid Nawaz, Zuhdi Jasser, Saleem Ahmed, Yunis Qandil, Seyran Ate, Bassam Tibi y muchos otros merecen nuestro apoyo y protección. Deberían ser tan conocidos como Voltaire y Locke en su época”. Occidente necesitaba tener sus librepensadores”. La autora no pide otra cosa que la liberación de la conciencia individual y del pensamiento crítico. “Dhiyaa al Musawi, clérigo, pensador, escritor chií de Bahrein ha hecho un llamamiento a “una intifada cultural en el mundo árabe, para barrer las supersticiones que habitan en la mentalidad árabe e islámica”.

El amor a la muerte

En noviembre de 2004 la ONU calculó que alrededor de 15.000 combatientes extranjeros habían viajado hasta Siria. Entre el 10 y el 15% fueron mujeres.

“Miles de jóvenes están en riesgo de ser abducidos por el proselitismo de los musulmanes radicales”, advierte Hirsi Ali. Nos deja estupefactos cómo jóvenes criados y subvencionados por Occidente, que hablan un árabe precario, se convierten en fanáticos asesinos. Una de las claves para la autora es la “falta de autocrítica en nuestra cultura. Se pregunta Ayaan por qué para “el talibán 2.0 el mensaje de muerte es más atractivo que la vida que se les ha concedido a estas personas en sus países de acogida”. “¿Cómo explicar esa pasmosa ingratitud con su patria adoptiva?”. La mayoría, según su análisis, ansía “ser mejores personas, llevar una vida honorable reviviendo un pasado glorioso. Su Misión es sagrada”. El fatalismo del islam ha calado entre nosotros, “el problema yihadista está creciendo mucho más deprisa de lo que la mayoría de occidentales quiere enfrentar”, se alarma.

“Lo más probable es que no exista ninguna oportunidad realista de que los musulmanes de países como Pakistán accedan a renunciar a la sharía. Sin embargo, en Occidente debemos insistir en que los musulmanes que viven en nuestras sociedades acaten la ley”. Existen “Patrullas de vigilancia en Londres para castigar a las mujeres que se niegan a cubrirse”. Si la última novela de Michel Houellebecq clava la bandera negra sobre la Universidad de La Sorbona en París, Hirsi Ali la ve ondeando sobre el 10 de Downing Street.

Hirsi Ali echa cuentas

“Sólo el 3% de los musulmanes entiende el islam en estos términos militantes. Pero de un total de 1.600 millones de creyentes o un 23% de la población mundial, eses 48 millones de personas parecen más que suficientes”.

Si echamos la vista atrás, al año 2014: abril, secuestro de 276 colegiales por Boko Haram; mayo, condena a muerte de una mujer embarazada por apostasía en Sudán; junio, el 29, se proclama el nuevo califato en Iraq y Siria; agosto, el periodista estadounidense James Foley es decapitado. En ese mes hubo una al día; en septiembre en Oklahoma un reciente converso decapitó a su compañera de trabajo; en octubre Canadá fue tiroteado un cabo que estaba de guardia; diciembre, Australia: toma de rehenes con muertos en Sídney. Francia, los trabajadores de Charlie Hebdo, donde los asesinos proclamaron “el Profeta ha sido vengado. “¿Hacen falta más pruebas, de que “la violencia en nombre del islam se extiende?”.

En Egipto hay 80 agresiones sexuales al día. En Iraq se está negociando una ley “para rebajar a 9 años la edad legal a partir de la cual una niña puede contraer matrimonio”. Un 75% de los pakistaníes opinan que hay que aplicar la pena de muerte a aquellos que abandonen el islam. Un 25% justifica los atentados. Cifra estimada de crímenes de honor al año: 5.000. Todos los datos están en este libro.

Mensaje positivo para acabar. “Hay millones de musulmanes pacíficos en el mundo”. George Orwell, uno de los referentes intelectuales de esta autora nos situó en una granja en la que sólo sabía leer el burro. Dejemos de hacer el avestruz y empecemos a ser gallitos. El libro ha sido traducido al árabe, al persa, al urdu, al bengalí, al somalí, y está disponible en descarga gratuita. “Gente como yo -algunos de los cuales somos apóstatas, la mayoría musulmanes disidentes- necesitan su apoyo, estimado lector”.

Fuente:libertaddigital.com

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