AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO
Daniel Treguerman tenía cuatro años y medio y era el octavo nieto de los argentinos Marcelo y Paulina Treguerman, que viven en un moshav (especie de granja colectiva similar a un kibutz) del Neguev occidental desde 1977.
La tragedia lo alcanzó el 22 de agosto pasado, cuando un misil disparado por terroristas palestinos cayó junto a su casa, en medio de la Guerra de Gaza. Su icónica imagen con la camiseta del astro futbolístico Lionel Messi recorrió el mundo y se convirtió en paradigmática de las víctimas inocentes de la barbarie asesina.
A poco de cumplirse el primer aniversario de su trágica muerte, sus abuelos recibieron a la Agencia Judía de Noticias (AJN) en su casa, por gentileza del Keren Kayemet Leisrael.
MT- Nos educamos en el movimiento juvenil (sionista): el hecho de hacer aliá, vivir en Israel y trabajar la tierra… Teníamos 19 años cuando llegamos, y nos casamos enseguida.
PT- Mantuvimos la parte argentina: todos los chicos (sus hijos) hablan castellano, pero no lo escriben, y las chicas (sus esposas) entienden algo. Los nietos no hablan español.
P- ¿Qué es de sus vidas a un año del asesinato de Daniel?
MT- Este año lo agregaron en el Día de Recordación (de los caídos en guerras y atentados), Yom Hazicarón y prepararon un video con una canción sobre él. Estos chicos (sus vecinos) son todos como parte de la familia: cuando pasó lo de Daniel estuvieron acá, en la shivá (semana de duelo), cientos de personas que ni lo conocieron y nos decían que lo sentían como si fuese su hijo o nieto. Vino gente que no habíamos visto por 20-30 años, de aquí y del mundo. (Después de su asesinato, los padres de Daniel) no volvieron al kibutz, y cuando se inauguró una biblioteca a nombre de Daniel en Najalot, su madre no pudo ir. Para nosotros fue muy difícil, pero fuimos porque queremos recordarlo y porque la gente está en contacto con nosotros. D’s siempre estuvo en el mismo lugar; Daniel, no sé cómo, buscó la forma de comunicarse. Hace cinco años, un misil cayó en mi casa media hora después de que volviéramos de un festejo en Tel Aviv. Tuvimos la suerte de que nada nos pasara, a diferencia de Daniel…
PT- Los padres de Daniel fueron a vivir allí como estudiantes. Íbamos a visitarlos dos o tres veces por semana, especialmente desde que nació Daniel. Siempre paseábamos con los chicos por allí. Los llevábamos a los parques, a jugar al tobogán, y después se mudaron a una calle del kibutz donde la mayoría era gente mayor, así que Daniel tenía abuelos postizos en todos lados. Se iba a la casa de uno u otro; alguno lo llevaba en camioneta, otro en un tractor… Tenían mucho contacto con la gente de allí. Los vimos nuevamente y nos preguntaron cómo estábamos. Todos están muy afectados. Mi hijo mayor tomó como una responsabilidad el hecho de cuidarnos, atendernos y estar con nosotros en todo momento. Los padres (de Daniel) casi no hablan de él. Yo no puedo estar sentada, pensando y nada más. Respeto su silencio y nada hago que esté en contra de lo que quieren, pero si pudiese ir por la calle gritando “éste es mi nieto, que se murió”, lo haría…
P- ¿Qué análisis hacen de lo ocurrido desde el secuestro y posterior asesinato de los tres adolescentes y la trágica muerte de Daniel?
MT- No creo que la fuerza o las guerras solucionen el problema. Realmente tenemos un gobierno que no favorece el llegar a una fórmula de paz. Hay que tomar en cuenta que, en la historia del Estado de Israel, los únicos que hicieron paz con los árabes -fuera de (Itzjak) Rabin con Jordania- fueron (Menajem) Beguin y (Ariel) Sharón, que dieron tierras. Hay que llegar a una solución entre dos pueblos. No hay razón para que Israel mantenga a dos o tres millones de árabes que no quieren que los domine, pero sí que les dé trabajo y posibilidades. El desarrollo económico de los árabes, tanto de la Franja de Gaza como de la Margen Occidental, desde el ’67 hasta la primera Intifada, fue increíble. Somos agricultores. Trabajábamos las tierras con obreros palestinos, íbamos a sus casamientos y ellos a los nuestros y a los de nuestros hijos… Cuando empezaron los problemas de Fatah y todo eso, un día me llamó el mayor de los obreros y me dijo que no podía venir más porque le habían dicho que si venía a trabajar, tendría que matar a alguien de mi familia: ‘No puedo hacer eso y si no lo hago, van a matar a mi familia’. Convivíamos bien hasta que un pequeño grupo creyó que la independencia sería mejor para ellos. No hay problema: hay que dejar que hagan lo que quieran, pero de común acuerdo. No hay otra solución. Hamas sigue haciendo los túneles y armándose de misiles. Estamos entrando en el verano (boreal) y me imagino que, poco más, poco menos, va a empezar (de nuevo el bombardeo). Entonces, la situación es muy tensa…
P- ¿Qué le dejaron esos crímenes a la sociedad israelí?
MT- La lastimó mucho, pero así no se puede llegar a un acuerdo…
PT- El de los adolescentes fue un atentado terrorista, como tantos otros que hubo en esa misma zona (de Hebrón). Eso hace retrasar todo tipo de conciliación con ellos porque genera odio y desconfianza. Lo que pasó con Daniel fue diferente porque el misil salió por dos razones muy fuertes: una fue que (el entonces jefe del Ejército israelí) Benny Gantz estaba dando vueltas por ahí, y tiraron de una escuela de la ONU. Un chiquito de 4 años y medio estaba jugando con su hermanita en la casa, con sus padres adentro. La nena salió, el nene no alcanzó: el misil lo mató. Estaba por viajar a Tel Aviv… Hamas tenía a gente atrapada adentro de la escuela porque sabía que Israel no iba a bombardear. Ésa es nuestra bronca: ¿tiran un misil y nadie hace algo? Tiraron abajo -no sé si esa misma noche- un edificio de 14 pisos, pero desde donde salió ese misil, siguieron saliendo otros… A los cuatro días que murió Daniel, en el kibutz pasó algo muy parecido: murieron dos javerim (miembros) y otro quedó muy herido, con piernas ortopédicas. Otro de los factores que llamó mucho la atención de Daniel fue la camiseta de Messi. Eso trajo a gente que no conocíamos. Era el Mundial y Daniel estaba acostado viendo los partidos con Marcelo y le insistió con que quería la camiseta…
P- ¿Cómo están viviendo el año transcurrido desde la trágica muerte de Daniel?
PT- Hay gente que dice que uno precisa un golpe fuerte para saber qué tiene en casa. Lo que tenemos es una familia. Nuestros hijos y nietos -los que entienden, y a los que no, se los hizo partícipes de una manera muy cuidada- estuvieron acá, con nosotros, más de dos semanas. En esa época no sé quién entró y salió de mi casa. Había mesas y sillas y gente que venía hasta el portón y se iba porque no había dónde estacionar. El acompañamiento de la gente fue realmente sorprendente. Cuando dije que los chicos vinieran acá, sus padres dijeron que no había problema. Daniel está enterrado en un cementerio que está muy cerquita de nosotros. Con cada suspiro lo vamos a visitar. Sus padres trabajan: ella hace lo posible por sacar a flote su labor (de vocera) y él es arquitecto y tiene oficina propia. Toda su fuerza es para los chicos, tratan de llevarlos a actividades para que se distraigan. Hacen todo lo que pueden, y lo que no, no…
P- ¿Qué sienten respecto de la iniciativa del Keren Kayemet Leisrael de construir un espacio recreativo en honor de Daniel?
MT- Lo tratamos con el moshav y nos dieron la posibilidad de usar espacios comunes de 20.000 metros cuadrados. Es un lugar muy grande. Hay un programa y armamos una comisión con compañeros de acá que nos ayudan y aconsejan, No lo queremos hacer de una sola vez: primero porque es muy grande, segundo porque queremos que los chicos sean una parte del parque que va a recordar principalmente a Daniel. A él le gustaba jugar con legos, viajar en bicicleta, y la idea es poner cosas que tengan que ver con su vida, pero hacerlo en etapas, en años. Todas las partes van a estar unidas por un camino, que es el Camino de la Paz. Cada uno de los lugares va a tener una atracción distinta, ya están todas las cosas programadas. Una de las razones de la cena que organizaron era buscar la ayuda para levantar este proyecto, que es para honrar a Daniel y para que los chicos del moshav puedan ver las etapas de su vida. En la tumba, los padres escribieron “Gracias por enseñarnos a ser padres”, con letra como la de él, y pusieron un dibujo que hizo de sí mismo. El parque es el proyecto de nuestra vida. Es como una carrera de largo tramo, que tenemos que llevar con nosotros y lo vamos a hacer. Creo que estará para el año que viene. Vamos a empezar después del verano (boreal). El lugar está, vamos a ver cómo lo llevamos adelante…
PT- Para mí es muy importante lo que estamos haciendo. Mi hijo me dijo que si quería hacer algo, que lo hiciera, y lo primero que salió fue el Camino de la Paz, con unos juegos, algo muy simple. Después empezó a venir gente y se fue agrandando para todos. Cuando Ariel (Goldgewicht, director para América Latina del KKL) estuvo acá le dije que iba a tratar de entender que no podía ser mañana porque si por mí fuese, así sería, pero quiero que se haga algo para el 22 de agosto y me dijo que van a tratar…
Por estos días, las autoridades del Keren Kayemet Israel, junto con sus pares en la Argentina -Adolfo Filarent, presidente, y Shay Salomon, shelíaj para América Latina-, están realizando los preparativos para hacer un corte de cintas al cumplirse el año de la muerte de Daniel y, de esa manera, dejar inaugurado el parque.
Fuente:itonga.serversur.com
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