MARC BASSETS
El alcance de las inspecciones internacionales y el ritmo del levantamiento de las sanciones centran el final del diálogo en Viena.
Las negociaciones de las potencias con Irán se prorrogan hasta el 7 de julio. Llega el momento de la verdad, de discutir los detalles que permitan rubricar el acuerdo o lo hagan naufragar. El objetivo de EE.UU. y sus aliados es impedir el acceso de los iraníes a la bomba atómica. Los obstáculos no son menores. Primero, cómo verificar que Teherán cumpla el compromiso de limitar su capacidad nuclear. Y cuándo levantará la comunidad internacional las sanciones que ahogan la economía iraní.
A punto de expirar el plazo original para el acuerdo, el 30 de junio, los negociadores se dieron el martes una semana más para redactar el texto final. En paralelo, prolongaron hasta esa fecha la suspensión de medidas punitivas contra Irán acordadas en 2013.
La extensión del Plan de Acción Conjunto —el acuerdo que, temporalmente, aliviaba las sanciones a Irán y obligaba a este país a limitar sus actividades nucleares— evita que las sanciones se reactiven mientras sigue el diálogo. El plan de acción expiraba en la medianoche del martes al miércoles.
La nueva fecha límite agota casi todo el tiempo disponible. El 9 de julio, la Administración del demócrata Barack Obama debe presentar al Congreso de EE.UU. el texto del acuerdo. Entonces el Congreso, dominado por el Partido Republicano, tendrá un mes para revisarlo.
Los principios del acuerdo se aprobaron el 2 de abril en Lausana. Ahora se trata de escribir la letra pequeña y lograr que ninguna de las partes dé marcha atrás en nada de lo pactado.
“Hay temas reales y difíciles que deben resolverse para lograr un acuerdo amplio, y no sabemos si seremos capaces de alcanzarlo”, dijo una fuente estadounidense en Viena.
En las negociaciones participan, además de Irán, el grupo conocido como P5+1: los miembros con derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU (EE UU, Rusia, China, Francia y Reino Unido), que además tienen la bomba nuclear, más Alemania y la jefa de la diplomacia de la UE, Federica Mogherini.
“Estoy aquí para obtener un acuerdo final, y creo que podemos”, dijo el ministro iraní de Exteriores, Javad Zarif, después de aterrizar en Viena tras una breve visita a Teherán.
El viaje de Zarif a la capital iraní desató especulaciones sobre la posibilidad de que el líder supremo, Alí Jamenei, le obligase a desdecirse de algunos de los compromisos de Lausana. En Irán, el líder supremo tiene la última palabra.
“Desde el principio he dicho que abandonaré las negociaciones si se trata de un mal acuerdo”, dijo Obama en Washington. El presidente cree que la clave será el mecanismo de verificación, es decir, las inspecciones de las instalaciones iraníes.
En Lausana, las potencias internacionales impusieron a Irán límites al enriquecimiento y almacenamiento de uranio, necesario para fabricar la bomba nuclear. A cambio, prometieron retirar las sanciones.
Irán niega que aspire a fabricar una bomba. Los nueve países con bomba atómica (entre ellos, los cinco del Consejo de Seguridad) acumulan hoy 10.158 armas nucleares, según datos del laboratorio de ideas Council on Foreign Relations.
Las negociaciones son como una partida de ajedrez simultánea, o “un cubo de Rubik”, como lo definió hace unos meses una negociadora estadounidense. Negocian las potencias entre ellas —y los negociadores de Viena con sus capitales— y al mismo tiempo con Irán. Reabrir un detalle del acuerdo puede desbaratar el conjunto.
EE.UU. y sus aliados quieren un acceso amplio de los inspectores que incluya centros militares. Jamenei ha establecido una línea roja en el acceso a instalaciones militares.
Irán quiere que las sanciones se retiren en cuanto el acuerdo esté suscrito. EE.UU. y sus aliados quieren verificar primero que Irán cumpla sus compromisos. También buscan un sistema para reinstaurar en seguida las sanciones en la ONU si Irán incumple el pacto. El temor es que, una vez levantadas, China y Rusia impidan volver a imponerlas.
A partir de ahora, los negociadores en Viena tienen tres opciones: cerrar el acuerdo antes del 9 de julio, prolongar el diálogo más días o romperlas definitivamente.
Obama está dispuesto a romper la baraja, pero en abril, ante las críticas al acuerdo preliminar de Lausana, avisó de que renunciar a la diplomacia dejaría manos libres a Irán para desarrollar su programa nuclear. Renunciar a un buen acuerdo, dijo Obama, la alternativa sería tolerar que Irán avanzase sin controles hacia la bomba nuclear o “bombardear las instalaciones nucleares y arriesgarse a una nueva guerra en Oriente Próximo”.
Fuente:elpais.com
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