Al Reguel Ajat 120

MARCOS GOJMAN

El movimiento reformista fue el pionero en intentar modernizar y al mismo tiempo mantener la esencia del judaísmo, dentro de una cultura de la ilustración y la emancipación. Eran personas profundamente dedicadas y les preocupaba muchísimo el futuro del judaísmo. Estaban convencidos de que lo que hacían era la mejor manera de preservar al judaísmo. Las otras respuestas a la modernidad, como el movimiento conservador, el ortodoxo moderno y hasta el sionismo político, fueron una respuesta al trabajo de los reformistas.

Los reformistas se enfocaron a dos grandes interrogantes: ¿qué aspectos del judaísmo habría que cambiar? y ¿cómo se harían esos cambios? El qué cambiar, abarcaba desde aspectos superficiales, como por ejemplo el idioma de los sermones (alemán o yiddish) o la duración del servicio, hasta temas que tocaban la esencia del judaísmo, como el mantener el kashrut, el rezar con tefilim y kipá, o el rezar a Sión. Y la pregunta de quién iba a decidir, tenía su propia problemática: ¿Quiénes decidirían, cada rabino, los líderes, o los miembros de la congregación? Estos y otros temas tuvieron defensores y detractores, desde liberales hasta tradicionalistas.

Uno de los disidentes fue Zejariah Frankel, el rabino principal de Dresden, quien en 1845 rompió con los reformistas, ya que él sostenía que el hebreo debía seguir siendo el lenguaje principal en los rezos y que las leyes de kashrut debían mantenerse. Él decía que la ley judía no era algo estático, sino que evolucionaba de acuerdo a las nuevas condiciones. A esto lo llamaba “Judaísmo Histórico Positivo”, que es el tener una actitud positiva hacia las normas pero con la mente abierta para aceptar nuevas leyes y costumbres, como había sucedido a lo largo de la historia. Decía que los cambios de los reformistas no estaban basados en la historia y en las tradiciones.

Frankel no fue el único opositor. En 1854 el rabino Samson Raphael Hirsch veía al judaísmo como “un santuario intocable que no debe ser sujeto al juicio del hombre o subordinado a sus consideraciones humanas” y que “el progreso es válido sólo en la medida que no interfiere con la religión”. Su lema “Torá y Derej Eretz”, significa observar las mitzvoth al mismo tiempo que conocemos e interactuamos con la sociedad y la cultura en la que estamos inmersos.

Otra postura fue la del sionismo político. Aunque no tiene estrictamente un contenido religioso sino más bien político y nacional, el sionismo también se puede considerar una respuesta a la modernidad. Leon Pinsker en 1882 hablaba de la auto emancipación, el aceptar que el pueblo judío sería emancipado solamente cuando tuviera su propio país y no mientras siguiera viviendo entre otras naciones.

A Frankel se le considera el iniciador del movimiento conservador, a Hirsch el de la ortodoxia moderna y a Herzl, Pinsker y otros pensadores el sionismo político. Pero con todo, el catalizador de estas corrientes fue sin duda el movimiento reformista.

Bibliografía: Conservative Judaism de Neil Gillman y otras fuentes.

Fuente: alreguelajat.com

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