Jacobo Zabludovsky habla de ser judío en México

Tras la desaparición de Jacobo Zabludovsky, icono de la comunicación en México, Enlace Judío reproduce esta entrevista realizada en el año 2012.

MAY SAMRA Y PETER KATZ PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Jacobo Zabludovsky ama los libros: esto es notorio desde que se entra en su “taller”, en el cual trabaja desde que salió de Televisa, el cual está tapizado de volúmenes que son solamente parte de su biblioteca en casa. Nos enseña, incluso, el baño, que incluye estante de libros y mueble con cassettes de tangos. “Jacobo es vino, tango y toros” lo había definido una amiga. Jacobo es, ante todo, el judío más (virtuosamente) famoso de México, quien, antaño con su programa televisivo 24 horas y hoy en la radio, donde inició, mantiene a los mexicanos informados; también un judío comprometido con su Comunidad, que reconoce y acata las directivas de su cúpula y fue fundador del Instituto Cultural México Israel.

Este gran lector, capaz de declamar estrofas enteras (aplicándolas a su vida), se ha codeado con los grandes de este mundo y ha sabido explicar como nadie la segunda mitad del siglo XX. Un ícono de la comunicación quien, sin embargo, tiene la corrección de recibirnos a la puerta de entrada y acompañarnos hasta el elevador,ayudándome con el tripié de la cámara. Un hombre de disciplina y trabajo quien, a diario, se levanta a las 5:00 am a diario, se baña con agua fría, y nunca ha llegado tarde ni faltado a su programa (tampoco ha fallado una sola vez en la entrega de sus columna semanal en el Universal). Un periodista serio que considera que un periodismo objetivo favorece a Israel. Un mexicano orgulloso al cual le brillan los ojos cuando dice “México es un gran país, un país sensacional”. Otra de sus frases: “No tengo elefantiasis del ego como para dar consejos a Israel, si no para recibirlos”. Finalmente, este hijo de inmigrantes se vuelve soñador cuando recuerda su infancia en la Merced y su familia desaparecida casi toda en las fauces del Holocausto nazi.

Mente privilegiada, don de la comunicación, identidad judía definida, él es Jacobo Zabludovsky, un gran judío mexicano.

Entrevista exclusiva a Jacobo Zabludovsky

Enlace Judío: En tres palabras, ¿qué es para ti ser judío?

Jacobo Zabludovsky: Es un orgullo y un estado de ánimo.

EJ: ¿Por qué un estado de ánimo?

JZ: Porque permanentemente es una presencia en todas las actividades que desarrollo en mi conducta, en mi deseo de hacer algo para trascender.

EJ: ¿Cómo ha sido tu trayectoria y a qué atribuyes tu éxito?

JZ: Mi trayectoria es pública, se puede saber. Yo nací en la Colonia Doctores, en la calle de Dr. Barragán, porque ahí había fábricas, los hermanos de Bialistock, León y Elías, amigos de mi papá que también era un bialostocker, pues cuando llegó pidió trabajo ahí y ahí nací en una vecindad, pero muy pequeño, posiblemente cuando tenía un año, nos fuimos a la Merced, de modo que en La Merced aprendí a caminar, aprendí a hablar, ahí estaba mi escuela primaria, pública, gratuita, laica, la Escuela Primaria República del Perú, en la calle de San Jerónimo, en la calle de Regina está la Secundaria 1, pública, laica y gratuita. Cerca de la Merced está el viejo barrio universitario, en el que fui a la preparatoria en San Ildefonso, Escuela Nacional Preparatoria, por la puerta de la preparatoria entré a la Universidad Autónoma de México, ahí hice mis estudios de la Facultad de Derecho que terminé en CU porque me tardé mucho en recibirme porque había otras prioridades. En la calle de San Ildefonso que es una calle de una sola cuadra, muy corta, va de Argentina al Carmen, una cuadrita, decidió mi vida en cuanto a la educación; pero lo más importante ahí conocí a mi esposa, cuando yo estaba en la Facultad de Derecho ella ingresó a la preparatoria que estaba en la acera de enfrente de San Ildefonso y pronto vamos a cumplir 60 años de casados.

Entonces La Merced para mí es una casa un poco más grande que las que habité; además mi papá se cambió de casa muchas veces, llegué al Centro, que ahora se llama Centro Histórico, antes no tenía apellido, a la calle de Mesones, entre bodegas de abarrotes, en la cuadra que va de Isabel la Católica a 5 de febrero, frente al callejón de Regina, luego nos cambiamos a San Jerónimo, cerca de la escuela, luego nos cambiamos a Cruces, que es el corazón de La Merced, luego nos cambiamos a la Av. 20 de noviembre, cuando ésta se abrió, ya que antes no existía, también vivimos en Correo Mayor #117.

¿Por qué nos cambiamos tanto?, eso me pregunté muchos años después, y me di cuenta de que la vivienda cada vez era un poco mejor, era cosa de un día, muy sencillo, mi papá alquilaba un camión de carga en La Merced, en uno de esos camiones que traen frutas, verduras, quesos, y en uno de esos camiones montábamos todo lo que teníamos de muebles, y en la tarde ya estábamos en otra casa, no había gran problema. Pero La Merced para mi es un recuerdo muy grato, fui un niño contento. Nos faltaban muchas cosas, menos comida y casa, pero muchas otras cosas no faltaban. Fue cuando crecí que me di cuenta de que habíamos sido pobres, cuando fuimos, no me importó, era un niño contento en una casa normal, mi mamá, mi papá, mi hermana mayor (8 años), mi hermano mayor (4 años), ellos nacieron en Polonia, yo nací aquí en México y en La Merced hice mis amigos, toda la educación también la hice ahí, vi el desarrollo de las sinagogas que se improvisaban en las casas hasta que se construyó Justo Sierra, La Merced, pues me marcó.

EJ: Y te dedicaste a la comunicación, ¿cuál es el compromiso del judío con la palabra?

JZ: Pues es el origen y la razón, porque la base de nuestra religión es un libro y un libro es la palabra, la palabra escrita, pero palabra al fin.

EJ: ¿Cuál fue tu compromiso con la palabra como judío?

JZ: Yo no establecí conscientemente ningún compromiso con nada, quise trabajar, quise ser periodista, al mismo tiempo quise ser locutor de radio que en ese tiempo era muy atractivo; eran grandes figuras de las que sólo conocíamos la voz, y quise ser las dos cosas muy tempranamente, empecé a trabajar a los 16 años en radio y periodismo y desde entonces son lo he dejado, yo creo que pronto voy a cumplir, espero, 70 años de periodista.

EJ: Tú muchas veces has sido una figura protectora para la Comunidad Judía de México, ¿cómo ha sido esta misión en tu vida?

JZ: Siempre he tenido un sentido de pertenencia a un grupo, a este grupo de mexicanos judíos, de eso he sido consciente y he actuado en función y en consecuencia de esa convicción. Como resultado de eso, se ha reflejado en mi conducta personal, tanto dentro de la Comunidad como fuera de ella.

EJ: ¿Cómo se ha reflejado en tu conducta personal?

JZ: Soy muy disciplinado en cuanto al respeto de las autoridades de la Comunidad, los dirigentes del Comité Central Israelita de México, siempre han estado atentos a cualquier cosa que yo pudiera decir y cuando he recibido algún ataque, por judío, lo he informado porque puede ser parte de algo que yo desconozco y tal ves ellos tengan antecedentes y esto contribuye a un mejor conocimiento del entorno y de los peligros que pueden rodearnos; he mantenido esta relación con los líderes de la Comunidad desde hace 50 años.

PK: En eso eres ejemplar, porque es cuestión de actitud.

JZ: También dentro de la Comunidad participé en el nacimiento o fortalecimiento de algunos esfuerzos por mejorar la Comunidad, por ejemplo, soy fundador del Instituto Cultural México – Israel, y te puedo decir casi matemáticamente cuando se fundó yo tenía prácticamente unos 18 años, eso fue en 1946, de todos aquellos brillantes intelectuales mexicanos, judíos y no judíos que instalamos el Instituto Cultural México – Israel, yo soy el único sobreviviente.

PK: Pedro Ramírez Vázquez estaba entre ellos.

JZ: Sí, Pedro Ramírez Vázquez, algunos ministros de la Suprema Corte, Andrés Sierra Rojas, era lo mejor de la intelectualidad mexicana.

PK: Y ¿los no judíos aceptaron participar?

JZ: Ah, claro, no sólo aceptaron participar, sino que crearon el Instituto; nos reuníamos en algunos restaurantes, de los que me acuerdo, uno en la calle de San Lui Potosí en la Col. Roma, era un restaurant francés, otros en el Centro y luego ya tuvimos una pequeña oficina en la calle de Bolívar y creo que a mí me invitaron porque yo ya escribía en un periódico, estaba en la Facultad de Derecho.

PK: Y estabas en la radio y televisión.

JZ: No, la televisión no había llegado a México.

Entrevista exclusiva con Jacobo Zabludovsky, segunda parte.

EJ: Después de lo que has visto, ¿cómo consideras a México?, ¿existe antisemitismo en México?

JZ: Hay antisemitismo en cualquier lugar del mundo, no hay un lugar del mundo donde no lo haya, pero México ha sido un país generoso, no me gusta el término tolerante, porque tolerar es que aceptas a lo que te disguste, partes de lo que te disgusta y lo aceptas, entonces toleras.

PK: Es condicionado.

JZ: Así es que no lo uso, aunque podría aplicarse también, pero México es un país generoso. Cómo es posible que mi papá, que no tenía el dinero, que no tenía el idioma, que no tenía la religión de la mayoría de los mexicanos, pudiera venir y traer a su familia de Polonia y hacer una vida modesta pero honesta, educar a sus hijos y crear un entorno de respeto en medio de una mayoría aplastante de habitantes que no compartían su religión, que tenían más dinero, que no le entendían lo que decía: este país es sensacional. Donde un muchacho sin ninguna influencia que tocó las puertas para que le dieran trabajo, se lo dieron llamándose Jacobo Zabludovsky y en aquella época era ¿Jacobo quién? Es un gran país.

EJ: ¿Cómo ha sido para ti esta dualidad de ser judío y figura pública?

JZ: No he tenido problema, no ha sido dualidad.

EJ: No debe ser, ¿no?

JZ: En las escuelas a las que yo fui, era el único rubio, quizá éramos dos rubios, y los otros 40 muchachos de la clase eran de Chalco, de Naucalpan o venían de La Merced, de Texcoco, y yo era el güero, “oye güero”, otro era “el panzón”, otro “el chaparro”, otro “el Cantinflas”, pero no había un sentido despectivo. No hubo ninguna agresión de carácter religioso hacia mí, por lo menos no que tuviera importancia.

EJ: Y luego, ¿cuando te convertiste en figura pública?

JZ: Sabes que pasa, que yo no me di cuenta de eso porque mi carrera ha sido de subir peldaño por peldaño, no me dio el vértigo de la altura, no subí en elevador, subí a pie, paso a paso, porque hay quien se sube a un ladrillo y le da el vértigo de la altura, pero no fue mi caso, todo me costó trabajo.

EJ: Y el público te lo recompensó.

JZ: La verdad sí, estoy muy agradecido, sobre todo cuando salí de Televisa, salí por mi propia voluntad, renuncié por razones personales, y de eso hoy que hablamos se cumplen 12 años de que salí de Televisa. Cuando estuve en Televisa ese apoyo del público, yo nunca pude separar cuánto era hacia Televisa y cuánto era hacia mi, pero siempre estuve consciente de que lo importante era el medio, no yo, lo importante es la televisión, no yo. Cuando salí de Televisa y volví al radio de donde yo surgí, y vi que respondió la gente, cuando empecé a escribir una columna semanaria en el Periódico El Universal y vi que la gente visitaba el internet para leerlo y que me lo comentaba cada lunes, es entonces cuando sentí una enorme satisfacción, porque era por mí y ya se había separado esa enorme maquinaria fantástica que es la televisión y especialmente Televisa que es tan importante, era yo…
“La divina comedia”, empieza diciendo “A la mitad del camino de la vida me encontré de pronto en una selva oscura (…)” y muchos estudiosos de Dante Alighieri se preguntan “¿qué quiso decir? o ¿qué edad tenía?”, cuando dijo la mitad del camino de la vida, entonces calculan que el promedio de la vida era 60 años, pues tenía 30. Para mí, la mitad del camino de mi vida, fue el día que salí de Televisa y empecé la segunda mitad, apenas llevo doce años…

EJ: ¿Por qué?

JZ: Porque es otra vida, estuve muy contento en Televisa, llegué a lo máximo que se podía ser: Vicepresidente de todos los noticieros de Televisa, creamos ECO el sistema internacional de noticias en español que llegaba a España y cualquier pueblito de Los Andes. Al terminar mi labor en Televisa, yo no sabía qué iba a hacer, no estuve preparado, e la mañana de ese día, 30 de marzo del año 2000 yo no sabía que en la tarde ya no iba a estar en Televisa, al salir de Televisa instalé este taller, yo quise establecerme independientemente en la forma que siempre soñé, en un lugar de trabajo siempre rodeado de mis libros y me empezaron a surgir ofertas de trabajo, tuve suerte en aceptar, incluso una que iba a ser un error, pero el que me lo ofreció se rajó, me dio mucho coraje, y luego me di cuenta de que todo lo que pasa es para bien.

EJ: De todos los reportajes que has hecho, ¿de cuál te sientes más orgulloso?

JZ: Me siento orgulloso de haber comido con David Ben Gurión en Sdé Boker, de haberlo escuchado; me siento orgulloso de mi relación con Isaac Nabón, Presidente de Israel, sefardita que habla ladino y que me recibiera en su casa del Jerusalem Viejo; me siento orgulloso de haber podido ser amigo de Arthur Rubinstein, el pianista más famoso del siglo XX; de haber acompañado a Diego Rivera y a Frida Kahlo y de haber comido en su casa varias veces, me ha dado muchas satisfacciones mi profesión. Es una pasión.

EJ: Dicen que Israel tiene un problema de comunicación, si tú pudieras darle algún consejo, ¿cuál sería?

JZ: Yo no estoy para darle consejos a Israel, sino para recibir consejos de Israel. No tengo elefantiasis del ego como para darle consejos a Israel.

EJ: Pero, una idea.

JZ: No, ninguna.

EJ: ¿Qué opinas del periodismo hoy, en México?

JZ: Yo creo que estamos en un buen momento, porque después de 70 años de que un solo poder político acaparó no sólo los tres Poderes Constitucionales, sino que acaparó los poderes fácticos, es decir, los sindicatos, la Iglesia, los periódicos… después de 70 años de que prevalecía la opinión de un solo partido sobre las demás opiniones, entramos a un camino hacia la democracia y los periodistas tenemos una gran oportunidad de ejercer nuestra libertad de opinión. Y ahora el que no ejerce la libertad de crítica o no hace un periodismo de investigación para luchar contra la corrupción e ineptitud y el dispendio, está desperdiciando lo mejor del periodismo, que es el poder de expresar la libertad de expresión.

EJ: ¿Qué opinas de la educación de los colegios judíos?

JZ: Creo que son una estructura fundamental de la educación y la cultura de la Comunidad Judía en México. Cuando llegaron los primero inmigrantes judíos ashkenazitas, no tenían qué comer, y de los primeros centavos que ganaron, destinaron parte para establecer un panteón, una escuela y una sinagoga, y desde entonces ya vamos para 100 años. Los colegios judíos han sido una piedra decisiva para la construcción de esta casa que es la Comunidad Judía en México. Mi tía Vele, fue directora y para de la Naye Idishe Shule, hasta el día de su cierre, así es que estamos un poco involucrados, aunque yo nunca fui a un colegio judío, pero esto no me hace ajeno a la realidad positiva que es el esfuerzo del producto original.

EJ: ¿Parte de tu familia falleció en el Holocausto?

JZ: Todos excepto los que vivimos en México, algún primo que vivió en Buenos Aires, recitador Zabludovsky de Sholem Aleichem, algún pariente en L.A que fue artista de cine y algunos primos que vivieron en N.Y.

EJ: ¿Cómo es para ti, descendiente de sobrevivientes del Holocausto, el hecho de que una persona como Ahmadineyad se pare enfrente de una tribuna y diga que quiere borrar a Israel del mapa?

JZ: Pues eso define al tipo, yo creo que este tipo de manifestaciones anti judías, porque no es contra un Estado. Los antisemitas dicen que aman a los judíos pero odian a Israel por imperialista, eso es falso, es una manera de disfrazar un odio. Creo que en cualquier momento Israel tiene la respuesta a un desafío de ese tipo.

EJ: Ahora, la pregunta obligada, ¿cuáles son los tres libros que marcaron tu vida?

JZ: No en su orden de importancia, pero te pude decir algunos, desde luego “El Quijote”, es el libro más interesante, divertido y sabio que he leído, lo consulto varias veces y lo he leído varias veces; me dejó huella “Crimen y castigo” de Dostoievsky; me dejó una profunda huella un pequeño libro de Emmanuel Kant, “Fundamentación metafísica de las costumbres”, ese libro establece que en la conducta humana no es lo que haces, sino la intención con que lo haces, es lo que vale. Me impresionó mucho Kafka, no sólo “La metamorfosis” sino “El castillo” y “El proceso”; Charles Dickens.

EJ: ¿Qué fue lo que te movió en Kafka en “El castillo?

JZ: La metáfora entre lo que el castillo representa y lo que es la sociedad, y en “El proceso”, lo absurdo de que alguien inocente sea condenado a muerte y lo maten.

EJ: Esto sucede en todas partes el mundo.

JZ: Sí, pero Kafka lo hizo genialmente. Me impresiona Borges, Gabriel García Márquez, del que soy muy amigo y lo acompañé a Estocolmo cuando recibió su premio Nobel, “Cien años de soledad”, en fin han sido muchos los libros que me han impresionado mucho.

EJ: ¿Qué te falta por hacer?

JZ: -Entre risas-, ahorita mi noticiario. Tengo una rutina, me levanto a las 5:00 am todos los días, recibo 6 periódicos, otros los veo en la computadora, pongo mi sauna, me meto y leo los periódicos, me baño en agua fría todos los días, 3 veces, después tomo un cafecito con mi esposa, no desayuno casi nada, a las 8:00 am tengo junta en Radiocentro, planeamos las travesuras que vamos a hacer, a las 9:00 regreso y trabajo hasta las 12:00, tengo mucho trabajo, me siguen ofreciendo, pero me cuesta mucho escribir porque tengo los dedos chuecos y me la paso corrigiendo, empecé a usar la computadora cuando entré en El Universal. Llevo 11 años en la radio, nunca he llegado tarde ni he faltado, ni he faltado a ningún artículo.

EJ: Eres muy disciplinado.

JZ: Es parte del oficio, si yo llego con el doble de caracteres con mi editor, ¡pues es un capricho y no estoy haciendo mi trabajo!

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