EMANUELE OTTOLENGHI
El Medio Oriente, como lo muestran todavía los mapas en los atlas y globos, manuales escolares y pasillos del Servicio Exterior, ya no existe más. Ha desaparecido bajo nuestras narices en menos de cinco años. Las consecuencias van desde las serias a las desastrosas. Pero los elaboradores de políticas occidentales todavía actúan como si pudieran reunir nuevamente a Humpty Dumpty. Aquí hay una guía de lo que está mal y lo que debe ser arreglado en la política exterior occidental.
Error número uno: el colapso del orden regional en el caos sectario no es algo que puede ser contenido o ignorado. El flujo de refugiados que se están ahogando en el Mediterráneo o desbordando los centros de absorción en las islas griegas e italianas no va a detenerse hasta que sea restablecido el orden en las tierras de las que están escapando, y el Estado Islámico, o ISIS, no perderá su atractivo para los jóvenes musulmanes europeos inquietos hasta que sea derrotado.
Error número dos: las fronteras no son ni sagradas ni eternas. Irak, Libia, Siria y Yemen han dejado de existir desde el año 2011. Estos países se han desintegrado bajo el peso de las divisiones étnicas y sectarias, el sectarismo y la guerra civil. En un grado que varía, todos los cuatro gobiernos centrales se han derretido — existiendo sólo en los documentos o como señores de la guerra de una pequeña porción de lo que una vez fueron sus dominios ahora perdidos. La política occidental debe reconocer esta realidad en vez de insistir en que la integridad territorial de estos estados puede ser reconstituida de alguna manera. Debe identificar a las fuerzas a lo largo de estos territorios que es más probable que se pongan del lado de los intereses occidentales — y apoyarlas.
Error número tres: en vez de apuntalar a amigos y aliados de pensamiento afín, el Occidente está confiando en sus enemigos para que hagan su esfuerzo, bajo la gran ilusión que los intereses de países como Irán y Turquía se alinean de alguna manera con los occidentales. Al hacerlo, está dando poder a fuerzas que son enemigas de los objetivos occidentales.
¿Cómo arregla uno estos errores?
Europa puede invertir tanto dinero de los contribuyentes de impuestos como quiera en perseguir a los barcos de los contrabandistas a lo largo del Mediterráneo. Pero en vez de bloquear a los refugiados en el límite del agua en el Norte de África, debe darse cuenta que poner un fin a la guerra civil en la región es un enfoque más saludable y rentable ante la crisis. Estos refugiados están escapando de la guerra y continuarán llegando hasta que la guerra haya terminado.
Esto requiere trabajar en lo que puede arreglarse y lo que seguirá roto. Irak y Siria ya no existen más y debemos dejar de fingir que existen. En su período posterior inmediato, están surgiendo cuatro entidades: ISIS, satélites iraníes, una mescolanza de fuerzas pro-occidentales moderadas e islámicas, y los kurdos.
El Occidente debe invertir más energía sofocando al ISIS. Desde el 7 de agosto del 2014, cuando comenzó Operación Resolución Inherente (que los ingleses apodaron Operación Ensombrecedora), el número de viajes aéreos lanzados y objetivos atacados ha sido decepcionante. La operación fue provocada por la conquista de Mosul, en junio del 2014 por combatientes del ISIS. Un año más tarde, el ISIS controla no sólo Mosul, sino Ramadi y Fallujah también. A pesar de la insistencia oficial que el ISIS está perdiendo terreno, no es inconcebible que sus combatientes pudieran capturar mucho antes Bagdad. Pero ellos no son irresistibles.
En el nordeste, donde está combatiendo a los peshmerga kurdos, el ISIS está en retirada, a pesar que los kurdos tienen equipo militar insuficiente. Lo que los kurdos no tienen en equipo, lo compensan en ingenuidad y resolución. Ellos están defendiendo sus casas y tierra y están determinados a no perder. El equipo occidental es lento en llegar debido a temores de que una victoria kurda arrasadora crearía las condiciones para el establecimiento de un estado kurdo. Turquía podría ser desestabilizada como consecuencia. Los gobiernos occidentales, todos socios en la OTAN de Ankara, prefieren apuntalar a un presidente turco cada vez más autoritario, no obstante su apoyo a los islámicos en Siria, en vez de dar respaldo político y militar a los kurdos estridentemente pro-occidentales, quienes, entre otros méritos, son abiertos de mente, tolerantes de las minorías, y respetuosos de las mujeres.
Los líderes occidentales cada vez más creen que Irán puede arreglar el problema para ellos. Después de ocho años de combate en Irak, los estadounidenses están comprensiblemente cansados de aventuras militares en la Mesopotamia. Los europeos nunca fueron entusiastas para empezar. Es tentador ver a Irán, en virtud de su compromiso con el gobierno liderado por los chiitas en Bagdad, combatir al ISIS con más vigor y resolución que los propios iraquíes. Lo que los elaboradores de políticas occidentales no ven es que Irán no está combatiendo al ISIS por alguna disputa ideológica. Después de todo, en Siria, el representante de Irán, Bashar al-Assad, ha evitado en forma prudente chocar con el ISIS mientras que el ISIS ha combatido mayormente a los otros enemigos sunitas de Assad, en vez de al régimen, desde que salió a la palestra. Irán sólo combate a los que interfieren con sus ambiciones — y las operaciones iraquíes del ISIS amenazan a los clientes de Teherán. De otra forma, Irán está perfectamente contento de encontrar un modus vivendi con el ISIS.
El Occidente debe por lo tanto ver a los representantes iraníes como un enemigo no menos implacable que el ISIS. Ellos sirven al objetivo de Irán de dominar la región, no a su generosidad inexistente hacia los amenazados por los radicales sunitas. Después de todo, Irán ha financiado y armado a los talibanes en Afganistán contra el Occidente, y a Hamas en Gaza contra Israel. Lo que impulsa a Irán es un deseo de no profundizar la división sunita-chiita.
Es tentador fingir que el caos desatado por la Primavera Árabe de alguna forma no nos afectará. Lo hará. Ya lo hace. A menos que sean comprometidos recursos adecuados y haya más involucramiento directo en resolver estos conflictos para la ventaja de fuerzas más moderadas, el caos de la región se derramará en áreas que son vitales para nuestros intereses propios. Cuando eso suceda, el costo de revertir las consecuencias de esta tragedia será mucho más importante.
Fuente: Standpoint
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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