RENÉE DAYÁN-SHABOT*
Durante el mes de junio tuve la oportunidad de visitar Berlín y Frankfurt como parte de un grupo invitado por el Ministerio de Relaciones Exteriores germano para conocer la “Vida judía en Alemania”. La diversidad del grupo –integrado por 16 personas, judíos y no judíos- de Argentina, Australia, Bielorrusia, Canadá, Chile, El Salvador, Eslovenia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Kosovo, República Dominicana, Polonia, Ucrania, Uzbekistán y México, añadió un elemento enriquecedor a esta interesante experiencia.
La presencia judía en Alemania se remonta al siglo IV y fue creciendo hasta constituir florecientes comunidades con una relevante vida intelectual y empresarial. Con el ascenso de Hitler al poder en 1933, muchos judíos emigraron; la gran mayoría de los que permanecieron en el país, murió asesinada por los nazis. Meses después del fin de la guerra, alrededor de 200,000 judíos provenientes de Europa oriental que fueron liberados de los campos de concentración, se quedaron en Alemania mientras recibían visas para emigrar a Estados Unidos, Canadá o Australia. Para finales de la década de los cincuenta, gran parte había salido y tan solo alrededor de 20,000 judíos permanecieron en tierras germanas.
Por muchos años, las comunidades estuvieron constituidos por personas de edad avanzada con escasa vida judía: pocos servicios religiosos, dos escuelas judías y los periódicos judíos tenían una circulación muy pequeña. La situación comenzó a cambiar con la desintegración de la Unión Soviética y la reunificación alemana. En 1990, el canciller Helmut Kohl autorizó la inmigración de judíos de la ex URSS; alrededor de 190,000 judíos de Europa oriental, principalmente rusos, se establecieron en Alemania, de los cuales 80,000 se incorporaron a las comunidades judías. La vida judía se revitalizó y el liderazgo comunitario tuvo que invertir mucha energía y recursos, no solo en infraestructura sino en educación para fortalecer la identidad judía de los nuevos inmigrantes.
Se calcula que actualmente la comunidad judía en Alemania es una de las de mayor crecimiento. De hecho, hoy en día es la octava más grande a nivel mundial. Está conformada por 110,000 judíos, ubicados principalmente en Berlín (50,000), Múnich (11,000), y Frankfurt (7,000). Hay, además, unas 100 comunidades dispersas en el resto del país.
Paralelamente, en los últimos años han llegado al país más de 15,000 jóvenes israelíes quienes, en su mayoría, no tienen interés de integrarse al núcleo comunitario. Argumentan que no dejaron Israel para vivir en una “burbuja en Berlín”, por lo que es difícil identificarlos.
La vida judía en la Alemania contemporánea ha renacido intensamente. Un significativo número de sinagogas, centros comunitarios y museos han sido construidos o renovados en todo el país. Para recibir cualquier servicio proporcionado por una institución judía (desde escuelas hasta panteón), las personas tienen que inscribirse a una comunidad y pagar, al igual que con otras religiones, un impuesto del 9% (conocido como kirchensteuer) al gobierno, sistema que funciona desde el siglo XIX.
El Consejo Central de los Judíos en Alemania es la organización que representa a todos los judíos en el país y el Estado alemán le proporciona ayuda financiera que proviene de los impuestos religiosos recabados. Por ello, las comunidades no acostumbran pedir donativos para ningún proyecto.
Comenzamos nuestro recorrido en Berlín con un tour por la ciudad y una visita al Museo Judío de Berlín, cuyo objetivo es no solo crear conciencia del Holocausto, sino rescatar las contribuciones de los judíos a la historia y la cultura germana. Durante la semana en Alemania tuvimos oportunidad de reunirnos con representantes de distintas comunidades judías, con rabinos y voluntarios involucrados activamente en la construcción y mantenimiento de la vida judía en el país, un esfuerzo que sería inimaginable hace 70 años.
Como sucede con los judíos en todo el mundo, hay múltiples diferencias de opiniones, costumbres y rituales. Visitamos la Sinagoga Beth Sión en Berlín, gravemente dañada durante la Kristallnacht (Noche de los cristales rotos, noviembre 9, 1938) y ahora sede del Seminario Rabínico así como la Universidad de Postdam con su Escuela de Teología Judía. Pudimos constatar que son pocos los judíos observantes, pero la mayoría quiere tener un rabino ortodoxo en su sinagoga.
Conocimos colegios judíos, de muy alto nivel, que tienen que incorporar a alumnos de otras religiones para poder ser sustentables. Visitamos las instalaciones del semanario judío “Jüdische Allegemeine”, el más importante y con mayor circulación en el país, y escuchamos a líderes de la sociedad civil y académicos analizar el fenómeno del antisemitismo y cómo el legado del Holocausto influye en la comunidad y en su relación con el gobierno.
Nos reunimos con los representantes de Macabi, organizadores de los Juegos Macabeos Europeos 2015 que se llevarán a cabo en el Parque Olímpico, originalmente conocido como “Reichssportfeld”, que en 1936 fue sede de los XI Juegos Olímpicos en los que a los judíos se les prohibió participar. La presencia de 2,300 atletas provenientes de 38 países (incluyendo México) acompañados de familiares y amigos, es una reafirmación de la vida judía.
Fuimos recibidos en el Ministerio de Relaciones Exteriores, por el Sr. Felix Klein, Representante para las relaciones con las organizaciones judías y asuntos relacionados con el antisemitismo. Disfrutamos de la cultura actual en la visita al atelier del pintor Max Weinbaum; y apreciamos el arte previo a la guerra en un recorrido por la Villa Liebermann, hogar del artista Max Liebermann, ubicada en Wannsee, a tan solo unos pasos del lugar donde el 20 de enero de 1942, jerarcas nazis se reunieron y adoptaron la “Solución Final” para terminar con el ¨problema judío”.
Visitamos la Sinagoga Westend en Frankfurt, construida entre 1908 y 1910, la más grande y la única que permaneció en pie tras la Segunda Guerra Mundial. Es ortodoxa, pero comparte el espacio con otras denominaciones por lo que también se llevan a cabo rezos liberales. Conocimos a sus rabinos y escuchamos los desafíos a los que se enfrentan, entre los que destaca la asimilación.
La tragedia de la Shoá está presente en la vida diaria de la Alemania contemporánea. De hecho, el Estado ha tratado de tejer en la conciencia germana, la memoria del Holocausto, ya que para sobreponerse a un pasado traumático hay que confrontarlo.
Muchas ciudades han construido memoriales con elementos que generan la sensación de que hundimiento en un lugar desconocido, con paredes que colapsan y desorientan, como es el caso del Memorial a los judíos asesinados en Europa. El monumento, creado por el arquitecto Peter Eisenman, fue diseñado para que los visitantes sientan que son “devorados” por los 2711 bloques de hormigón que los rodean.
Además de los memoriales y museos, al caminar por las calles se ven numerosas “Stolpersteines”, (palabra alemana que designa una piedra en el camino que puede hacer tropezar al caminante), proyecto del artista alemán Gunter Demnig, creado para honrar la memoria de quienes fueron deportados y asesinados por los nazis. A la fecha, casi 50,000 stolpersteines han sido colocadas en 18 países europeos.
Como parte del programa participamos en la ceremonia de colocación de una stolpersteine en memoria de Hans y Ruth Goslar, frente a la Cancillería, en el lugar donde estuvo ubicado su hogar. Los Goslar, buenos amigos de Otto Frank y su hija Anna, fueron asesinados por los nazis. Sus hijas sobrevivieron y se mudaron a Israel. En el acto, organizado por el Centro Anna Frank, estuvieron presentes la hija y la nieta de los Goslar.
Escuchamos a líderes de la sociedad civil y de la comunidad judía hablar sobre el Holocausto y cómo su legado influye en la relación de los judíos con el gobierno. Es un hecho que Alemania podría haber optado por la autodefensa describiendo a los nazis y a sus aliados como una fuerza malévola más allá de toda comprensión. Pero con determinación optaron por luchar contra el odio y la intolerancia, y contrarrestar la terrible herencia del nacional socialismo.
Mediante programas educativos, de reparación económica y diplomáticos, han demostrado que comprenden y asumen su responsabilidad histórica por la Shoá. Paralelamente, en muchos sentidos, el gobierno alemán provee importantes recursos para garantizar la vida judía en Alemania, incluyendo en áreas de financiamiento así como en seguridad.
¿Pueden los judíos sentirse seguros en Alemania? No en todas partes, es la respuesta de representantes del Consejo Central de Judíos. Los judíos alemanes no tienen miedo, pero sí están preocupados ante las nuevas formas de antisemitismo y hostilidad musulmana que detectan en el país, marcadas en muchas ocasiones por el conflicto de Medio Oriente y con ejemplos en distintas ciudades de Europa.
Es común escuchar en diversos círculos muchos cuestionamientos sobre cómo miles de judíos están dispuestos a emigrar a Alemania y reconstruir su vida en la cuna del nacional socialismo. Esta nueva realidad es, probablemente, resultado de la resiliencia del pueblo judío y el compromiso del gobierno germano de apoyar el renacimiento de la vida judía.
Durante nuestra estancia en Alemania conocimos el pasado y el presente judío en Berlín y Frankfurt y comprendimos mejor el interesante resurgimiento de la vida judía en el país. Es un hecho que los desafíos son múltiples, por lo que el futuro de la comunidad judía en esa nación depende en gran medida del nivel de compromiso de sus líderes para integrar a los diversos sectores que la conforman y crear la expectativa para que las futuras generaciones lo continúen haciendo.
*Directora de Tribuna Israelita
Fuente: tribuna.org.mx
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