AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Muchos de ellos también son emprendedores. La mayoría no sólo aporta capital, también experiencia y contactos. Buscan un retorno de la inversión, pero saben los riesgos que corren. Así son los inversores en ‘start up’.
Arancha Bustillo
Jim Breyer es el fundador y CEO de Breyer Capital, y uno de los business angels que confió en un proyecto universitario llamado Facebook. Invirtió 12 millones de dólares (casi 11 millones de euros) en la start up capitaneada por Mark Zuckerberg, y poco tiempo después su valor superó los 100 millones de dólares (más de 91 millones de euros). Ahora es, después de Zuckerberg, el mayor accionista de la compañía de Palo Alto.
Ese no es el único logro financiero de Breyer, pero este ‘Rey Midas’ es una rara avis, porque dónde pone el ojo pone la bala. En la mayoría de los casos, los inversores en start up suelen tener una cartera bien diversificada en la que, por norma general, de 10 proyectos financiados tan sólo uno o dos obtienen retornos muy elevados, entre dos y cuatro les reembolsan lo invertido y el resto son pérdidas. De ahí que tengan que ser muy escrupulosos en sus elecciones. Álvaro Cuesta, CEO y fundador de Sonar Ventures, advierte sobre los factores que un inversor en start up debería tener en cuenta antes de lanzarse a capitalizar una empresa de reciente creación: “El equipo, que tiene que contar con profesionales con trayectoria que generen confianza; el tamaño de la oportunidad de negocio, es decir, que sea escalable, que pueda superar la competencia y que tenga unas barreras de entrada razonables; y la salida (se debe percibir que el financiador puede hacer líquida su inversión)”. Y aun así, todavía pueden presentarse riesgos como que “el producto o servicio que ofrece esa start up no se quiera en el mercado, o que llegue en un mal momento (o demasiado pronto o muy tarde)”, puntualiza Javier Megias, cofundador y CEO de Startupxplore.
De otra pasta
No todo el mundo vale para invertir en empresas de reciente creación, al igual que no todos deberían lanzarse a comprar valores en bolsa. Rodolfo Carpintier, fundador de DaD, define a este espécimen como “alguien arriesgado que sabe que el porcentaje de aciertos en este tipo de compañías es bajo, pero confía en su criterio y está dispuesto a aceptar el desafío. Normalmente invierte en ello un porcentaje pequeño de su fortuna personal”, en concreto y según aseguran todos los expertos, no suele superar el 10% de su patrimonio. Cuesta también apunta a que muchos de estos inversores son o han sido también emprendedores y, por tanto, se sienten cómodos en este mundo que conocen a la perfección.
En las etapas de crecimiento son los fondos de venture capital los que adquieren protagonismo. Daniel Soriano, director del Centro Internacional de Gestión Emprendedora de IE Business School, recuerda que estos inversores apuestan por start up con modelos de negocio probados y las ayudan para acelerar su desarrollo. Soriano categoriza -y generaliza- a los inversores de empresas de reciente creación en: “Los que se incluyen en las tres ‘f’ (family, friends & fools) que suelen invertir hasta 20, 000 euros; los business angels que aportan entre 20,000 y 50,000 euros; y el capital riesgo con tickets de entre 50,000 y 300,000 euros (y en algunos casos hasta medio millón de euros)”. Unas cifras que se alejan de las que se barajan en otras plazas más avanzadas en este sentido, como es Estados Unidos. Y eso que, según datos manejados por Startupxplore, “la falta de dinero para crecer ya no parece ser el principal problema en el ecosistema de las start up en España. Prueba de ello son los números que se han registrado en el primer trimestre de 2015, cuando se invirtieron más de 109 millones de euros en un total de 48 rondas, lo que supone un 152% más de inversión recaudada que en el mismo periodo del ejercicio anterior”. Pese a que la gran mayoría de estas capitalizaciones fueron participadas o lideradas por fondos de venture capital extranjeros, “un 17% del capital invertido procedía de fondos y business angels españoles, lo que sitúa a nuestro país en el panorama de la inversión internacional”, reza también el informe de Startupxplore.
Retorno
Cualquier inversor aporta un capital esperando un retorno. Y los financiadores de start up no iban a ser menos. Además, si consiguen dar con un Google seguramente logren mejores rentabilidades que las que conseguirían en el mercado de renta variable. “Imagina que entras en una empresa valorada en 280,000 euros. Aportas 20,000 y la valoración sube hasta los 300,000 euros. A no ser que haya muchas rondas y se diluya tu participación, lo normal es que, cuando salgas del accionariado obtengas el 8% de lo que aportaste. Por ejemplo, BuyVip se vendió por unos 70 millones de euros. Si el inversor diluyó su inversión hasta el 3% cuando realizó el exit conseguiría unos 2 millones de euros. Pero, para tener un éxito como este habrás tenido que pasar por 10 o 15 malas”, explica Cuesta.
Puede sonar sencillo, sobre todo si conoces el mercado y has emprendido antes, pero no lo es. Al menos así lo cree Soriano, que asegura que “para mí la bolsa tiene menos riesgo, porque son empresas ya establecidas. Eso sí, quizá el retorno no sea tan alto. Pero si pierdes en una inversión en start up, pierdes todo lo invertido; mientras que en bolsa se devalúa la acción”. Y es que son dos conceptos distintos, dice Carpintier, “en bolsa puedes influir muy poco y el recorrido de ese valor lo conoce ya el inversor o sus asesores; en una start up es todo una aventura personal en la que puedes ganar protagonismo, si quieres, y además la sigues de cerca”.
Por eso mismo, antes de ofrecer tu dinero a un emprendedor, “debes ver si el proyecto te encaja. Normalmente los inversores tienen una tesis de inversión (requisitos, tipos de empresas, sector). También tienes que evaluar el encaje producto-mercado y si el equipo es capaz de construir esa empresa; y, por último, intentar valorar el timming”, aconseja Megias. Aunque esto último es prácticamente imposible para el inversor, al que se le suelen plantear tres posibles escenarios de salida del accionariado de una start up: “Se vende la empresa y se obtienen plusvalías. A veces esa venta se produce por menos de lo que el inversor invirtió, pero en estas ocasiones los financiadores suelen bloquear la operación; la más típica es que el business angel salga cuando entra un fondo de venture capital, y cuanto antes realice el exit mejor porque cuantas más rondas de financiación haga esa empresa más se diluirá su capital; otra opción es que la empresa se cierre y el inversor lo pierda todo. Y aún peor es que no se declare la muerte de esa start up y se convierta en un zombie, por lo que el business angel seguirá atado a la compañía a no ser que en el contrato de entrada estableciera unas cláusulas específicas ante este panorama”, indica el CEO y cofundador de Startupxplore.
Ser ‘ángel’
Álvaro Cuesta recuerda la importancia de este tipo de inversores para los emprendedores, que no sólo buscan un socio capitalista que les alivie la presión a la que están sometidos, también esperan acceder a smart money, es decir, a un capital que venga acompañado de asesoramiento, apoyo y contactos. Y estos ángeles, a su vez, también tienen que llegar con los deberes hechos:“Disponer de, al menos, un 10% de su patrimonio para este tipo de inversiones;conocer gente experta en el ecosistema o ser parte de él;estar bien asesorado tanto fiscal como legalmente; y buscar el equilibrio y la confianza con el emprendedor, y estar alerta de que te haga un reporting, al menos al trimestre”, asegura Cuesta. No sólo eso. Javier Megias indica que para ser business angel, “hay que contar con unos fondos mínimos amplios: de cada 10 operaciones realizadas, a menudo unas 3 o 4 fracasan y sólo una, con suerte, sale bien y genera plusvalías que permiten cubrir las pérdidas de las otras nueve. Por eso , si se invierte directamente con un ticket mínimo de 10.000 euros por operación es necesario 100.000 euros (y eso en caso positivo y asumiendo que no se acompaña en rondas posteriores)”. Pero lo más importante es, como dice Carpintier, tener asumido que podemos perderlo todo.
Una start up puede ser el germen de una gran compañía, puede dar el pelotazo y en poco tiempo valer millones. Pero es imprevisible. Ni siquiera un inversor con experiencia y trayectoria en este mundo puede prever un éxito o un fracaso. Apuesta por un equipo bien definido, por una gestión responsable, por una idea de negocio disruptiva que cubra una necesidad del mercado; por unas métricas que pueden variar en el tiempo; y por las ganas de ayudar y colaborar en que ese proyecto termine siendo algo grande. Pero si todos estos factores se alinean se pueden conseguir importantes múltiplos de inversión, como los que logró en su día Jim Breyer con Facebook o los que han logrado inversores españoles de la talla de Luis Martín Cabiedes.
Fuente: expansion.com
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