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jueves 21 de noviembre de 2024

Sophie Goldberg: “La pertenencia y la identidad son básicas para saber quiénes somos”

ELENA BIALOSTOCKY PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Sophie Goldberg, nacida en México, es autora de dos libros de poesía “Vida y Pasiones, Testimonio de una vida plena” y “Sefarad Ayer, Hoy y Mañana”. “Lunas de Estambul”es su primera novela, publicada por Editorial Planeta.

 “Lunas de Estambul”está basaba en la vida de mi abuela Ventura Esquenazi de Eliakim” dice Goldberg. “Es la historia de muchos emigrantes que llegaron a principios del siglo pasado; aun así, tiene muchos tintes, muchos secretos de familia, mucho sabor, porque la cocina y la gastronomía formaban parte de su vida. Decidí contar su historia, porque quería, de alguna manera, honrar tanto su memoria, como la generosidad de México al haber recibido a los emigrantes judíos”.

Goldberg destacó que la idea del libro surgió desde hace varios años; sin embargo, ella no quería que fuera un libro que sólo repartiera a familiares y que relatara una historia que a nadie más le podría interesar, por lo que decidió que el libro debía tener una base de datos duros e históricos -para que una vida individual pudiera llevarse a un contexto universal y que cualquier inmigrante pudiera relacionarse con esta historia. “Trabajé cinco años escribiendo la historia; básicamente, tenía que enriquecerme de datos importantes para poder situar al personaje en una realidad”.

Ventura Eskenazi llegó a México en 1927, por lo que Sophie afirmó que leyó acerca de la post revolución, de la situación económica del país, de las leyes de emigración del país, para ver bajo qué circunstancias tenían que venir y con qué requisitos tenía que cumplir, “además de sentarme a recordar todas las pláticas que tuve con mi abuela en las noches, cuando iba a dormir a su casa y me contaba su historia”.

“Mi abuela llegó a México completamente sola, después de que la habían comprometido por carta con Lázaro Carrillo, también”turco”, que ya vivía desde hace años aquí, pero que extrañaba mucho las costumbres turcas y a los sabores de su comida. Él mandó una carta a su familia preguntando si sabía de una mujer que quisiera venir a las Américas a casarse con él. Así es como la familia Carillo se conoce con la familia Esquenazi y llegan a un arreglo; los novios se conocen por carta y por fotografía. A mi abuela, la mandan completamente sola y toda su familia se queda en Turquía; de hecho, mi familia materna sigue en Estambul.

“Su vida en México transcurrió primero al tener que enamorase de un hombre al que no conocía. Llegó a descubrir a su pareja, sabores nuevos que integró a su comida, en sus recetas. Llegó a descubrir palabras y cambió su burca por los rebosos, las mezquitas por las iglesias. Cambió todo su entorno, su vida diaria. Se enamoró del mango y del huazontle, y de toda esta vida -incluido su marido. De ese matrimonio tuvieron dos hijos: Moisés y Jasqui. Desafortunadamente a los 27 años quedó viuda y comienza una aventura y un periplo que vale la pena contarse. Después de unos años se casó con Nissim Eliakim y de ese matrimonio nació mi madre, Mery Eliakim de Bejarano; por ello estamos aquí.

A lo largo de este viaje maravilloso, el gran compañero de Ventura fue un baúl que trajo desde Turquía, lleno de esperanzas por una vida mejor, pero también de cosas que su familia le había bordado como dote. Debido a que era una familia que no tenía posibilidades, las mujeres de la familia se reunieron para bordarles cabezales (como ellos les llamaban a las almohadas en ladino), sabanas, toallas y es lo que ella traía como dote. Este baúl es el narrador de toda su historia, sus pérdidas, desarraigos, nostalgias, porque siempre la acompañó.

Años después de que mi abuela falleció, le pedí a mi madre el baúl, porque para mí era muy importante conservarlo. Ahora está en un lugar muy especial y muy importante de mi casa, porque lo abro y huele a Ventura, a su historia y a recuerdos que tantas veces me contó”.

Goldberg dijo que tuvo la fortuna de ir a Estambul a conocer a su familia materna y desde entonces visita esta ciudad cada dos o tres años con su marido y sus hijos. “En el primer viaje, con cada paso que daba por las estrechas callejuelas de Estambul, los barrios, los mercados, el gran bazar, sentía que Ventura me acompañaba, con su aroma a gardenias. Sentía su piel, la sentía tomándome de la mano, diciéndome ‘todo lo que te había contado, lo estás viviendo tu misma’. Fue un viaje muy especial: durante quince días no deje de llorar, porque la extrañé estando en su tierra,  la cual ella añoró terriblemente”.

“La pertenencia es muy importante, el saber que pertenecemos a una comunidad, también a un país al que amamos y nos ama. En esta búsqueda que yo he tenido al hacer, mi identidad me quedó muy clara: sé de dónde vengo y por qué estoy aquí”.

Finalmente, invitó a los lectores de Enlace Judío a leer su libro “Lunas de Estambul” y a gozar de sus páginas.

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