AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Un nuevo documental sobre Amy Winehouse explora la vida- y la muerte, que aún nos sigue pareciendo injusta- de la cantante.
Por Rachel Shukert
Después, tiene un meteórico ascenso a la cima, la cual, si bien puede estar llena de sacrificios personales dolorosos- un divorcio aquí, un hijo distanciado allá- y reveses profesionales, en última instancia termina con la heroína en algún castillo de Malibú o en un departamento en Manhattan, como la dueña de todas las encuestas. A ella todavía le pueden molestar las primeras sugerencias de los productores que le dijeron que cambiara su nombre, se alaciara el cabello o se operara la nariz. Y tal vez nunca encuentre el amor duradero de un par que realmente la entienda pero, al final del día, sigue siendo una leyenda.
Por un breve momento a principios de 2011, parecía que la difunta y grandiosa Amy Winehouse podría, aunque improbablemente, seguir el mismo camino. Se veía muy bien, más saludable de lo que se había visto en años. Había aumentado de peso. Su piel se veía muy clara. Estaba de vuelta en el estudio. Su largo folie-à-deux (trastorno psicótico compartido) con el sinvergüenza drogadicto Blake Fielder-Civil parecía que finalmente se había terminado. En su lugar, empezó a salir con un joven que parecía bastante serio, que utilizaba trajes de Saville Row y que no tenía marcas visibles del pasado. Por supuesto que ella no se iba a autodestruir- las buenas chicas judías del Norte de Londres nunca lo hacen. Tenía su vida en orden y la nueva Amy- más madura, más sabia- ardería más intensamente en las décadas venideras.
En cambio, se murió, y todavía parece injusto.
Porque la música, al final, es lo que realmente importa. Como Amy misma dice en una entrevista al principio de la película: “Cuanto más vea la gente de mí, más se dará cuenta de que para lo que soy buena es para hacer música”. Es el tipo de declaración falsa de autocrítica a la que estamos habituados, las cuales hacen las celebridades para parecer “auténticas”. Pero Amy lo dijo en serio. Amy era auténtica y, en última instancia, era la autenticidad- su inhabilidad para convertirse en una mercancía envasada capaz de compartimentar su vida con el fin de enfrentar con éxito la celebridad- la cual la mató. Pero fue la música (¡y tan poquita de ella!) la que la mantenía con vida, la que le dio un motivo para vivir y, finalmente, la que recordaremos.
En la escena más conmovedora de la película, Amy graba un dueto con Tony Bennett. Se le ve temblorosa y asombrada mientras él le decía, humilde y dulcemente, que se encuentra en la liga de Ella Fitzgerald. “Hay muy pocos de nosotros”, dijo, una declaración llena de advertencias como de elogios.
Puede que nunca haya otra y eso es lo que hace que la muerte de Amy duela una vez más.
Fuente: Tablet / Traducción: Miriam Baley.
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