Las mujeres jasídicas: lo que los medios deben saber

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Cuando se cierran a los judíos ortodoxos porque creen que están defendiendo o, de alguna manera, liberando a las mujeres de nuestras comunidades, en realidad nos están perjudicando.

Hola. Me llamo Chaya y soy una mujer judía jasídica. También soy una profesional de medios con una licenciatura en Estudios de la Mujer por parte de una universidad muy grande (¡magna cum laude, nena!).

Como residente de Brooklyn, el epicentro de todo lo hipster y el hogar de muchos, muchos judíos religiosos que visten de negro, me gustaría aclararles algunas cosas. He aquí algunas cosas que deben de saber sobre las mujeres jasídicas:

No estamos encarceladas.

La última vez que revisé (que fue ahora mismo), soy libre de hacer lo que quiera. Nadie me obliga a hacer nada. Si quiero salirme de la comunidad en la que vivo, ir a comprar comida, o ponerme un par de pantalones e ir a bailar e inhalar cocaína, puedo hacerlo. Nadie me va a detener. ¿Usaría un par de jeans ajustados e inhalaría cocaína en un antro? No. ¿Por qué?

Nos queremos como somos. Y la mayoría de nosotras es feliz.

Pobre Deborah Feldman, le tocó una familia disfuncional y una escuela terrible. Pero, miren: eso pasa en todos lados. ¿Cuántos de sus amigos (no-judíos o judíos seculares) provienen de familias disfuncionales y escuelas espantosas y no podían esperar para salirse de casa? ¿Representaban a su ciudad completa?

Nosotros denominamos “freírse” al paso hacia la laxitud religiosa y la adopción de un estilo de vida secular. La gente “se fríe” todo el tiempo. La mayoría de nosotros, sin embargo, sentimos que estamos viviendo vidas bastante gratificantes.

Véanlo de esta manera: cuando sus amigos se van a la India para aprender cómo meditar y regresan a casa “viviendo vidas espirituales” y, de repente, ya no van con ustedes a una carne asada, ustedes piensan que es genial. Su amigo está llevando una vida espiritual. Las vidas espirituales incluyen límites y no solamente hacer lo que su cuerpo quiere a cada segundo. Nosotros vivimos vidas espirituales. Llevar una vida espiritual es gratificante.

Nuestros esposos nos parecen atractivos.

¿Conocen a esos tipos de barba larga y abrigo negro que siempre están leyendo algo en hebreo cuando están en el metro y que las sacan de onda un poco? Bueno, pues esos son nuestros esposos.

Mi esposo tiene una barba bastante impresionante. Usa traje negro, kipá y un sombrero negro. Además, para mí, es el hombre más guapo, sensual y atractivo de todo el mundo. Nadie me forzó a casarme con él. Mi papá no me intercambió por un rebaño de ovejas.

Dato curioso: la ley judía prohíbe casarse con alguien con quien no se siente atracción. Otro dato curioso: en el contrato de matrimonio judío, una de las condiciones para el matrimonio es que el esposo está obligado a satisfacer a su mujer. Si mi esposo me negara los “derechos conyugales”, sería una causal de divorcio. Bastante progresivo, si me preguntan.

Hemos follado felizmente durante milenos. Los judíos nunca han tenido el concepto de “pecado original”.

El judaísmo es la cultura original sobre el sexo positivo. ¿Qué? Me escucharon bien. Los judíos sobrepasaron esa idea cristiana de que todo el sexo, inclusive dentro del matrimonio, es pecado. Y el ascetismo protestante nunca nos sucedió.

A D-os le gusta cuando una pareja judía casada tiene sexo. A los judíos nunca les llegó el mensaje de que el sexo es sucio. Creemos que el sexo es bueno. Es tan bueno tenerlo que, de hecho, es un mandamiento. No, no podemos tirarnos “cualquier cosa que se mueva”. No, no podemos acostarnos por ahí o tener relaciones sexuales fuera del matrimonio. Pero, una vez que estamos casados, el sexo es totalmente genial y maravilloso, y a D-os le gusta.

No sé quién inventó la tonta historia de tener sexo a través de una sábana, pero mejor enterremos eso por ahora. Tener sexo a través de una sábana está de hecho prohibido en la Torá, y tenemos el mandamiento expreso de D-os de desnudarnos completamente y revolcarnos (por si se lo preguntaban).

La mikve es maravillosa. No nos metemos en ella porque seamos “sucias”.

¡D-os mío! ¿Cuántas veces he escuchado a las feministas malinterpretar la práctica judía de abstenerse de tener sexo durante la menstruación y, después, meterse en una mikve (el baño ritual)? Es difícil explicarle esto a la gente que creció en País Puritano.

Cuando escuchan la palabra “impura”, tiene un significado totalmente diferente que el que tiene en el contexto de la Torá. En ella, de lo que se trata es de etapas del ser que se relacionan con el servicio en el Bet HaMikdash (el Gran Templo), y se llaman “pureza ritual” e “impureza ritual”. Dichos estados del ser no tienen nada que ver con lo sucio o lo limpio. Ustedes podrían, de hecho, no bañarse durante varios días y revolcarse en el lodo, y seguirían siendo “puramente limpias”.

¿Están confundidas? Deberían. Pensamos en estas cosas como en un paradigma que no es el paradigma dominante en absoluto.

Todo lo que necesitan saber es que la práctica de no tocar a su esposo cuando están en su periodo y después sumergirse en una mikve es fantástico. La mayoría de las mikves de las mujeres son como spas. Imagínense el spa más hermoso al que hayan ido, silencioso, un lugar seguro de puras mujeres, y eso es una mikve.

A propósito, las mujeres judías ortodoxas tienen una de las tasas más bajas de cáncer cervical y de otros tipos de cánceres debido a… espérenlo… estas costumbres. No tenemos sexo en momentos en los que nuestras vaginas son vulnerables a las infecciones (tales como después de dar a luz). En virtud de que nos hacemos revisiones internas de sangre la semana siguiente a que termina nuestro periodo, la tasa de detección temprana (D-os no lo quiera) de tumores y quistes en la vagina es muy alta.

¿Creen que estamos reprimidas sexualmente y que nuestros cuerpos nos dan miedo solo porque nos vestimos de forma modesta?

En conclusión… cuando se cierran a los judíos ortodoxos porque creen que están defendiendo o, de alguna manera, liberando a las mujeres de nuestras comunidades, en realidad nos están perjudicando. Cuando se cierran a los hombres judíos, también se cierran a nosotras.

La siguiente vez que vean a una mujer judía con peluca empujando una carriola, espero que no vean a una huérfana aprisionada que solo espera a ser liberada. Porque no somos así. Somos fuertes. Somos invencibles. Y hacemos un kugel delicioso. ¡LeJaim, chicas!

Fuente: xojane.com / Traducción: Miriam Baley.

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