“Conocí a Gilberto Bosques el día que cumplió 100 años”: Lillian Liberman, directora de “Visa al Paraíso”

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO- Lillian Liberman  es directora del documental “Visa al paraíso”.

La sinopsis es la siguiente: tras su derrota en la Guerra Civil contra Franco, cuando 500 mil republicanos cruzaron la frontera con Francia para salvar la vida y muchos fueron recluidos en campos de concentración, sin ninguna condición sanitaria, el entonces presidente Lázaro Cárdenas envió a Gilberto Bosques como cónsul general de México en París con el fin de rescatar al mayor número de republicanos españoles concentrados en el sur de Francia.

Bosques hizo mucho más: entregó visas a todo quien le pidiera apoyo, al riesgo de su vida. No le importó raza, nacionalidad ni religión. Varios judíos que llegaron a México- y sus familias- le deben la vida.

En entrevista para Enlace Judío, Lillian explica cómo conoció al Schindler mexicano y cómo surgió una conjunción de circunstancias que llevaron a la elaboración de “Visa al Paraíso”.

EL CUMPLEAÑOS NÚMERO CIEN DE GILBERTO BOSQUES

Todo empezó cuando María O’Higgins, la esposa de Pablo O’Higgins, el pintor, me invitó a una fiesta. Eran los 100 años de quien había sido Cónsul General de México en Marsella. Me dijo “tráete tu cámara” y fui a la fiesta con una camarita y comencé a entrevistar a la gente.

Me dijo, “vente, te llevo a la fiesta de un amigo mío”. Me llamó la atención el tipo de personas que estaban en esa fiesta porque eran la izquierda que yo respeto en este país. Con mi camarita y dos amigos que estaban ahí, empezamos a entrevistar a la gente y la gente nos empezó a contar la historia de este personaje que yo desconocía completamente. No sabía ni el nombre; Gilberto Bosques.

Su hija, Tere, que estaba en Suiza y había venido a México para la fiesta, me contó la historia de la Segunda Guerra Mundial y la participación de su papá.

Apagué mi cámara y me fui a sentar junto a él y fue como un enamoramiento mutuo inmediato. Fue increíble la sensación de empatía que me despertaba este hombre, y yo a él.

Yo le pregunté de la Segunda Guerra Mundial y me empezó a platicar detalles y le pregunté si me daría permiso de entrevistarlo para que me contara todo frente a la cámara, y me contestó con una frase memorable: “las veces que quieras”. Y le tomé la palabra porque no fui una vez, sino ocho. Lo entrevisté siete veces, con una cámara que tenía casetes de dos y tres horas, y él había veces que estaba enfermo de gripa o algo así y nos concedía la entrevista. Fue impresionante. Y, como me dijo su hija, “la entrevista que te dio a ti no se la dio a nadie”.

Yo tenía el background de preparación de ideología para entender lo que él me estaba contando. Porque participó en la Revolución, y cuando tenía 8 años, la primera rebelión contra Porfirio Díaz sucedió en su pueblo, y lo marcó.

Tenía un ancestro que salió con Miguel Hidalgo cuando salió a tocar la campana de Dolores, don Fausto Bosques, y había otro pariente que estuvo con Benito Juárez, y tenía un tío que estuvo ahí cuando se firmó el Tratado de Apatzingán. O sea, su familia siempre estuvo en los momentos claves de la historia de México. Entonces, había una tradición liberal en esa familia y el abuelo tenía una biblioteca monumental.

Parece que es sólo de un pueblito pero con una cultura impresionante, desde que nació en esa cuna. Su madre era maestra y fue la que lo enseñó a leer y escribir.

Me contaba cosas tan especiales, como de cuando lo mandaron a Puebla a cubrir la Primaria y a él no le gustaba porque era del campo. Él se escapaba y se regresaba, así que toda la familia se tuvo que mudar a Puebla.

Me contó cómo le fue creciendo su conciencia política. Yo estaba fascinada porque nunca había estado con una persona que tuviera que ver tan directamente con la historia de este país. Él vio eso en mí, que yo estaba entendiendo lo que estaba narrándome porque yo sabía de historia pero estaba entendiendo el papel protagónico que él tenía en todo lo que me fue contando.

Entonces, se creó una gran amistad, una relación con un gran cariño. Llegaba y lo abrazaba por 15 minutos. Me quería muchísimo, y yo a él. Fue un vínculo de gran cariño y ternura y emoción, y venían los dos amigos que me ayudaron en aquélla fiesta, Francisco Reyes Palma, un importante curador de arte, y Mariana Yampolski, que vino a México desde Estados Unidos para conocer a Diego Rivera y a todos ellos.

Íbamos a tomar café, en realidad. Nos servían café mientras la cámara corría. Era como una plática de café pero la consigna era no interrumpirlo y dejarlo hablar. Entonces, nos contaba detalles y detalles que yo alucinaba que a los 100 años se acordara. Se acordaba de los detalles con mucha finura, y yo me tragaba todo lo que nos contaba.

Para mí fue como una introducción a la historia de México y, a partir de ahí, yo adoro la historia porque es la historia vivida por las personas que la hicieron. Es como se debería de enseñar la historia, o sea, las personas que vivieron la revolución, ¿cómo eran? ¿Quiénes eran? ¿Qué hicieron? ¿Cuáles fueron sus experiencias?

La historia que se enseña es una narrativa escrita. Ni siquiera hablada. Cuando escribes, pones las cosas ordenadas de otra manera.

DON GILBERTO FUE PARTÍCIPE DE LA HISTORIA DE SU TIEMPO 

Don Gilberto era estudiante de la escuela de maestros cuando ocuparon Veracruz los gringos en 1914. Y él pidió permiso para irse a combatir a los gringos. Interrumpió sus estudios para irse a combatir a los gringos con un pelotón de jóvenes guerrilleros que se pusieron a las órdenes del Ejército, a quienes les dieron armas y se quedaron ahí hasta que se fueron los gringos. Cuando acabaron de irse, volvió al pueblo  para terminar su carrera.

Ahí en la escuela, tenían maestros que eran diputados súper brillantes de Puebla. Contaba cómo el maestro cerraba la puerta, se quitaba el saco y la corbata, ponía las sillas en círculo y discutían como el ágora los problemas de México. Contaba cómo le enseñaban a pensar y a analizar los problemas con cuadros sinópticos.

Cuando lo empieza a perseguir el Gobernador de Puebla porque destaca como una persona revolucionaria, y se va a esconder a la sierra de Puebla que está en la frontera con Guerrero, su papá era el que juntaba todos los cultivos y los llevaba a la ciudad de Puebla, conocía a muchos campesinos y era padrino de muchos de los hijos de éstos, entonces todo el mundo lo veía como un hermano. Lo escondían del ejército poblano y, mientras, iba haciendo la labor revolucionaria de convencer a los terratenientes de que era necesario un cambio. Una historia preciosa.

Todo eso va a salir publicado en un libro publicado por el Colegio de México.

Me contó toda su vida. Siete entrevistas, imagínate. Más o menos, unas 14 horas de entrevista. Y cada vez estaba de otro humor, así que me contaba otra faceta de las cosas.

Fue maravillosa la experiencia. Y yo, mientras lo oía, pensaba, “la película tiene que ser una fregonería; no puede ser una cosa mediocre”. Como acababa de terminar la carrera, no me sentía todavía capaz, así que guardé los casetes y dije, “para otro momento”, y me dediqué al video de abuso sexual y a los quince años del trabajo con maestros en la SEP. Era como para acercarme al entorno de él. Y en la SEP yo descubrí gente con una gran vocación de maestro. Impresionante. Fue maravilloso lo que descubrí en la SEP.

Y después dije “toca hacer otra cosa” y cuando lo dije, fue como si los cassetes brincaran del librero y dijeran “hola”. Pensé que ya estaba lista porque, además, en esos 18 años, yo había hecho los intentos de conseguir el financiamiento…

Don Gilberto murió en el ’95, dos años después de que hiciera las entrevistas pero él sabía que nunca iba a ver la película. Sabía que son proyectos de largo plazo.

Yo buscaba el financiamiento y me topé con toda clase de ignorancias, como un idiota que me dijo “no se le entiende al viejito”. Sí se le entiende porque creo que su dicción es magnífica pero, de todas maneras, para estar segura, en la película le puse subtítulos cuando él habla. Hay una frase que sí cuesta trabajo entenderle pero, en general, se me hizo súper claro.

Entonces, empecé a buscar el financiamiento, primero en la Comunidad, pero tampoco hubo oídos para ello. No me conocían, entonces, claro, no vas a invertir una gran cantidad de dinero en alguien a quien absolutamente no conoces pero afortunadamente, hoy en día, con video se puede avanzar muchísimo. Yo financié al camarógrafo y a la editora con la venta de mis otros videos.

A LO LARGO DE LA GRABACIÓN, LA PRESENCIA DE DIOS

Sentí la presencia de Dios durante el proceso, porque era una historia que se tenía que contar. Un amigo mío dice: “Si la gente supiera el trabajo que hay detrás d una película, llegarían de rodillas al cine”.

La editora yo trabajamos con tanta pasión durante un año entero; la película se logró relativamente rápido, en dos años.

Pasaron cosas magicas durante la grabación, como cuando Bronca Segal organizó una exposición de el Museo del Holocausto sobre Gilberto Bosques y llegó a México Erick Saúl, un curador norteamericano, nos hicimos muy amigos y me invitó a un evento que se hizo en Ellis Island. Saúl me regaló un disco duro con 800 fotos, el fruto de una investigación de 1o años, que utilicé en el documental.

La película tuvo que hacerse en su momento porque, sin Internet, no se hubiese logrado. En un sitio web alemán, encontré más fotos de la II Guerra Mundial.

Hacíamos citas con personas que daban testimonio acerca de la vida de Bosques; ellas contaban precisamente la porción que nos faltaba para completar una u otra parte del documental.

En una ocasión , me encontraba yo en Cuernavaca y cinco mujeres fuimos a caminar; una de ellas relató que estaba redactando e diario de su madre que era catalana y  resultó…¡ que había sido salvada por nuestro Cónsul! La madre había muerto, mas no las “tías”, quienes no eran consanguíneas, sino que habían llegado en el mismo barco a México. Una de ellas era hija del administrador de los albergues de Bosques y la otra la hija de un médico que atendía a los habitantes de las mismas.

Mucha gente participó voluntariamente por amor a la historia que se estaba contando, por admiración y reconocimiento a Don Gilberto.

Mi meta era regalarle a México un héroe que habían ignorado rotundamente; era una pena que se perdiera en el silencio de la historia.

Se tendrá que abrir esta página de la historia de México, que es tan relevante en su diplomacia, en esa capacidad que tuvo nuestro país de llevar a las Relaciones Internacionales una postura revolucionaria.

 

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David Crespo Neira: Editor de contenido audiovisual en Enlace Judío Ecuatoriano de nacimiento. Licenciado en Comunicación Publicitaria y Máster en Comunicación y Desarrollo.