NADIA CATTAN Y MIRIAM BALEY PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO.
Meyer Brzezinski: Yo nací en Polonia el 13 de diciembre de 1926 en un pueblo que se llama Knyszin, a 20 kilómetros de Bialistok, que era la ciudad famosa grande.
Nadia Cattan: ¿Cuántos hermanos tuvo?
MB: Tuve un hermano y una hermana mayores, llamados Fanya y Simón. Los dos ya fallecieron aquí en México.
NC: Dígame algo, antes de que estallara la guerra, este antisemitismo ¿cómo lo vivió, cómo lo recuerda?
MB: Pues yo recuerdo que en mi ciudad casi no se sentía; se sentía más en las ciudades grandes, y en nuestra ciudad convivíamos con los polacos. Mi pueblo tenía tres mil habitantes y la mitad eran judíos. Vivíamos muy bien con ellos; cada polaco tenía su amigo judío, y nosotros, igual.
NC: ¿Recuerda cuando empezaron las leyes anti-judíos de Núremberg? ¿Qué edad tenía usted?
MB: En Polonia ya había mucho antisemitismo y se reflejaba. Contra los judíos era no comprar en las tiendas judías, no tener contacto con los judíos. Era un antisemitismo muy fuerte. En el ’39 estalló la guerra pero en el ’41 se dividió Polonia: una parte era de los nazis y otra, de los rusos, y nosotros quedamos en la parte de los rusos hasta 1941, cuando volvieron a atacar los nazis a Rusia el 21 de junio de [ese año].
NC: Usted y su familia, supongo, empezaron a sentirse amenazados en determinado momento. ¿En qué momento, o por qué ustedes se dan cuenta que los judíos sí están en peligro?
MB: Porque ya subió Hitler al [poder] en 1933 y la guerra estalló hasta 1939. Seis años vivimos con este temor de lo que iba a pasar porque ya se oía de mucho antisemitismo en Alemania, inclusive que quemaban sinagogas y todo eso… la familia de México nos quería traer y mi papá decía “no, pues llevamos 300 años en Polonia y nunca va a pasar nada”. Y sí pasó.
NC: Y sí pasó. Así es. Cuando estalla la guerra, ¿qué sucede?
MB: Los nazis llegaron en septiembre. Era Yom Kipur, que caía el 10 u 11 de septiembre, pero tuvieron que salir. Mientras estaban [ahí], metían a la sinagoga los caballos e hicieron tremendas cosas; hasta se llevaron a 60 personas de mi pueblo y nadie supo a dónde .Supimos después que los llevaron a Auschwitz a construir las barracas y todo eso. Pero nunca se supo más de ellos. Y estuvimos con los rusos dos años, del ’39 al ’41.
NC: ¿Y cómo fueron esos dos años bajo la ocupación rusa?
MB: Muy bien. Estaba muy bien. Estábamos como libres de ataques contra judíos porque con los rusos no había problema.
NC: ¿Qué sucedió, entonces, en 1941?
MB: Cayó una bomba en mi casa y se murió mi mamá, una abuelita mía y una prima. Logramos enterrarlas ese mismo día porque, al día siguiente, entraron los alemanes, y ya no se hubiera podido hacer nada. Ni enterrar ni nada.El mismo día enterramos a mi madre, mi abuelita y mi prima.
NC: ¿Había todavía servicios comunitarios que funcionaban de manera regular?
MB: No, no, ya no se podía hacer nada. Inclusive, yo tenía los rezos, estaba obligado… digo, no había cómo juntarse porque estaba prohibido, entonces, en la mañana muy temprano, con un tío mío, ahí hicimos los rezos para decir Kadish. Eso fue en el año ’41 hasta el 2 de noviembre de 1942, que los alemanes rodearon la ciudad y se llevaron a todos los judíos a un pueblo que se llama Bialistok. Ahí, la gente estaba dos o tres meses y después se la llevaban a Treblinka.
NC: ¿Cómo los transportan a Bialistock?
MB: En unas carretas de polacos. En cada una iban 6 u 8 personas y por cada sexta carreta había un alemán para que no se escapara nadie.
NC: ¿De quién estaba acompañado usted en ese momento?
MB: Pues de mi papá, mi hermana, mi hermano y una persona que trabajaba con nosotros en la tienda de mi papá.
NC: ¿Qué sentían en ese momento cuando los estaban transportando?
MB: No, pues que estaban matando a mucha gente por el camino, a los que querían huir de las carretas. Era un bosque. De mi ciudad a [Bialistok] era un bosque muy grande, entonces, se oía. Yo creo que mataron como a cincuenta y tantas personas en este tramo, a los que querían huir.
NC: ¿Qué edad tenía usted cuando llegó a Bialistok?
MB: Dieciséis años. Llegamos a Bialistok y, antes de entrar a ese lugar en donde juntaron a todos los judíos de varias ciudades, decidimos escapar. Eran como las 5:00 y fracción de la tarde, ya estaba obscureciendo, y mi papá no quería. Decía “me voy ya con todos”, y le dije “no, vamos a salir. O nos matan a todos o vamos a sobrevivir”. Entonces, brincamos de la carreta en un jardín de un polaco, los alemanes nos ametrallaron y caímos al piso y, por fortuna, no nos cayó ni una bala a ninguno de los cinco.
NC: ¿Quiénes saltaron de la carreta?
MB: Mi papá, mis hermanos, yo, y un amigo de nosotros que trabajó en la casa de mi papá en la tienda.
NC: ¿Por qué saltaron de la carreta? ¿Sabían que el futuro podía ser demasiado malo, o desconocían o no desconocían lo que iba a venir?
MB: Los alemanes dijeron que nos llevaban para trabajos forzados. Pero después supimos que a los que se llevaron estuvieron ahí por unos meses y después los llevaron a Treblinka.
NC: Entonces, saltaron arriesgando su vida sin saber lo que venía más adelante.
MB: No, no, sin saber.
NC: Y, gracias a D-os, a ninguno lo hieren.
MB: No, a ninguno, pero sí nos cayeron las balas cerca porque estaba ya obscuro. A esa hora en noviembre ya está obscuro en Polonia.
NC: ¿A dónde llegan después de saltar?
MB: Estábamos caminando por ahí. Estaba muy obscuro. En la noche, nos encontramos a un polaco que estaba bien borracho, que nos preguntó: “¿Son ustedes Brzezinski de Knyszin? Yo los conozco bien. Los voy a llevar a mi casa y los voy a ayudar a salir al día siguiente al camino para que regresen por el camino del bosque”. Y estuvimos en su casa y, por fortuna, no nos denunció. Salió a comprar algo de comida y traía vodka. Salió y ahí estuvimos esperando más de una hora a que llegara, y pensamos “va a traer alemanes, nos va a denunciar” pero no fue así. Vino a la casa, se inclinó ante la virgen polaca, hizo un rezo, y nos dio de comer. Dijo: “Les voy a quitar toda su ropa” y nos dio ropa suya porque la nuestra traía la…
NC: Estrella.
MB: La estrella adelante y la estrella de atrás. Al día siguiente, de dos en dos, fuimos caminando; nos sacó al camino para ir de regreso a mi pueblo, pero por el bosque. Caminamos todo el día por el bosque el día 3 de noviembre y llegamos cerca del pueblo, a un lugar que se llama Chraboly, y ahí mi hermano conocía a un amigo de la escuela, que nos recibió por una noche o dos. Decidieron que mi hermana y mi papá se quedaran adentro y mi hermano, la otra persona y yo, afuera, porque no podían tener a cinco personas adentro.
NC: ¿En dónde se escondieron ustedes?
Nosotros nos escondimos… no es un pueblo, sino una granja que se llama Dutkie. El polaco que nos recibió cavó un hoyo en su establo como de 6m de profundidad, debajo de las vacas, y ahí estuvimos durante 22 meses y medio, hasta el 10 de agosto, cuando el frente ruso regresó a Polonia y nos liberaron.
NC: En este hoy en donde se escondieron, ¿había espacio para caminar?
MB: Apenas… [era] como una tumba, como de un metro, o un poquito más, y éramos cuatro personas. No había ni como pararse, estábamos agachados.
NC: ¿Qué hicieron mientras estaban en este escondite?
MB: Pues nada. No había ventanas, no había luz, no había baños. Solo teníamos un lugar para sacar una piedra para que nos entrara un poco de aire. El polaco era muy pobre y no nos podía dar mucho de comer. En la noche, como les llevaba comida a las vacas, nos llevaba algo de comer.
NC: ¿Comían una vez al día?
MB: Una vez al día porque, durante el día, no nos podía traer nada. Ningún miembro de su familia supo que estábamos escondidos porque los alemanes llegaban y golpeaban a los jóvenes para ver si denunciaban que escondían judíos. Entonces, sus hijos no sabían que estábamos escondidos.
NC: ¿Qué le llevaban de cenar en las noches?
MB: ¿De cenar? Pues llevaba ahí una sopa de papa, a veces una de garbanzo y un cachito de pan.
NC: Mientras ustedes estaban en el escondite, ¿qué platicaban?
MB: Pues de la familia, más o menos. Mi papá nos platicaba mucho porque él estudió para rabino y nos platicaba del Talmud y eso.
NC: Pero su papá y su hermana se habían ido a otro escondite, ¿no?
MB: Sí pero, durante un tiempo, estuvimos juntos.
NC: Ok. ¿Cómo se entera que la guerra termina o por qué salió usted del escondite?
MB: ¿Cómo salí? Porque el frente avanzó y los rusos ya tomaron esa parte donde estuvimos.
NC: ¿Quién les informó? ¿La persona que los escondía?
MB: Estábamos viendo cómo dejaban de atacar los rusos porque atacaban día y noche. Cerca de nosotros caían varias bombas; a nosotros no nos tocó. Si nos hubiera tocado en el establo, o nos quemamos o nos salimos y nos matan los alemanes. Tuvimos mucha suerte.
NC: Dejaron de escuchar las bombas y, además, la persona que los escondía…
MB: Él dijo que los rusos ya estaban 15km delante de donde estábamos nosotros. Los rusos hicieron un frente y, por atrás, rodearon esta parte porque no podían tomar Knyszyn. Entonces, atacaron en un flanco de Tikochin, famosa ciudad en donde mataron a todos los judíos.
NC: Sale usted de este escondite. ¿Cuál es su primera necesidad: moverse, comer?
MB: Sí. No podíamos ver porque estábamos en la obscuridad. Teníamos que usar lentes obscuros. Y, de comer, pues… ya no había piel… estábamos como esqueletos.
NC: ¿Cuál fue el principal problema que tuvieron en el escondite?
MB: El hambre y la mugre que nos comía. Los piojos nos estaban comiendo vivos día y noche.
NC: ¿En qué fecha sale usted del escondite?
MB: 10 de agosto de 1944.
NC: ¿Cuánto pesó cuando salió del escondite?
MB: 39 kilos. Era un esqueleto.
NC: ¿A qué edad pesó 39 kilos?
MB: En 1944, en agosto.
NC: Estamos hablando que pesó 39 kilos a los 18 años.
MB: Y ahorita peso 80 y quiero bajar pero no puedo.
NC: Se dirige, entonces, a su ciudad natal.
MB: Sí, exactamente. A siete kilómetros. Llegamos y nuestra casa se había quemado toda. Casi toda la ciudad se había quemado porque estaba el frente ruso-alemán. Salimos el 10 de agosto y en noviembre me dio tifoidea. Estaba casi muerto porque no tenía defensas ni nada, así que me metieron a un hospital ruso subterráneo- por el invierno- y un doctor judío ruso me dijo “yo te voy a salvar”. Estuve ahí hasta febrero del siguiente año, del ’45, y la guerra todavía seguía. Mi papá me contaba de la familia y que perecieron más de 305 familiares de nosotros, entre primos, tíos, primos segundos…
NC: Sobrevivió usted, entonces…
MB: Otra vez.
NC: Claro.
MB: Sí, porque ya estaba casi muerto. Tenía fiebres de 44 grados… estaba en este hospital bajo la tierra con todos los rusos que traían del frente.
NC: ¿Quién lo acompañaba mientras estuvo enfermo?
MB: Nadie. Pues, ahí, unos rusos, quién sabe quiénes eran.
NC: Y, ¿por qué no estaban con usted su papá y su hermana?
MB: Nos veíamos casi una vez por semana porque estaba prohibido que entrara gente al hospital.
NC: ¿Ellos en dónde estaban?
MB: En la ciudad.
NC: Y, ¿quién los recibió o en dónde se instalaron?
MB: Se instalaron en una de las casas que aún no se había quemado; vivían ahí. Después, cuando yo llegué, estaba junto con ellos.
NC: ¿Una casa de unos ajenos que estaba deshabitada?
MB: Sí, deshabitada.
NC: Cuando se cura de la tifoidea, ¿a dónde se va?
MB: Pues llegamos a la casa donde vivían mis papás y mis hermanos. No había sobrevivido ninguna mujer en mi pueblo. Mi hermana hacía comida para todos los sobrevivientes, como para 20 o 30 personas; comían en mi casa.
NC: Qué bonito está eso… Posteriormente, ¿por cuánto tiempo están en esa casa?
MB: Hasta 194[5], por ahí de abril, porque había algunos polacos que, después de la guerra, buscaban judíos para matar. Entonces, como era una ciudad chica, nos fuimos a Bialistok, hasta junio, aproximadamente. Entonces, nos fuimos hacia Francia. Nos llevaron con un grupo de sobrevivientes.
NC: ¿Quién los llevó a Francia?
MB: Eran algunas personas que llegaron de Estados Unidos que se llamaban Joint o algo así, que se dedicaban a ayudar a los sobrevivientes. Nos ayudaron para ir a París pero, para eso, nos llegaron unos papeles de México de la familia Lieberant para que pudiéramos salir de Polonia. Con eso, pudimos salir con documentos porque casi todos salieron sin documentos; todo se quemó, así que no había qué enseñar. Estuvimos en París como tres meses y, de ahí, embarcamos hacia Nueva York. La familia de Filadelfia- teníamos unas tías- nos mandó papeles para el barco y llegamos a Nueva York. Estuvimos tres meses en Estados Unidos y, después, el 17 de octubre de 1946, cruzamos la frontera para llegar a México.
NC: ¿Por qué no se quedaron en Nueva York?
MB: Porque no nos daban lugar. Los estadounidenses no querían dar papeles para personas que venían de países comunistas.
NC: Entonces, se ven obligados a venirse a México.
MB: Sí, porque ya teníamos papeles para llegar aquí.
NC: ¿Llegaron a la Ciudad de México?
MB: No, a Monterrey. Teníamos familia ahí, una tía. Estuvimos ahí como dos o tres semanas y ya después llegamos a la Ciudad de México.
NC: ¿En dónde se instalaron en la Ciudad de México?
MB: En la casa de mi tía, que vivía en la Condesa, en la calle Benjamín Franklin. Ahí estuvimos varios meses y, después, ya trabajamos todos, mi hermano, mi hermana, mi papá y yo. Los cuatro trabajamos porque no traíamos…
NC: Nada de dinero.
MB: Nada. Ni dinero, ni ropa, ni salud, ni nada.
NC: ¿En qué empieza a trabajar usted?
MB: Yo empecé a trabajar en una tienda, en Correo Mayor, una bonetería.
NC: Y trabaja desde ese momento hasta el día de hoy.
MB: Hasta el día de hoy. Me gusta mi trabajo porque cada día veo varias personas diferentes, me salgo un rato de la casa, y el trabajo es para olvidar un poco los problemas que pasé.
NC: ¿A qué edad se casó?
MB: A los 27 años.
NC: Y tuvo la fortuna de tener, ¿cuántos hijos?
MB: Cinco. Cuatro mujeres seguidas y, al último, llegó un varón. Tenemos una familia grande y estoy muy contento con ellos. La verdad, no necesito mucho ya. Ya podría no trabajar pero el trabajo me ayuda para olvidar; estoy ocupado, salgo de la casa. Regreso a las cuatro y ya, no voy otra vez en la tarde. Antes trabajaba en la tarde pero ahorita ya no.
NC: ¿Se puede preguntar qué edad tiene?
MB: ¿Cuánto me echas?
NC: Como 17 o 18 años.
MB: No, tengo 88 y medio. En diciembre cumplo, si D-os quiere, 89.
NC: Hasta 120. ¿Qué es lo que más le ha dado felicidad en la vida?
MB: Mis hijos, mis yernos, mis nietos, mis bisnietos. Los chiquitos, los adoro porque me siento a jugar y a platicar con ellos. Ya sabes cómo es… Pues perdimos a toda la familia y ahorita pues yo, gracias a D-os, hice familia grande con la ayuda de mis hijas y mis yernos, y estoy feliz. Eso es lo que me ayuda mucho para seguir adelante.
NC: En la vida, a lo largo de su historia, de su pasado, ¿cuáles fueron sus problemáticas? ¿Creyó en D-os siempre? ¿Dejó de creer, perdió la fe? ¿Qué sucedió?
MB: Pues, ¿qué te puedo decir? Muchas veces creo que existe algo pero cómo podría decirte si yo… a mi pueblo llegaron los nazis y al rabino lo hicieron cavar la tumba y lo mataron ahí delante de todos, nada más porque sí. ¿Cómo voy a creer en D-os? Sí creo que existe algo pero no mucho.
NC: Esta pregunta creo que es la más importante, y sé que va a quedar como un legado para sus hijos y nietos. ¿Qué le quisiera decir, si pudiera elegir una sola enseñanza, a su familia?
MB: Yo les quiero decir que sepan por lo que he pasado, y que fui golpeado nada más por ser judío. Que sepan por lo que he pasado, y que nunca más vuelva a pasar. Que sepan de dónde descienden: de un sobreviviente que no valía nada. Y que estén unidos porque yo, como mi papá que nos tenía unidos a los hijos, lo único que les puedo dejar es que sean unidos y que sepan de dónde vienen. Ése es mi deseo para mis hijos, que estén unidos, sobre todo los más chicos porque los grandes ya nos vamos, no sabemos cuándo, pero que los chicos sepan que son primos, hermanos, y de dónde vienen, y que tienen que seguir adelante. Y que nunca más vuelva a pasar; que ellos no pasen lo que yo pasé. Eso de tener un centavo más o un centavo menos no es muy importante. [Lo importante es] que sepan de dónde vienen y qué me dejó de legado mi papá para que sigan unidos. Antes de morir, mi papá nos dijo “no les dejo nada pero quiero que sigan unidos”. Y yo, pues todavía no muero pero en vida les digo que eso es lo que yo quiero.
NC: Señor Meyer, hay algo que yo le quiero decir: hay muy pocas personas en el mundo que enseñan mucho con su presencia y con su ausencia. Ahorita, nosotros tenemos la fortuna de tenerlo entre nosotros y de aprender y disfrutar de su presencia y de sus enseñanzas. Que falten muchísimos años. Cuando usted se vaya, vaya a enseñar todavía más. Sé que toda su descendencia va a aprender siempre de usted, esté usted o no.
MB: Y eso es lo que me da mucho gusto y por eso yo creo que estoy sobreviviendo y para mí lo más importante es la familia.
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