ANDRE MOUSSALI
De recién casados, mi esposa y yo vivíamos en un pequeño departamento. Yo veía cada mañana detenidamente el programa de noticias de Jacobo Zabludovsky. Posteriormente, cuando se inició el programa 24 Horas, mi esposa me decía que él era mi único amigo, pues escuchaba sus opiniones durante horas, sin abrir la boca ni contradecirlo.
En una ocasión, estando nosotros en Miami, hice el ejercicio que muchos de nuestros connacionales hacen: comparar, “malinchistamente”, el noticiero 24 Horas con uno de la Cadena CBS, cuyo titular era Dan Rather. Yo tendía a darle mi voto a este último, por el sólo hecho de ser estadunidense. Pero llegué a la conclusión de que el de Jacobo era igual de bueno y, en muchas ocasiones, inclusive superior al de Rather. No pasó mucho tiempo para que Rather saliera del programa y de la CBS, cargando, además, con la antipatía de sus colegas.
Y, al recordar a Jacobo Zabludovsky, éstas son precisamente algunas de sus cualidades que más resaltaría: su carisma, su don de gente y su trato amable y sencillo. En una ocasión en que entrevistaba a un modisto, a quien no le gustó un comentario de Zabludovsky, el entrevistado le contestó con clara intención de ofender a Jacobo, denigrando a la mujer judía mexicana. Jacobo, sin alterarse, le contestó inmediatamente: “le pido que no ofenda a ningún sector de la sociedad mexicana”.
Es probable que su sencillez le viniera de su “cuna humilde”, lo cual digo con respeto y admiración, pues es sabido que allá en su barrio de La Merced su cuna fue una caja de jabón de aquellos tiempos, que entonces era de madera. Y él, en una entrevista, reconoció que allá “todos éramos pobres, sólo que yo no lo sabía, porque todos éramos iguales”.
En la Asociación de Periodistas y Escritores Israelitas de México (APEIM), durante el tiempo de la presidencia de Jacobo Contente, éste lo invitó en dos ocasiones. En la reunión realizada en el Centro Deportivo Israelita (CDI), le pregunté: ¿Cuándo piensa usted que un judío podrá ser candidato a un puesto de elección popular?
Su respuesta fue que eso vendría con el tiempo, poco a poco. Otra de las preguntas que hubiera querido hacerle, pero que no me atreví a plantearle, era qué hacía cuando alguien lo ofendía por ser judío. Me imagino que durante su carrera periodística, Jacobo habrá tenido que enfrentarse varias veces a este tipo de ofensas.
En un segundo encuentro, llevado a cabo en el restaurante que tenemos como sede, Jacobo Zabludovsky se conmovió hasta el llanto al recordar y expresar el hecho de que la gran mayoría de sus amigos y colegas ya había fallecido.
Yo tuve el honor de haber recibido de sus manos el premio que confiere el Instituto Cultural México Israel, en la casona del Centro Histórico. Sin duda éste fue un reconocimiento sencillo, pero de gran relevancia en mi carrera profesional como periodista.
Uno de los personajes, hoy famosos, que estuvieron a su lado fue Adela Micha. Cuando yo era editor de la Revista Monte Sinaí, ella vino a solicitar trabajo y yo le di un texto para traducir, mismo que luego de dos semanas apareció en mi escritorio, sólo subrayado y sin traducción alguna. Sin embargo, la relación que Adela mantuvo con Jacobo fue mucho más cercana, pues ella lo consideraba como un padre. Yo pienso que ella heredó algunas cualidades de este maestro del periodismo y gran intelectual,
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