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Auschwitz, Mauthausen, Dachau… Los campos de concentración alemanes en los que se vivieron barbaridades son recordados al día de hoy por decenas. No obstante, la Historia atesora también otros tantos centros de exterminio cuyas atrocidades permanecen ocultas o pasan desapercibidas para los libros. Uno de ellos es el de Waldlager, ubicado en Bielorrusia. En él, 1.400 judíos enfermos y hambrientos fueron obligados a cavar su propia tumba antes de desnudarse, tumbarse en el hoyo y recibir un disparo detrás de la nuca.
A pesar de que los tristes sucesos de Waldlager eran ya conocidos, han vuelto a salir a la luz esta misma semana después de que, tal y como explican varios diarios internacionales como el «Daily Mail», el grupo de «cazadores de nazis» del popular centro Simon Wiesenthal hayan mantenido contactos con las autoridades de Dinamarca para meter entre rejas a Helmuth Leif Rasmussen. Este sujeto es un hombre de noventa años que, aunque trabajó como técnico de iluminación en el cine durante varios años, también hizo las veces de guardia de este campo durante 1942. Así pues, los responsables de la organización quieren que sea el siguiente nazi en ser juzgado tras Oskar Groening.
Las barbaridades del campo
Waldlager, ubicado en Bielorrusia, fue un campo de concentración creado en 1942, después de que los nazis invadieran Brabruisk (una gran ciudad al oeste del país). Concretamente, se ideó para albergar a los más de 30.000 judíos que habitaban la zona, aunque al final solo se trasladó a 10.000, pues el resto fueron asesinados durante la toma de la ciudad. A su vez, se estableció que este complejo serviría como base de suministros de las Waffen SS que operaban en el sur y en el centro de la U.R.S.S.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Waldlager fue uno de los campos de concentración de los que menos información se dio. No obstante, con los años se supo (mediante el testimonio de varios guardias, entre ellos Rasmussen) las barbaridades que se cometían en su interior. Entre ellas, destacaba la práctica habitual de obligar a los presos -hambrientos, extenuados y muertos de frío- a cavar sus propias tumbas. Todo ello, antes de obligarles a desnudarse (para poder guardar su ropa), tumbarse sobre el hoyo y dispararles detrás de la nuca.
De hecho, y según desvelaron varios guardias a la policía aliada tras la contienda, así fallecieron en el lugar nada menos que 1.400 judíos entre 1942 y 1943. No era la única forma de hacer que abandonasen este mundo, pues también se les obligaba a mantener los caminos del campo limpios de nieve sin ropa de abrigo (cuando las temperaturas solías rondar los -25 grados Celsius) o realizar tareas de limpieza hasta que fallecían de cansancio.
Un voluntario danés a las órdenes de Hitler
Helmuth Leif Rasmussen, un voluntario danés de los 6.000 que se inscribieron en las Waffen SS, sirvió como guardia de este campo de concentración durante ocho meses en 1942. Con todo, este hombre siempre defendió que, aunque vivía en el lugar, había sido trasladado allí para combatir en el frente soviético, y no para hacer labores de exterminio en el recinto. Algo con lo que no está de acuerdo Therkel Straede, un profesor de Historia de la Universidad del Sur de Dinamarca que ha investigado pormenorizadamente su pasado.
«Tomó parte en la vigilancia del campamento, tanto en el perímetro interno como en el externo. Básicamente, él y otros tantos se presentaron voluntarios para participar en el exterminio antes de ser enviados al frente oriental. Fue una estrategia consciente para introducir a los reclutas en este tipo de delitos desde el primer día», ha explicado el docente en declaraciones al «Daily Mail».
Fuera como fuese, Rasmussen testificó en 1945 sobre las barbaridades que se habían cometido en el lugar, siempre señalando su inocencia. Posteriormente, en 1948, fue procesado por haber protagonizado una pelea en 1944 contra una muchedumbre a las puertas de un cine. Al parecer, todo comenzó cuando este voluntario y otro miembro de las SS se enfrentaron a una mujer que, según decían, les estaba molestado. La situación atrajo a una multitud sobre la que los dos nazis dispararon para evitar ser linchados. Esto le mantuvo durante seis años en la cárcel.
Tras salir de prisión, Rasmussen se cambió el nombre por el de Helmuth Rasbol. Gracias a su nueva identidad pudo casarse, tener dos hijos, convertirse en un técnico de iluminación de los estudios Nordisk Film y vivir plácidamente en Gladsaxe, una ciudad al norte de Copenhague. Así ha pasado gran parte de su vida. Al menos hasta ahora, pues en estos últimos meses (y tras la investigación histórica de Straede y su compañero Dennis Larson), el centro Simon Wiesenthal ha iniciado los trámites legales para que sea juzgado por sus crímenes.
Ambos expertos han elaborado su investigación utilizando -entre otras cosas- dos entrevistas realizadas en 2009 y 2010 con el propio danés. Sin embargo, hasta ahora la justicia no les había prestado ninguna atención. «Todo lo que puedo decir es que hemos recibido la queja y hemos comenzado a investigar las acusaciones», ha señalado ArneBjorn Hansen, de la policía del país.
Fuente:cciu.org.uy
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