LA MEIDELE
El hecho de darle un nombre a tu hijo es uno de los momentos más profundos y espirituales que puedes experimentar; aunque también es el escenario perfecto para agarrarse del chongo con la suegra.
Los sabios aseguran que el nombre que le den a un bebé va a definir su personalidad y su camino en la vida (así que piénsenla dos veces cuando le quieran poner a su hijo el nombre del “shlimazl” de su tío Motele). El Talmud dice que los papás reciben una sexta porción de profecía cuando están escogiendo el nombre del bebé (los padres, no los suegros de nadie). Se dice que un ángel baja a la tierra y les dice el nombre del bebé en secreto a los papás.
Con todo y la ayuda de los ángeles, los papás siguen martirizándose sobre qué nombre le van a aponer a su bebé hasta minutos después de que nace. Lo bueno es que tenemos costumbres paisanas que nos ayudan a ponerle nombre a nuestros hijos. Aunque a veces es contraproducente cuando tu bobe, que en paz descanse, se llamaba Feiguele y tu suegra de la comunidad árabe se llamaba Ferdose e insiste en tener una nieta con su nombre.
Los idish tenemos la costumbre de ponerle a nuestros hijos como un familiar que murió y al que todos estimaban. Esto logra mantener la memoria en vida y se dice que se forma un vínculo metafísico entre el bebé y el pariente que en paz descanse. Esto representa un gran honor para la familia, pues el alma alcanza niveles de elevación conforme a las mitzvot de los que llevan su nombre y de la misma forma el bebé esta inspirado a vivir su vida según las buenas cualidades del pariente por el cual lo nombraron.
Estooooooo…. Ya saben, siempre están las opciones que más han utilizado los idish últimamente:
-Ponerle a tu hijo un nombre de moda y ya: Alejandro, Alan, Mark, Sofía, Andrea, Alexa, etc.
– Modernizar o tropicalizar el nombre de alguien que falleció: Mordechai – Mauricio, Alicia – Aliza, Aaron – Ari, Beile – Bertha, Enaj – Enrique, etc.
En las tradiciones de los paisanos árabes y sefardíes la elección de nombres de bebés se simplifica un poco. Pues tienen costumbres mucho más sólidas que se siguen aplicando hoy en día, así que no hay lugar para mucha decisión ni lectura excesiva de libros de nombres de bebé. Este tipo de paisanos nombra a sus hijos con el nombre de su abuelo o abuela (primero paternos y luego maternos) sin importar si siguen o no vivos. Es una gran emoción y orgullo en la vida de los paisanos árabes ver el nacimiento de un nieto con su nombre. Lo que acaba sucediendo con esta tradición es que todos los primos y primas se llaman igual y además son familias grandísimas. Están todos comiendo en casa de la abue Tere un viernes y alguien dice: -“Rafa”- y el abuelo y 7 de los primos voltean.
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