AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – La imagen de los siniestros acuerdos de Viena que se quedará en mi memoria es la del ministro iraní de Asuntos Exteriores, Mohammad Javad Zarif, estallando en carcajadas en el balcón de su hotel. No sé lo que pensaba él en el momento en que se tomó la foto, pero lo puedo adivinar con facilidad.
Por Guy Millière
Tal vez pensaba que John Kerry fue aún más ingenuo y más limitado de lo que podía haber imaginado, y que Barack Obama por encima de John Kerry era muy incompetente. Presumiblemente también pensaría que los funcionarios europeos eran tan ingenuos y limitados como John Kerry.
Haber obtenido lo que está en los convenios de Viena fue, para Irán, casi inesperado. Y no pasa un día, desde la firma de los acuerdos sin que uno descubra párrafos adicionales, concesiones ulteriores, apéndices no del todo anexos, que hacen al expediente aun más condenable.
Irritante
Inicialmente se pensó que el mundo occidental había acordado que transcurrirían veinticuatro días entre la decisión de inspeccionar las instalaciones nucleares de Irán y cuándo realmente las inspecciones tendrían lugar. Nos enteramos demasiado rápido que la decisión de proceder a las inspecciones la tomará una comisión en el seno de la cual Irán se beneficiaría del derecho a veto, y que sólo algunos sitios, la lista de los cuales fue elaborada por Irán, podrían ser visitados.
Luego nos enteramos de que el propio Irán proporcionaría las muestras examinadas por los inspectores, y que estos no debían contar con ningún estadounidense entre sus filas. Según el último informe, Irán no ha propuesto suministrar los inspectores, pero no es improbable.
Que un país en desarrollo, ya que Irán es un país en vías de desarrollo, haya podido exigir y obtener el pastel y la mantequilla, la práctica de sus actividades nucleares y ciento cincuenta mil millones de dólares de los líderes occidentales, entre ellos los de la primera potencia del mundo, es tan improbable y grotesco que parece salir de un mal escenario de comedia burlesca. Sin embargo, esta es la realidad.
Que un país cuyos líderes constantemente gritan y hacen gritar “Muerte a América!” fuera capaz de conseguir que los representantes de EEUU se postren servilmente adoptando postura de criado, sin siquiera exigir que los cuatro rehenes estadounidenses detenidos en Irán fueran puestos en libertad, parece surgido de una pesadilla: sin embargo no es una pesadilla. Todavía es la realidad.
Que los líderes antisemitas y portadores de intenciones genocidas de este país hayan podido obtener una especie de carta blanca de los representantes del Mundo occidental tiene todo el aspecto de repetición de la historia, y allí la realidad verdaderamente no hace ninguna gracia excepto a Mohammad Javad Zarif, obviamente.
Por la parte de los europeos, no es la primera vez que se libra un cheque en blanco a líderes antisemitas con intenciones genocidas, Daladier y Chamberlain hicieron un gesto de este tipo en 1938. La población de Alemania de la época había dado rienda suelta a Adolf Hitler en 1933 y se había entusiasmado con sus hazañas; Hitler, a quien también citan elogiosamente en Teherán.
Por la parte estadounidense, es un hecho, no es la primera vez que se consiente unos poderes de este tipo: Antes de Munich en septiembre 1938, se produjo la Conferencia de Evian, en julio de 1938, y el abandono de los judíos europeos por todo el mundo, incluyendo los Estados Unidos, dirigido entonces por Franklin Roosevelt, que mostró varias veces sus inclinaciones antisemitas.
Tanto por la parte europea como por la estadounidense, no es la misma primera vez que se da un cheque en blanco a los líderes antisemitas con intenciones genocidas de Irán: en 1979 no era posible hacer caso omiso de las ideas abyectas del ayatolá Jomeini y sus seguidores; los estadounidenses y los europeos, encabezados por Jimmy Carter y el francés Giscard d’Estaing, sin embargo, promovieron y apoyaron el establecimiento de la “República Islámica”.
Durante más de treinta años, después de Carter, EE.UU. ha estado gobernado por presidentes que han discernido que los mulás iraníes no eran respetables. Estos presidentes eran republicanos (Ronald Reagan, George Herbert Walker Bush, George Walker Bush), y uno de ellos fue el demócrata (Bill Clinton). Fue necesario que viniera un presidente de extrema izquierda con raíces musulmanas y impregnado de “antisionismo”, para llegar al resultado actual.
Durante más de treinta años, los líderes europeos parecieron discernir lo que distinguía a los presidentes estadounidenses. La llegada de un presidente de extrema izquierda con raíces musulmanas a la Casa Blanca e impregnado de “antisionismo”, ha hecho que los europeos hayan cambiado su posición, y recuperado sus sentimientos anteriores.
En los Estados Unidos, donde los líderes siempre tienen sentido de la ética, los republicanos se levantan contra lo que ellos ven como una infamia, incluso mucho peor que la infamia. John Kerry ha tenido dificultades para justificar lo injustificable en el Congreso. Una votación tendrá lugar, y será en el mes de Septiembre.
En Europa, ningún líder parece tener sentido de la ética. Ninguno todavía parece conocer el significado de la palabra, la infamia. Se ve, por el contrario, gente a la que se le cae la baba ante la idea de vender en Teherán por un puñado de dólares.
No me sorprendería que, detrás de las risas de Mohammad Javad Zarif, haya también desprecio por John Kerry, Barack Obama, y desprecio, especialmente por los líderes europeos que descaradamente se precipitan al bazar de Teherán.
Fuente: © MetulaNewsAgency
Traducción: Silvia Schnessel para Enlace Judío México
Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico
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