ANGÉLIA RUIZ
Historia de un lugar lleno de magia, perdido a través del tiempo y el olvido por más de tres décadas. Con la batuta de Mónica Unikel, la Sinagoga Justo Sierra reabrió sus puertas en 2009 para ser un centro cultural y religioso.
Pocos saben que en pleno siglo XXI, en el corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México, sobrevive estoicamente a los estragos del tiempo la primera Sinagoga de la comunidad judía que se arraigó en tierras aztecas. Un rincón atrapado en el tiempo y en la magia de su historia.
Hablamos de la Sinagoga Nidjei Israel, conocida ahora como Sinagoga Histórica Justo Sierra, el primer referente cultural de una comunidad perseguida históricamente y que a toda costa ha defendido la permanencia de sus tradiciones, de su identidad, de sus creencias y ritos religiosos.
Este recinto fue el que albergó desde 1922 a los judíos ashkenazitas, aquellos inmigrantes originarios de Rusia, Polonia, Alemania, Lituania y Hungría que hablaban idish cuando llegaron a México.
La sinagoga Nidjei Israel se construyó por la necesidad de contar con un lugar donde rezar; y en los albores de los años 40 también funcionó como centro de celebraciones sociales y de trabajo comunitario hasta mediados de los años 60, cuando por el ritmo del tiempo la comunidad judía decide emigrar a otras zonas de la Ciudad de México.
Este hecho originó el cierre del recinto y su inminente deterioro; por lo que durante más de tres décadas permaneció en completa soledad y abandono.
Después de varios intentos por rescatarla, el gobierno de la Ciudad de México logró la reubicación de los vendedores ambulantes que hacían imposible el acceso a la zona y en 2008 comenzó el trabajo de rescate a través de donativos en especie y moneda, junto con un equipo de ingenieros, arquitectos y restauradores que le devolvieron al lugar su brillo y esplendor original.
El 13 de diciembre de 2009, bajo la dirección de Mónica Unikel, la Sinagoga Histórica Justo Sierra se reinauguró para albergar diversas actividades culturales y religiosas.
Con la anuencia de la comunidad ortodoxa, el recinto es ahora un espacio didáctico y cultural abierto a todo el público para apreciar no sólo de su arquitectura y la cultura judía; sino de diversos eventos culturales y artísticos promovidos por su directora.
La Reestructuración
La idea principal de la restauración fue devolver su esplendor original y reavivar la historia de este bello lugar. No hubo necesidad de trabajar con la estructura que se encontraba en buen estado, cuenta la directora Mónica Unikel.
“Básicamente se trabajó la fachada interior, que estaba muy deteriorada, el piso del patio tuvo que cambiarse debido a la cantidad de piezas rotas, así como el piso de la sinagoga, que era un parquet de madera maravilloso pero estaba podrido en su interior.
Los baños, con serios problemas de plomería, se modernizaron, así como la iluminación.
Donde más se aprecia la restauración es en las pinturas murales que cubren todo el techo y los muros de la parte alta, así como en las columnas que imitan el acabado de mármol, pues se encontraban muy deterioradas y llenas de humedad. Asimismo, las maderas de las puertas y la bimá fueron talladas y barnizadas en un tono natural.
La parte frontal del Arca se limpió de microorganismos muertos y polvo que lo habían oscurecido, y se utilizó hoja de oro para devolverle su brillo dorado”.
El candil central se encontraba completamente estropeado, cuenta Jorge Abraham, quien se encargó de su restauración:
“La restauración del candil parecía cosa sencilla. Visto desde abajo, no se da uno cuenta de las dimensiones y del peso. Cuando me lo entregaron en la fábrica, no podía creer el tamaño. Hubo que desarmarlo completamente (¡son como 500 piezas!) Además habían muchas faltantes o rotas. Se procedió a inventariar todo y sacar fotos para ensamblarlo nuevamente como venía originalmente. Se sacaron moldes de las piezas iguales a las faltantes para fabricar nuevas y se procedió a enderezar las piezas dobladas.
Abraham explica que se tuvo que despintar, ya que estaba pintado de color dorado, y entonces nos dimos cuenta que era de latón.
Arquitectura
Las primeras sinagogas de México fueron imitaciones de otras. Los inmigrantes no querían olvidar su pasado y de alguna manera, lo trajeron a su nueva diáspora.
En este caso se copió una sinagoga de Shavel (Siauliai), Lituania, ya que el donante ofreció financiar la obra si se copiaba la sinagoga de la ciudad europea de la que provenía.
Sobre la doble fachada del recinto, la arquitecta Raquel Franklin explica la intención fue dejar el edificio de oficinas hacia la calle con una fachada neocolonial, en consonancia con el entorno colonial del Centro Histórico; mientras que la segunda fachada interior muestra la influencia del diseño de sinagogas del siglo XIX, inspiradas en el etilo neorromántico y a la tradición hebraica ortodoxa.
La presencia de los primeros judíos en México se remonta poco después de la llegada de los españoles a tierras mexicas. Los cripto-judíos o conversos -porque fueron bautizados por la Iglesia de España y Portugal-, creyeron que llegando a tierras recién descubiertas, tendrían la oportunidad de iniciar una vida en libertad.
Para su desfortuna, la Inquisición de la Nueva España impidió que su sueño se hiciera realidad. Los mucho o pocos que sobrevivieron a esta época, lo hicieron secretamente salvaguardando sus ritos y tradiciones de una manera muy discreta.
En los inicios del siglo XX, la comunidad azkenazí que logró permanecer, se estableció en el barrio de La Merced de la Ciudad de México, donde comenzaron su proceso de adaptación cultural, sin perder sus tradiciones y sobre todo sus raíces religiosas.
Para ello, decidieron congregarse primero en las viejas vecindades coloniales del barrio; abrieron tienes de productos judíos y carnicerías kosher para el abastecimiento de la despensa familiar y posteriormente sostuvieron reuniones para construir una sinagoga de culto en algún predio cercano a donde vivían.
En 1912 conforman la Sociedad de Beneficiencia Alianza Monte Sinaí, cuyo primer objetivo fue la creación de un panteón judío, que se concretó en 1914. En 1918, la Sociedad fue reconocida de manera oficial por el gobierno mexicano y ese mismo año pudieron adquirir la casa donde se edificaría la primera sinagoga en toda forma: Monte Sinaí, en la calle Justo Sierra.
Fue hasta 1941 cuando se inauguró la Sinagoga Nidjei Israel, al interior de la casona número 71 de Justo Sierra, donde por fin se tenía un lugar donde rezar en comunidad.
Pero los motivos por mantener la sinagoga en la discreción y semi-oculta fueron varios: evitar que la jerarquía católica tuviera alguna repercusión contra la comunidad, ya que el lugar estaba atrás de la Catedral Metropolitana; y otra razón fue por cuestiones de culto, donde el judaísmo no pretendía ser un motivo para llamar la atención, por lo que buscaron mantenerse sencillos y humildes.
Fuente:reversos.mx
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