ELENA BIALOSTOCKY PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO- Flora Goldberg nació en París, Francia. Pintora, grabadora y escultora, su arte es de estilo figurativo e interiorista.
LAS TRIBULACIONES DE UNA NIÑA EN FRANCIA OCUPADA
Llegó a México en el año de 1942 junto con su familia, escapando de los nazis. La artista relató a Enlace Judío su experiencia.
“Mis padres, una hermana mayor y un hermano menor vivíamos en Paris cuando inició la II Guerra Mundial. Lo que recuerdo de esta época es que, de repente, sonaban las sirenas; hasta hoy me parece ver a mi madre preocupada por reunir nuestras cosas y salir a buscar refugio.
Mientras duraba la alarma de posibles ataques aéreos (nunca nos tocó un ataque), teníamos que refugiarnos en el metro; cuando no lográbamos llegar hasta allí, íbamos a un jardín que tenía una covacha.
En algún momento nos trasladamos al pueblo de Soissons. Mi papá no fue con nosotros, era parte de la resistencia francesa. Para visitarnos, papá tenía que caminar como 35 kilómetros. En este pueblo fue donde recibí mi primera paliza, porque mi hermana y yo llegamos a casa con chocolates que nos regalaron los nazis y mi mamá se enteró que subimos a un camión con ellos.
Volvimos a Paris, donde mi padre mató a un nazi y tuvo que huir a Niza para no ser capturado.
Mi padre mandó por nosotros, y me parece que mi mamá tuvo que hacer como en la película “Sophies Choice,” en el que la protagonista tiene que escoger entre sus hijos: mandó a mi hermana Juliana con una persona hasta Niza y yo me quedé con ella y mi hermano menor. No lo hizo por querer más a alguna de nosotras, sino porque había que aprenderse el nombre del señor que la acompañaba y era más seguro que ella, siendo la mayor, no se equivocara.
Mi padre mandó a un “coyote” para que nos llevara a través del bosque, era un camino muy largo. Iba a ser un grupo grande, pero un día antes habían capturado a uno del grupo, así que sólo fuimos tres. Durante el viaje, yo fui la encargada de darle los chupones a mi hermano para que no llorara. De este viaje sí me quedó, puedo decir, un pánico a la noche y a los perros.
En Niza nos inscribieron a la escuela porque mi padre, en un principio, no pensaba dejar Francia. Más adelante, cambió de parecer y consiguió visas para Cuba. Finalmente tomamos el barco, con la idea de ir a Cuba. En el barco venía un grupo grande de refugiados españoles y de austriacos, recuerdo también a la mamá de Susana Alexander y Rosita Rimoch. Después de hablar con varias personas, mi padre decidió desembarcar en México , lo hizo con la ayuda de Hils Farein (Grupo comunitario de ayuda).
En Francia, antes de salir, un artista plástico hizo dos pinturas, una de nosotros tres y otra de mi hermano solo. Cuando salimos, mi padre dejó en custodia los cuadros con el artista plástico F. Van Montford y los recuperó después de la guerra. Conservo el retrato de mi hermano menor.
Entre los papeles que conservo de mis padres está el salvoconducto que nos dieron para pasar a Casablanca, los cupones de racionamiento de Niza, un cuaderno de memorias escrito por mi madre y mucho más”, explica.
“DIEGO RIVERA ME LLAMABA ‘LA GÜERA REJEGA’, YA SABRÁS POR QUÉ”
“Comencé a pintar desde muy chica cuando iba a la Shomer Hatzair (organización juvenil judía). Mi padre era muy amigo de Diego Rivera, le llevó las acuarelas que yo hacía y Rivera le dijo que yo era muy sensible, que fuera a su estudio cuando quisiera para ser su alumna.
Antes de comenzar a estudiar con Diego Rivera fui con mis amigos de la “Shomer” a visitar a Frida Kahlo. Ya estaba en cama, fue muy amable, tenía un espejo para pintar en el dosel de su cama.
Comencé a pintar con Diego,, en su estudio y con sus modelos. Vinieron un grupo de alumnos de La Esmeralda al estudio y una de ellas me invitó a estudiar a esa escuela, pero yo tenía en mente lo que decía Diego: “Las escuelas de arte solo sirven para echar a perder a los alumnos”.
Diego era todo un personaje, era dulce, amable, y buen hombre, ” mujeriego, pero respetuoso”. Goldberg ayudaba a moler sus pinturas, lo que él llamaba oleo-tempera. Me regaló una trajinera firmada por él. “Me llamaba ‘la güera rejega’, ya sabrás por qué”.
“Hay una cosa de la que sí me arrepiento, Diego me dijo que me quería pintar desnuda, pero yo me negué”.
UNA FRUCTÍFERA CARRERA
Flora Goldberg estudió de 1955 a 1957 en el estudio del maestro Diego Rivera. De 1956 a 1960 estuvo en la Escuela de Pintura y Escultura “La Esmeralda”, donde tomó clases con los maestros Fernando Castro Pacheco, Benito Messeguer, Carlos Estrada, Santos Balmori, Héctor García y Feliciano Peñate, de 1973 a 1980 estudió con el maestro Octavio Bajonero en el Molino de Santo Domingo y tomó un curso de grabado en 1975 con el maestro Mauricio Lasansky.
“Después estuvo de moda el arte abstracto, yo no soy de cambios, yo soy figurativa. En 1970 tuve una exposición en el Municipio de Naucalpan, después en la galería Aleph.
Posteriormente me llamó mucho la atención el grabado, regresé a “La Esmeralda” y no me aceptaron porque tenía que tomar el curso de tiempo completo. Ahí conocí a Carlos García Estrada que me dijo lo del Molino de Santo Domingo. Ahí empecé a estudiar grabado, en conjunto con los estudiantes hicimos exposiciones colectivas. Tuve una exposición en Israel. He mandado a las Bienales a Puerto Rico, Colombia, Venezuela y Argentina”.
Inició en la escultura justo a los sesenta años,: “Busqué un trozo de madera, tengo un maestro que trabaja conmigo y que me ayuda a ensamblar los pedazos de madera, cuando comenzaba a esculpir tuve una exposición en el Instituto Politécnico Nacional donde presenté 20 pinturas, 20 grabados, 20 dibujos y una escultura”, explica.
Flora Goldberg ha llevado a cabo más de medio centenar de exposiciones individuales, tanto en México como en el resto de América y Europa, ha concursado en varias ocasiones: Concurso IEPES, con la obra “Mujer Embarazada”, acrílico, 90 x 60 cm., Toluca, Edo. De México, 1970. Concurso IMAN, con la obra “Enaltecer al niño, una Canción”, grabado sobre cobre, 40 x 50 centímetros, 1975. II Bienal de Gráfica del INBA, con “Guajolote”, grabado sobre metal, 60 x 45, 1979. VI Bienal Diego Rivera, “(No) se dejaron Convencer”, grafito y prisma color, 75 x 60 centímetros Guanajuato, Gto., 1994.
“La última exposición fue en la sala Netzahualcóyotl, estuvo durante seis meses y se llamó “Concierto de Chelo en Bosque Humano”. El ministro José ramón Cosío fue el que me sugirió el lugar para la exposición”, agrega.
Goldberg está casada con el Dr. Pablo Rudomin; tienen dos hijos y tres nietos.
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