JOSEPH I. LIEBERMAN, EX-MIEMBRO DEL SENADO DE ESTADOS UNIDOS
Conforme se intensifica el debate en torno al acuerdo nuclear alcanzado con Irán, el gobierno de Obama ha intentado desviar las críticas con el argumento de que no hay alternativa al pacto pese a sus desventajas y, de ser rechazado por el Congreso, se producirá una catástrofe, ya que aislará a Estados Unidos de sus aliados y destruirá cualquier perspectiva de una solución diplomática. Un voto en contra de su política preferida, según argumenta la administración (no por primera vez), es un voto a favor de la guerra.
El gobierno americano ha utilizado estos mismos argumentos en otras ocasiones para impedir que el Congreso imponga sanciones económicas contra Irán. No sólo que las previsiones de una catástrofe no lograron disuadir al Congreso, sino que cuando se adoptaron las sanciones, estas resultaron equivocadas – al igual que lo que puede suceder ahora. Y cuando las tácticas de miedo fallaron y el recuento de votos en el Congreso comenzaron a girar pesadamente contra su postura, la Casa Blanca cambió de parecer – del mismo modo que puede y debe hacerlo ahora.
Yo era miembro del Senado cuando, entre 2009 y 2012, el Congreso desarrolló una serie de proyectos de ley que aumentaron drásticamente la presión sobre Teherán por sus actividades nucleares ilícitas, incluyendo una iniciativa de finales de 2011 que prohibió a Irán la venta de petroleo en los mercados internacionales, siendo este su sustento económico. De cualquier manera, altos funcionarios de la administración de Obama intentaron bloquear los esfuerzos del Congreso, advirtiendo que eran innecesarios, contraproducentes e incluso peligrosos.
Al igual que hoy, la Casa Blanca argumentó en varias ocasiones que las sanciones podrían aislar a Estados Unidos y ahuyentar a nuestros aliados cuya ayuda necesitamos. En el caso de las sanciones sobre el petroleo, un miembro del gabinete dijo directamente a los miembros que la medida podría perjudicar la economía mundial.
Estas previsiones resultaron falsas. En realidad, sólo las sanciones adoptadas por el Congreso, y finalmente firmadas por el presidente Obama ejercieron suficiente presión económica sobre el gobierno iraní para que sus líderes acudieran a la mesa de negociaciones – un hecho que la administración de Obama ahora acepta y corrobora. Nuestros aliados y socios no siempre aprobaron las nuevas restricciones comerciales contra Teherán, pero finalmente decidieron que era preferible tratar con Estados Unidos.
Es importante que los miembros del Congreso consideren esta historia antes de decidir cómo votar porque nos recuerda los esfuerzos fallidos del gobierno para detener, disminuir o debilitar las propuestas de sanciones. Además, la reciente historia legislativa nos indica que conforme el apoyo bipartidista del Congreso comenzó a variar, la Casa Blanca cambió de parecer.
Al principio, se le advirtió a miembros del Congreso no hacer nada. Pero a medida que la administración comenzó a ver que los votos se deslizaban de sus garras, cambió de táctica y empezó a negociar el plazo y el alcance de la nueva ley.
De hecho, el mismo drama se produjo hace apenas unos meses, mientras el Congreso debatía si debe revisar el inminente acuerdo nuclear. En este caso, la Casa Blanca también insistió en que una revisión legislativa para la aprobación del acuerdo nuclear con Irán es perjudicial. Pero cuando los demócratas comenzaron a apoyar la legislación, y se formaba una fuerte coalición bipartidista en torno a la idea, el gobierno retiró su oposición y el presidente firmó el proyecto de ley dando lugar a la revisión del acuerdo.
El Congreso debe mantener esta experiencia en mente mientras examina el acuerdo con Irán. En tanto la Casa Blanca intenta alarmar al Capitolio para no actuar, la experiencia y el sentido común sugieren que probablemente la realidad tras el rechazo del pacto sea muy diferente. A raíz de la valiente oposición al acuerdo del Senador demócrata Charles Schumer, las perspectivas de tal rechazo bipartidista parece cada vez más factible.
Si una mayoría bipartidista de hecho comienza a unirse en torno a las indiscutibles deficiencias del pacto, probablemente el gobierno modifique su postura. Cláusulas que hoy son imposibles de cambiar estarán sujetas a renegociación y aclaración.
Es decir, la mejor oportunidad para un mejor trato es una abrumadora presión bipartidista desde el Capitolio sobre la necesidad de un ajuste, en lugar de aceptar la afirmación del gobierno de Obama de que este es el mejor acuerdo posible porque Irán no irá más lejos.
Esta conclusión pasa por alto dos verdades: primeramente, según los antecedentes, Irán es capaz de modificar posturas que declara inamovibles y, en segundo lugar, debido a su deteriorada economía, Teherán necesita un acuerdo mucho más que nosotros. El Congreso tiene el poder de actuar sobre estas dos realidades.
Además, esta es una iniciativa que seguramente sería aprobada por muchos de nuestros aliados y socios. Sin duda, los países más afectados por el acuerdo, como Israel y los países árabes del Golfo, han expresado su consternación por las concesiones otorgadas a los iraníes en busca de un acuerdo. Según los informes, incluso algunos de nuestros aliados europeos no se disgustarían por el rechazo del pacto aunque no todos lo admitirían públicamente.
No hace mucho tiempo, todos coincidían en que ningún acuerdo es mejor que un mal acuerdo con Irán. Ahora, el gobierno estadounidense ha cambiado la norma de si es posible conseguir un mejor pacto que el alcanzado en Viena. La historia sugiere que sí – pero nunca lo sabremos a menos de que una mayoría bipartidista lo demande.
Joseph I. Lieberman, miembro del Senado de Estados Unidos desde 1989 hasta 2013, es un demócrata que fue elegido en su última cadencia como independiente. Actualmente, es asesor principal de la firma Kasowitz, Benson, Torres & Friedman en Nueva York.
Traducción: Esti Peled
Fuente: The Washington Post
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