ESTI PELED PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Roosje Glaser solía posar para fotografías con soldados nazis en la Holanda ocupada. El espíritu desafiante que la ayudó a sobrevivir Auschwitz es capturado en un nuevo documental.
Incluso antes de que las leyes raciales nazis la convirtieran en una persona buscada en Holanda, su tierra natal, Roosje Glaser no tenía paciencia para las leyes.
La alegre y a veces frívola instructora de danza judía que amaba la música jazz y en compañía de hombres guapos, ignoró la ocupación nazi en Holanda, así como el nuevo antisemitismo asesino. Cuando no podía ignorarla más, se burlaba de ellos.
Glaser, fotógrafa aficionada cuyo aspecto ario le permitía mayor movilidad que otros judíos, no sólo se burló de las leyes nazis que obligaban a judíos a portar la insignia amarilla, sino que solía posar para fotografías con soldados alemanes desprevenidos junto a signos en cafeterías que decían “no se admiten judíos.“
Su extravagante desafío finalmente la condujo a Auschwitz. Pero en el campo de la muerte, esa misma característica le ayudó a sobrevivir como instructora de baile de oficiales de la SS hasta que logró huir de manera inteligente. La extraordinaria vida de Roosje Glaser, quien falleció en el año 2000, fue recientemente documentada en una nueva biografía escrita y publicada por su sobrino holandés en Gran Bretaña.
“Por un lado, a veces parecía que no entendía la gravedad de su situación,” comentó Paul Glaser, sobrino de Roosje Glaser y autor de “Bailando con el enemigo”. “Por el otro, ella sobrevivió al aprovechar una serie de oportunidades que indican que sabía lo que hacía.“
Su primer acto de desafío fue eliminar la letra J de su pasaporte, introducida por las autoridades en documentos de judíos tras la invasión nazi, señaló Paul Glaser en una plática sobre la biografía realizada en Limmud FSU de Moscú a principios de este año.
Roosje Glaser continuó dirigiendo su exitosa academia de danza en violación de las leyes raciales nazis. En 1941, incluso participó en una película que pretendía mostrar que la vida cultural de Amsterdam no había sido obstaculizada por la ocupación nazi, pero su celoso ex marido, quien se había convertido en un ferviente nazi, informó a las autoridades de sus raíces judías.
Al estar marcada por los nazis, Glaser no logró encontrar un lugar para el baile de graduación de su academia de baile en 1942. Así que la celebró en el establo de un campo. Las fotografías bailando con sus alumnos son el último recuerdo de ella como mujer libre antes de ser enviada a Auschwitz.
Haciendo caso omiso de las ordenes de comparecencia, robó el pasaporte de otra mujer y se trasladó a otra ciudad, para vivir bajo identidad falsa en una pensión a cargo de una mujer alemana que estaba casada con un nazi holandés. Entonces su ex amante la traicionó y la delató a las autoridades y fue deportada a Polonia.
Como conocedora del alemán y eficiente administradora, Glaser consiguió un puesto como asistente de un oficial alemán en Auschwitz. Sin embargo, antes de cumplir con esa función, fue sometida a experimentos médicos dejándola incapacitada para concebir hijos.
“Ella tenía un encanto especial y hablaba con los alemanes como si fuese uno de ellos. Carecía de esa mentalidad de víctima,” señaló Paul Glaser, quien entrevistó a su tía cerca de su muerte y en los últimos 15 años ha recolectado otros materiales acerca de su extraordinaria vida para finalmente escribir la biografía.
Mediante lo que él llama su “encanto natural,” Roosje Glaser comenzó a impartir lecciones de baile a sus jefes alemanes, a veces junto con sus parejas o las temidas Aufsehrinnen (guardias mujeres). “Por las noches, enseñaba baile a las personas cuya labor durante el día era matarla a ella y a su pueblo,” continuó Glaser.
En 1944, Roosje Glaser se enteró que la Cruz Roja Sueca estaba formulando un acuerdo de intercambio de daneses en Auschwitz por tres prisioneros de guerra alemanes capturados por las fuerzas aliadas. “Así que Roosje fingió ser danesa ante funcionarios del campo que no sabían de ella y fue introducida en la lista,” relató su sobrino.
En el campo de refugiados de Suecia, a donde arribó tras el intercambio, Roosje Glaser comenzó a dar clases de baile a otros refugiados como ella.
Sintiéndose traicionada por la nación holandesa, se instaló en Suecia hasta su muerte, ignorando las solicitudes de funcionarios holandeses de reportarse para incluirla en el censo de la posguerra y ser repatriada a los Países Bajos. Glaser luchó para permanecer en Suecia, donde vivió hasta el día de su muerte.
El hermano de Glaser, padre de Paul, quien sobrevivió el Holocausto en un escondite, nunca mencionó a Roosje Glaser o sus raíces judías. Sólo a través de un encuentro casual con una persona que resultó ser su primo segundo, Paul Glaser descubrió la verdad acerca de su familia y de la existencia de su tía.
“Cuando hablé con mi padre al respecto, él lo admitió, pero me pidió que no compartiera la historia con nadie porque tarde o temprano la utilizarían en contra de todos nosotros,” recordó Glaser.
Esta era una reacción común en un país donde los nazis y sus colaboradores locales mataron al 75 por ciento de la población judía de 140,000 miembros antes del Holocausto – el mayor índice de mortalidad de la Europa occidental ocupada.
Roosje Glaser y su hermano tenían una relación tensa. A pesar de que se encontraron en dos ocasiones después del Holocausto, peleaban cada vez. Su hermano la culpaba de la captura de su madre a causa de su estilo de vida extravagante, que según él llamó la atención perjudicando al resto de la familia.
En un principio, Roosje se rehusó a encontrarse con su sobrino, pero cuando él la localizó en Estocolmo, ella relató su historia y compartió el alijo de fotos de la guerra.
“Gracias a ella me siento judío ahora. Me integré a la familia judía, por así decirlo,” dijo a su audiencia en Limmud FSU. “Y aunque yo me crié como cristiano, ahora me siento como en casa con ustedes, o en Israel.”
Roosje Glaser mencionó a Paul Glaser que deseaba ser incinerada y que sus cenizas fuesen esparcidas en el Mar del Norte, que tenía una vista a su apartamento de Estocolmo.
Después de su muerte, Glaser cumplió su último deseo, a pesar de que al hacerlo violó la ley sueca sobre la eliminación de residuos.
“A diferencia de mi tía, soy muy respetuoso de la ley”, dijo. “Pero romper las reglas por última vez con Roosje era demasiado tentador.”
Fuente: Cnaan Liphshiz, The Times of Israel
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