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martes 05 de noviembre de 2024

“El canto nos evadía del horror”

AGENCIA DE NOTICIAS

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Una superviviente del campo de concentración de Terezín (en la antigua Checoslovaquia), Ela Weissberger, relató en Montevideo cómo a través de actuar en una ópera infantil lograba olvidarse, momentáneamente, de “dónde estaba” prisionera y del horror que se vivía en el lugar.

Se estima que por Terezín pasaron unos 15 mil niños y Weissberger (Checoslovaquia, 1930) fue de las pocas que logró salir con vida de este campo de concentración, utilizado por los nazis como lugar de transición hacia el temido Auschwitz (Polonia) y hacia otros campos de exterminio entre 1941 y 1945.

Weissberger fue trasladada a Terezín con 11 años y fue liberada con 15, un periodo en el que interpretó en 55 ocasiones la ópera infantil “Brundibár“.

La mujer rememoró que cuando los nazis ocuparon la ciudad de Terezín en 1940 todos los judíos fueron obligados a comprar la “estrella amarilla”, un símbolo segregacionista utilizado por los nazis para identificar a los judíos y que consistía en una estrella de David amarilla en la que aparecía escrita la palabra “judío”.

En un momento del acto, Weissberger mostró al público la estrella original que adquirió tras la ocupación nazi y explicó que debían caminar por calles distintas a las que frecuentaban los alemanes y que si alguien que no era judío hablaba con ellos se enfrentaba a ser castigado.

“Cuando estábamos en el escenario no teníamos la estrella judía y cuando cantábamos nos olvidábamos de lo que éramos. No nos dábamos cuenta de que estábamos en un campo de concentración”, relató esta superviviente acerca de lo que sentían cuando interpretaban la pieza.

La anciana recordó la voluntad de los carceleros por intentar aniquilar las identidades de los prisioneros y rememoró la prohibición de usar sus nombres, dado que se les identificaba por su número de registro.

La obra, de cerca de 35 minutos de duración y cuya música fue compuesta por Hans Krása, que también estuvo prisionero en Terezín y fue asesinado en Auschwitz, habla de la lucha de unos niños contra ´Brundibár´, un adulto que roba la recaudación de unos jóvenes que cantan para reunir dinero y cuidar de su madre enferma.

Esta ópera es un símbolo del sufrimiento infantil en el Holocausto y ha sido representada en varias ciudades del mundo (…).

Weissberger todavía recuerda lo “importantes” que se sentían aquellos críos cuando salían al escenario y veían una sala llena de gente que aplaudía y cantaba con ellos.

Un pequeño momento de alienación infantil aprovechado por la propaganda nazi, que filmaba y utilizaba estas actuaciones para transmitir a la sociedad la idea de que la vida de los judíos era apacible en el interior del campamento.

“Estoy hablando de un millón y medio de niños asesinados (en el período del Holocausto), sin razón, solo porque eran judíos, y que no pudieron disfrutar de crecer”, dijo Weissberger sobre los motivos que la impulsan a seguir dando charlas en diferentes lugares sobre aquella experiencia.

La suya es una historia de cómo el arte puede liberar la esencia humana cuando tratan de ponerle coto y de cómo una pequeña ópera infantil sirvió a multitud de niños para recuperar, momentáneamente, su identidad, y dejar de ser un número de registro en un campo de concentración nazi.

Fuente:www.opinion.com.bo

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