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viernes 22 de noviembre de 2024

¿Qué haría Alphabet?

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JEFF JARVIS

Cuando, hace unas semanas, conocí a Larry Page, cofundador de Google, en la conferencia de la empresa para programadores, me presenté como autor del libro Y Google, ¿cómo lo haría? Page sonrió y me dijo: “¿Cómo lo haría Google? Quiero saberlo”.

La verdad es que Larry Page no sabe qué es lo que hará Alphabet, su rebautizada empresa. Y en eso precisamente consiste el cambio. Esta reestructuración permite a Page, a Sergey Brin —fundador junto con él— y a su empresa librarse de las ataduras de su pasado y crear nuevos Google que todavía no han imaginado.

Para el mundo de las finanzas, los medios de comunicación, los reguladores gubernamentales y la competencia, Google seguía siendo solo un buscador. Pero lo cierto es que lleva años siendo mucho más que eso. También es, por supuesto, un gigante de la publicidad, pero con Google Mail, Drive, Maps, Waze, Android, Chrome, Calendar, Translate, YouTube y otros muchos (por no mencionar, en todas partes excepto en España, Google News), Google ha sido mucho más que una empresa de medios de comunicación. Es una empresa de servicios personales.

A diferencia de los medios de comunicación —que siguen tratándonos como una masa sin rostro y sin nombre—, Google conoce a sus usuarios como individuos, y eso es lo que le permite darles un servicio de mayor relevancia y valor (por no mencionar una publicidad más valiosa). Creo que es un ejemplo que los medios de comunicación tienen que aprender a seguir.

Y por si todo eso no fuese bastante rompedor, Google se propuso revolucionar otros sectores: la automoción, la tecnología médica, la energía, los electrodomésticos y las telecomunicaciones. Pero esa inversión en ideas visionarias desconcertaba aún más a sus observadores y preocupaba a sus inversores, que se preguntaban qué parte de los enormes beneficios de la empresa se estaba derrochando en esos esfuerzos quijotescos por resolver grandes problemas.

Ahora, con su reestructuración, Page y Brin tienen libertad para ir en pos de soluciones aún mayores. Dispondrán del efectivo y los beneficios de la empresa, ambos considerables, para emplearlos en esas iniciativas. Por fin van a poder diversificar la compañía sin preocuparse por el abrumador apoyo de la publicidad, y se ganarán el aprecio de Wall Street por añadir transparencia a sus informes financieros.

Google —el antiguo— estará dirigido por Sundar Pichai, un ejecutivo impresionante que convirtió Android y Chrome en centros neurálgicos del consumo. Ahora se le podrá premiar con el título de consejero delegado y con la autoridad y autonomía que este conlleva. Las demás empresas de Alphabet podrán estar dirigidas por consejeros delegados con un poder similar.

Existen algunos riesgos. Como me decía el periodista Mike Elgan, especializado en tecnología, Page se convierte en un capitalista de riesgo con miles de millones para invertir, y Alphabet es su Silicon Valley. Las empresas tecnológicas siempre son arriesgadas. Algunas fracasarán, pero si algunas de ellas tienen éxito, Alphabet podrá crear una compañía incluso mayor y más audazmente ambiciosa que el Google que hemos conocido.

¿Qué pensarán de esto las autoridades reguladoras, sobre todo en Europa? No estoy seguro. Por una parte, las actividades de servicios personales de Google ahora estarán limitadas a una sola empresa. Por otra, puedo imaginarme a los medios de comunicación y a los reguladores temiéndose que Google tenga pretensiones de adueñarse del mundo. Pero ese temor ya lo tenían antes. No hace mucho, Der Spiegel publicaba una portada alarmista en la que advertía de que Google y Silicon Valley están creando un “gobierno mundial”.

Esta estructura también les ofrece a Page y compañía una oportunidad en su búsqueda de la paz en Europa. La rama de la empresa dedicada a las inversiones de riesgo dispone de unos fondos específicos de 100 millones de dólares anuales para invertir en el continente. Al igual que muchas multinacionales estadounidenses, la empresa posee inmensas reservas de efectivo que no quiere llevar a Estados Unidos. Es posible que Google invierta y arranque nuevas empresas en Europa, Asia, Sudamérica y África. La pregunta es qué están dispuestas a hacer esas regiones para convencer a Alphabet de que se decida a hacerlo.

Alphabet consiste en invertir en el futuro. ¿Cómo será ese futuro? ¿Dónde estará? No siquiera Larry Page lo sabe aún.

Jeff Jarvis es escritor, bloguero y profesor de periodismo. Es el autor de los libros Y Google, ¿cómo lo haría? y Partes públicas. Lidera el Tow-Knight Center para el Periodismo emprendedor en la Escuela de Periodismo CUNY

Fuente:elpais.com

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