GABRIEL ALBIAC
¿Cuál es la rentabilidad perenne del antisemitismo?
Este verano, un judío de Pensilvania, que canta ska y es apreciado por sus litúrgicas versiones de Bob Marley, fue vetado en el Rototom de Benicasim. ¿Motivo? No avenirse a condenar a Israel. Tras el escándalo internacional que vino luego, los organizadores pidieron perdón por su pusilanimidad ante las “presiones brutales” del antisemita BDS. Entonces, IU y Podemos tomaron el relevo. Para IU, al rechazar el auto de fe, Matisyahu habría probado que “promueve el sionismo y es racista”. Para Podemos, el cantante judío “dificultaba con su mensaje la posibilidad de la paz”. Lo intemporal. El mismo antisemitismo de siempre.
¿“Su mensaje”? Imperdonable, para Podemos e IU. Cabe en una canción, que es un manifiesto: “Jerusalén, si yo te olvido, olvídese de mí mi mano diestra. Pégueseme la lengua al paladar, Jerusalén, si no te recordare, si a Jerusalén no alzara por cima de mi alegría”. Imperdonable, porque, al hacer de Jerusalén corazón del judío, el cantante estaría resistiéndose a ese arrojar a los israelíes al mar, en el cual cifran IU y Podemos la clave de su “pacifismo”. Porque, para estos filántropos, tal cual lo fuera para el nazismo, judío y paz se excluyen.
“Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos y llorábamos al acordarnos de Sión. De los sauces de allí colgamos nuestras cítaras, aunque nuestros carceleros nos pedían cantos y nuestros capataces alegría: ‘¡cantad algún canto de Sión!’ ¿Cómo hemos de cantar el canto de Yahveh sobre suelo extranjero? Jerusalén, si yo te olvido, olvídese de mí mi mano diestra. Pégueseme la lengua al paladar, Jerusalén, si no te recordare, si a Jerusalén no alzara por cima de mi alegría…” Es el pasaje completo. Salmo 137. Sólo precede en 3.000 años a ese sionismo en el cual cifran el mal supremo los joviales penenes de Podemos. Y los fósiles de IU. Que se trate de un texto por igual canónico para judíos y cristianos, ni les va ni les viene. Para saber que es un monumento mayor de la poesía lírica, tendrían que saber leer.
Pero da igual. No es Matisyahu lo que importa. Por supuesto. Lo que importa, lo formuló, en 1932, el teórico del Estado hitleriano, el Carl Schmitt del cual Errejón se dice discípulo: tomará el poder aquel que invente un enemigo común lo bastante aterrador como para ganarse, contra él, el consenso de todos. La realidad del tal enemigo, remacha Schmitt, no cuenta. Para nada. Y es que el enemigo “no necesita ser moralmente malo ni estéticamente feo”. Basta con que lo hagamos aparecer como tal. Basta con que sea visto como “el otro, el extraño”: la amenaza, por tanto. Y en eso trueca el nazismo al judío. Seis millones de asesinatos a sangre fría eran un precio muy bajo para alzar Alemania. ¿También, para asaltar el cielo bolivariano?
Y de eso habla la canción de Matihyahu. De “los míos que fueron gaseados y reducidos a ceniza”. Del horror siempre al acecho. “Jerusalén, si un día yo te olvido…” Judío o no. Si yo. Te olvido.
Fuente:abc.es
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