Juntos venceremos
domingo 17 de noviembre de 2024

Morir en la orilla

Es muy difícil escribir sobre algo tan doloroso como la muerte de personas – especialmente de niños- en las playas, escapando de la guerra.

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO.

Niño sirio_opt

Por Eli Aljanati de Copredi

Las imágenes son terribles y duele el alma de sólo verlas. Estas historias se repiten día a día en Europa, tanto en las costas, por naufragios de barcos (si así puede llamárselos), como por tierra, en trenes hacinados de gente, o por cualquier otro medio disponible.

Las mafias campean libremente, en especial en países donde el Estado prácticamente no existe (Ej. Libia) o no existe posibilidad de controlar la situación (Ej. Siria, Líbano).

Estos traficantes de personas cobran sumas exorbitantes a gente que no tiene nada, pero que hacen lo que sea para salvar sus vidas.

Saben que no tienen escapatoria, si se quedan tal vez mueran en medio de alguna de todas las guerras que se suceden en la región. Temen al Estado Islámico y su régimen de terror. Abandonaron sus trabajos, sus casas, viven en campos de refugiados, compartiendo su desgracia con millones de otros refugiados.

El mundo contempla cómo en la huida del caos, mueren personas por miles, ahogados, asfixiados, baleados. Los gobiernos europeos, tan prestos a condenar todas las “injusticias” del mundo, son los responsables de al menos, salvaguardar la vida de estas personas que deambulan por el Mediterráneo. Si los admiten o no en su territorio es un tema que los europeos deberán resolver, pero al menos no deben dejarlos morir.

Italia y Grecia critican a sus colegas de la Unión Europea por no entender que son aquellos quienes deben lidiar con la gran mayoría de quienes huyen del terror.

Hablan de “repartir” refugiados por “cuotas”. Algunos países están dispuestos a recibir a algunos, otros no. Otros países pretenden diferenciar entre refugiados “políticos” y “económicos”. Vaya uno a saber cuál es la diferencia en este caso. La “cuestión cultura” vuelve a ser tema de debate.

Recordemos lo que generó en nuestro país la llegada de pocas familias musulmanas y multiplique por miles y podrá entender la preocupación europea.

Los países árabes que sí están en condiciones de recibir refugiados, hacen silencio. (Arabia Saudita, Qatar, y demás países de la península arábiga.) Es verdad, ésta es una situación extrema y deben tomarse medidas inmediatas (y eso nunca es fácil), pero nadie puede creer que esto no era previsible, la gente iba a huir, necesitaba huir, porque eso es lo que haría cualquier ser humano que ama a los suyos. Es su obligación protegerlos y alejarlos del peligro. El instinto de sobrevivencia es más fuerte que cualquier razonamiento, por más profundo que sea.

La gente quiere vivir y más aún, quiere sobrevivir. En Siria, Líbano, parte de Irak y aledaños así como en varios países africanos, no es posible ni siquiera sobrevivir, por eso la gente huye. Los testimonios de los refugiados así lo establecen con total claridad.

Un canal de televisión europeo entrevistó hace unos días a un niño y le preguntó por su intención de emigrar. El niño contestó: terminen la guerra y no emigraremos. No hay más nada que explicar.

Las razones fundamentales por las que la gente decide no permanecer en su propio país, ni en su propio pueblo, podrían ser entre otras:

– Inexistencia de Estados capaces de ejercer el imperio de la ley y como consecuencia de ello, surgimiento de mafias que (sin oposición aparente) trafican con personas.

– Guerras civiles sin visos de culminar y como consecuencia de ello, destrucción de la infraestructura de los países.

– La expansión del Estado Islámico, quien con su régimen de terror (especialmente difundido al mundo por sus propios creadores) desalienta cualquier intento de permanecer en los territorios que conquista.

Se preguntarán porque debería escribir sobre este asunto, si (en teoría) como judíos no tenemos “nada que ver con esto”?

Escribo porque creo que sí tenemos que ver con esto, todo el mundo tiene que ver con esto. Porque siempre hemos reclamado que el antisemitismo no es un problema de “los judíos” sino un problema de todos. Esta situación se genera porque quienes persiguen, perjudican y matan a estos refugiados, no pueden resultarnos indiferentes. Seguramente no simpatizan con los judíos, seguramente apoyan a quienes pretenden destruirnos, en Israel y en el resto del mundo. Porque el concepto “Derechos Humanos” y “Democracia” no figura ni en su diccionario ni en su conciencia.

En nuestro país, toda esta situación no ha suscitado demasiada consternación popular, ni declaración de ONG alguna (tan presta a condenarnos cuando lo estiman conveniente), ni marcha de solidaridad, ni nada. No parece ser un tema de nuestra sociedad, toda esta situación está muy lejos de nosotros. Ya hemos visto esta aparente apatía, insensibilidad o acostumbramiento a estas tragedias, ya que poco podemos hacer para evitarlas. Pero al menos digamos algo, preocupémonos y como dice el dicho, pongamos nuestras barbas en remojo.

Nuestra primera experiencia con refugiados en el país aún está en proceso de evaluación. Se han cometido errores, pero hemos dado un ejemplo al mundo. Ahora es el turno de otros de dar el ejemplo.

No estoy convocando a protestar por el drama de los refugiados, pero esta situación verdaderamente lo ameritaría. No debemos permanecer en silencio, y debemos recordarles a quienes suelen gritar contra nosotros (los judìos del Uruguay), que hoy permanecieron callados. Finalmente, no nos quedemos sólo con lamentar la nefasta suerte que corrió Aylan Kurdi, su hermano y su madre (de los que jamás hubiésemos sabido nada, si no fuera por la tristemente célebre foto). Como ellos hay miles y habrá aún más. Los refugiados no huyen porque quieren sino porque deben y ellos son los primeros en saberlo. En Europa recién están empezando a darse cuenta.

Fuente: Comité Central Israelita del Uruguay.

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