En Ciudad Juárez, las huellas que los nazis no pudieron exterminar (+ el testimonio completo de Salomón Schlosser, sobreviviente)

El sobreviviente del Holocausto, Don Salomón Schlosser, quien cumplirá 91 años este Yom Kipur, pronuncia la Bendición del pan en la cena de Rosh Hashaná organizada por su hija, Raquel Schlosser, en Ciudad Juárez, Chihuahua.

El Día de Rosh Hashaná 5776 fue el día que eligió a Embajada de Activista por la paz para reunir a más de 1400 personas en Ciudad Juárez, Chihuahua, en uno de sus magnos eventos destinados a divulgar el tema del Holocausto- para que no se olvide su significado ni las lecciones para el mundo que de esta tragedia derivan.

Una exposición servía de marco pedagógico al evento.

En el marco del evento, se homenajeó a uno de los sobrevivientes del Holocausto, Don Salomón Schlosser, mediante una placa en la cual aparecen la figura de sus manos fundidas en bronce; las manos de su hija, Raquel Schlosser; y las de su nieta Daniela Bassini Schlosser- ambas presentes en la ceremonia.

La parte inferior de la placa lucía los nombres de sus otros descendientes, como un desafío al deseo de los nazis de erradicar a los judíos de la faz de la tierra.

 

Daniela Bassini, embargada por la emoción y de forma espontánea, se dirigió a los asistentes: “El auditorio esta lleno de chavos que probablemente son mas chicos que yo. Yo tengo 19 años, y toda la vida nos dicen y nos repiten que nosotros somos el futuro y el futuro es de nosotros y nunca nos dicen cómo. Solo nos dicen, hagan lo mejor.

Aprovechen esta oportunidad porque quedan pocas personas que pueden hablar de este hecho (el Holocausto) en primera persona. Aprovechen que están aquí, den veinte minutos de su atención y no sólo se queden con la historia. Porque eventualmente se van a encontrar a alguien que les dirá que no pasó. El hecho de tener esta información, quieran o no los hace responsables de difundirla, y de que esto no vuelva a suceder”.

También entregó su mensaje el Dr. William Soto Santiago Embajador Mundial y Presidente Ejecutivo de la Embajada Mundial de Activistas por la Paz; así como el Cónsul Roberto Caldera Arrollo, Consulado Mexicano de El Paso, Texas y el Lic. José Luis Armendariz, Presidente de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos.

El podio lució la presencia de la Directora General de la Embajada Mundial de Activistas por la Paz, Lic. Gabriela Lara; el Lic. José Guillermo Dowell, Representante del Gobierno del Estado de Chihuahua En Ciudad Juárez y Sub-Secretario de Gobierno; y Javier González Mocken Presidente Suplente de Ciudad Juárez, Chihuahua.

SALOMÓN SCHLOSSER, SOBREVIVIENTE DEL HOLOCAUSTO, ENTREGA SU TESTIMONIO EN CIUDAD JUÁREZ, CHIHUAHUA

Quiero empezar por agradecerles a todos su presencia hoy, en especial al Dr William soto Santiago y toda la comitiva. Agradezco a mi señora, Maña, que me mantiene vivo hasta los 91 años y mis hijos y nietos.
Raquel y Daniela: gracias por todo el esfuerzo que hicieron para que yo estuviera aquí, en esta conferencia.

Hoy es el año nuevo del pueblo judío y aquí Raquel y Daniela, les deseo feliz año nuevo, Sammy y Eva, mi hijo y nuera, Moishe y Jaya, Ivette y Aaron y la familia, les deseo con todo mi corazón feliz año nuevo.
Ahora les quiero decir una palabra en hebreo: shalom, paz

Hoy les voy a hablar de mi vida, de mi familia y todo lo que pasé los últimos 83 años, que son los que recuerdo.

Un día como hoy, en 1939, celebraba Rosh Hashaná, el año nuevo, con toda mi familia yendo al templo de 8.00am a 3.00pm, y después comíamos. Era un lujo tener una comida de 4 tiempos y este lujo sólo lo teníamos en las fiestas. Comíamos pollo 2 o 3 veces al año, en las fiestas.

Mi próxima cena familiar, fue 17 años después, ya casado. Desde entonces tengo cena cada año.

Yo era muy joven cuando empezó la guerra, tenía 15 años, y vi cosas que nadie, a ninguna edad debería ver, y mucho menos un joven de 15 años. Todos traíamos la estrella amarilla enfrente y atrás, y así agarraron a mis hermanos, Yankel y Gil, en la calle para llevarlos a trabajar y ahí los golpearon y maltrataron. Lo mismo pasó con muchas personas. Como los judíos no estaban protegidos por la ley, podían hacer lo que quisieran con ellos.

Cuando ya estaba dentro del ghetto, la colonia cerrada que hicieron los nazis para los judíos, estaba más tranquilo. La policía, la administración, la escuela y el teatro, todo era judío. Esto duró un año antes de que dieran la orden de empezar a dividirnos. Metieron a los locos a un edificio, a los enfermos a otro, a los ancianos a otro. El edificio donde estaban los locos, lo quemaron, con toda la gente adentro. A los enfermos y los ancianos los metieron un camión y los asfixiaron con un tubo de escape, que pusieron adentro del camión. Yo vi como los metieron a ese camión.

Empezaron a dar en el ghetto cupones de comida, 600 calorías al día. Yo tenía 17 años y anunciaron que uno podía ir a trabajar fuera del ghetto y que con ese trabajo le iban a dar más cupones y un poco de dinero a mi mamá y a mis dos hermanas. Mis hermanos ya se habían escapado para pelear con el ejército ruso, mi papá ya había muerto de hambre y el jefe del ghetto tenía un convenio con el gobierno alemán para enterrarlo en el panteón judío. En el panteón sólo estuvimos mi mamá, mis hermanas Feige y Jane y yo. Nadie lloró. Dentro del ghetto vi como todos los días se llevaban esqueletos para enterrarlos, y cómo la gente moría de hambre

Me apunté para salir del ghetto a trabajar a una ciudad que se llama Posen. El trabajo era limpiar la ciudad: parques y baños públicos. Los guardias eran alemanes que nacieron en Polonia y si veían que a alguien le regalaban un pedazo de pan o no trabajaba, lo denunciaban y regresando al campo de trabajo lo colgaban. No siempre denunciaban. La gente de Posen sabía que no nos podía dar nada, pero a veces dejaban su sandwich hasta arriba de la basura o en una banca para que lo agarráramos. Éramos, aproximadamente, 1000 jóvenes de 17 a 21 años. Al principio comíamos 1200 calorías diarias y lo fueron cortando hasta 600 calorías.

Ya no había trabajos ligeros en la ciudad y cambió el tipo de trabajo a carreteras y construcción de vías del tren.

La gente se empezó a morir, ya estábamos muy débiles y nos regresaron al ghetto. Nos metieron a un lugar de detención dentro del ghetto. Me dijeron que se habían llevado a mis hermanas y a mi mamá pero no sabía a donde. Al jefe del ghetto se le había dado la orden de escoger a 1000 personas al mes para deportar, los que habíamos regresado de Posen estuvimos entre las 1000 personas que escogieron en primavera. De los 1000 que veníamos en el vagón a Auschwitz, 20% entraron al campo y el otro 80% directo a la cámara de gas.

Sólo entraba a Auschwitz la misma cantidad que se había muerto antes de que llegara el vagón. Siempre había 10,000 personas en el campo. Hasta que dejaron de hacer selección.

Había diferentes trabajos divididos en comandos. Yo trabajé los primeros meses en unos jardines, durante la primavera y el verano. En otoño después de eso, los alemanes buscaban a alguien que hablara alemán, yo junto con otros 5 muchachos dijimos que si hablábamos alemán y nos dieron trabajo dentro de los salones de descanso de los guardias nazis. Nuestro trabajo era limpiarles sus zapatos y sus platos. A veces comíamos de lo que les sobraba a los guardias, y así sobreviví al invierno, trabajando adentro y no en el frío. Me quitaron de ese trabajo para poner a gente más grande y me pusieron a trabajar de ayudante de carpintero para construir el ala nueva del campo donde iban a poner a las mujeres. Tuve varios trabajos después.

Cerca del final de la guerra, febrero 1945, me llevaron a Mathausen. Ahí estuve menos de un mes, haciendo nada y sobreviviendo con poca comida. Después nos llevaron a Melk a hacer túneles en las montañas que sirvieron para escondernos en los bombardeos y para trasladar municiones, tanques y camiones para el ejército alemán. En Melk estuve aproximadamente dos meses, y de ahí me llevaron a Ebensaes. Ahí seguimos los túneles, éramos muy pocos judíos, la mayoría eran italianos, españoles, griegos, yugoslavos, polacos, alemanes, checos y húngaros. Muchos de ellos eran jueces, padres y curas. En Ebensaes me liberó el ejército americano.

El ejército americano llegó con un rabino, lo primero que pedimos fue rezar por nuestro muertos (Kadish). Nos trajeron comida, pero mucha gente murió, por empezar a comer tanto después de no haber comido nada durante años.

Llegó la Cruz Roja, que ya había ido a Bergen Belsen y le dio de comer a la gente por goteo, como a los pollos. Yo estaba enfermo de calentura 41-42 grados por tifus, me llevaron a un hospital austriaco y ahí me cuidó una enfermera judía húngara, día y noche.

Estuve un año en una casa de reposo en Austria y cuando estuve bien me llevaron a un campo de refugiados, en el que estuve tres años, en Ebelberg. Ahí aplique para conseguir una visa para E.U.A y en primavera de 1949 llegué a Nueva York, a los 25 años.

Lo más difícil de llegar a Nueva York fue la soledad, llegué completamente solo. El idioma no fue tanto problema, porque cuando llegué a Nueva York, toda la gente con la que llegué hablaba idish como yo y llegando me mandaron a Miami, Florida. Repartían a todos los refugiados para que no estuviéramos todos en un sólo lugar. En Miami aprendí inglés, y a partir de ahí levanté mi vida.

Hoy vivo en San Diego, California con mi esposa Maña. Tengo dos hijos y cuatro nietos. Después de todo lo que pasé me han preguntado varias veces cómo sobreviví y siempre contesto de la misma manera: cada día quería vivir un día más y así vivo hasta hoy.

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