No deja de llamar la atención que Alemania abriera las puertas a la riolada de refugiados.
FERNANDO ARAMBURU
No deja de llamar la atención el que Alemania, un país de ventanillas, oficinas, registros, puestos de información, abriera las puertas de par en par a la actual riolada de refugiados. ¿Qué pasa? La denostada Merkel, aquella que en las pancartas de los manifestantes griegos aparecía caricaturizada con bigote hitleriano, ¿se ha convertido en una santa?
La canciller alemana no tardó en proclamar con ademán maternal y una ingenuidad que ahora, a la vista de las consecuencias, tira de espaldas: lo vamos a conseguir, los integraremos, les daremos una vida digna. Y por si todo ello no fuera suficiente, anunció que invalidaba para los sirios el acuerdo de Dublín, según el cual los Estados de la Unión Europea están obligados a registrar y hacerse cargo de los prófugos y refugiados que lleguen a su territorio.
Corrió la voz en Oriente Próximo y más allá y también, como se ha sabido posteriormente, más acá, lo que ha desencadenado un movimiento migratorio de origen no siempre claro ni fácil de comprobar, que no es exactamente lo que las imágenes de los telediarios parecían sugerir.
Hasta ahí bien. Pero sucede que los intérpretes duchos en árabe, a cuyo servicio indispensable ha tenido que recurrir la autoridad alemana, dieron aviso de que no pocos de los que afirman en las oficinas de registro proceder de Siria se expresan con acento dialectal de Libia, de Marruecos y de otros países del Magreb. Cálculos no oficiales cifran en un 25% el número de personas que se hacen pasar de forma fraudulenta por ciudadanos sirios.
La policía alemana se incautó días atrás de varios paquetes con pasaportes falsos de Siria. Y es que un refugiado tiene grandes posibilidades de obtener el permiso de residencia en Alemania si logra demostrar que viene huyendo de un país o región en guerra. De ahí el enorme valor que tiene para él en estos momentos un documento de identidad sirio.
Las autoridades alemanas han hecho pública su preocupación, cuya consecuencia inmediata ha sido el cierre de la frontera y el incremento de los controles, a pesar de la desmedida generosidad inicial de Angela Merkel. El ministro del Interior, Thomas de Maizière, manifestó con entrecejo fruncido que no es improbable que entre los refugiados se hayan colado en Alemania elementos salafistas y, en fin, personas a las que convendría no perder de vista. Ni se sabe su número ni se conoce su identidad. Menudean los casos de asilados que abandonan los centros de acogida con destino desconocido. Recientemente, peticionarios de asilo que se dirigían en tren a Berlín accionaron el freno de emergencia, en pleno campo y de noche. Por lo visto, no es la primera vez que tal cosa ocurre. Detenido el tren, desaparecieron alrededor de 180 individuos en la oscuridad. No consta que estén buscando a Angela Merkel para expresarle su gratitud.
Fuente:elpais.com
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